Somos puntos en la nada

Capítulo 27 - parte 1

Advertencia 🚧
La narración es omnisciente.
La narración tiene expresiones incorrectas y arcaicas debido a que se habla de personas con pensamientos incorrectos y arcaicos.

Capítulo 27 parte 1:
"Socialmente invisible, auto denominada como extraña y físicamente indeseable"

"NACIMIENTO DE NHATALIA LANDRAY"

John, el nombre del patriarca de la familia Landray Evans, al igual que su primogénita; era un hombre de aspecto robusto, de brazos y piernas fornidas, y rubio naturalmente. Gracias a la vejez actual, tenía un montón de canas que pasaban desapercibidas por el claro y lindo color de su cabello; papada en su cuello, y grasa en su abdomen. En cambio, Narcisa, su madre, tenía el cabello castaño y siempre olía a chocolate, una característica que la niña no pudo conocer. Para muchos, ese olor no podría ser el más embriagante, o la fragancia más atractiva de una mujer; pero era dulce, o así le parecía a John. Cada vez que la olía se podía sentir como en casa. Era más del tipo de mujer abnegada, increíblemente amable y extremadamente sensible, le hacía ilusión ayudar a las personas y sentirse útil... Ese era el tipo de mujer que era.

John y Narcisa se conocieron en la preparatoria. Aunque John era deportista, ¡el mejor de su época!, adolescente, un poco fiestero y mujeriego como son todos los hombres*; tenía mucho potencial lo cual lo llevó a conocer a Narcisa, quien vio en él lo que más nadie vio.

A una mujer decente y recatada como Narcisa, no le interesaban los deportes o ser novia de uno. Ella era enfermera y era algunos años mayor que él, aun así, John se interesó por ella al verla como una mujer madura que lo comprendía con facilidad. No era ni su madre y tampoco hacía el papel de su hermana. Era una persona comprensiva e innovadora, que entendía lo que John había pasado sin necesidad de muchas palabras, alguien que ofrecía soluciones, alguien atenta. Siempre, durante algunos momentos sexuales o casuales de su vida, John apreciaba en ella el arte que tenía de improvisar, de creer en que existían más cosas en la vida, en la mente, y en la existencia. No era una mujer dogmática ni religiosa. Era Narcisa. Una mujer muy diferente.

Mas John era escéptico. Creía en lo tradicional y en lo que para él parecía “correcto” o “lógico”. Narcisa solía comentarle que en el universo, tan grande como era, había otro tipo de existencia diferente a la nuestra. Confiaba en que conocería un extraterrestre o vería algún día una sirena.

—Eres ilógica —le dijo John, una noche de esas mientras veían televisión. Narcisa largó una carcajada convencida de sus teorías disparatadas—. Eso no existe, te lo he dicho miles de veces.

—No está de más creer —convenció ella atando su cabello en una coleta y se subía a su regazo—. Yo te amaré toda mi vida. ¿Eso lo crees?

John sonrió con felicidad. Vio sus lindos ojos marrones y los lunares que adornaban su rostro bronceado. También notó que amaba su corazón esa fea verruga que tenía a un lado de la nariz y de la que tanto se burlaba antes. Supo, entonces, que estaba completo.

—Eso si lo creeré —afirmó él cogiendo sus caderas con firmeza. Narcisa envolvió su cuello con sus brazos—. Pero necesito ir a por un preservativo, cariño.

Ella no cedió.

—Hemos hablado de cosas imposibles, no vistas o poco creíbles según tu perspectiva, pero jamás hemos hablado de niños.

—Estoy completo contigo, cariño. Estamos completos. ¿Para qué más? No quiero compartirte con nadie. —Narcisa sonrió con ternura.

—Los niños nos dan la oportunidad de ser mejores —susurró Narcisa, cerca de sus labios—. Quiero pensarlo. Me gustaría hacer una familia contigo, con lo que sea que vaya a elegirnos. Podría ser un perro, un niño o niña... —comenzó a besarle las mejillas hablándole—: o una planta... una sirena... un hada...