Capítulo 21: Lugar seguro

1 0 0
                                        

Charles

Luego de mi idílica reconciliación con Isaiah en la enfermería, él mismo me propuso asistir a un lugar llamado psiquiátrico (ya había dicho antes, cuando me dio el primer ataque de ansiedad que había investigado eso y había descubierto, o más bien deducido por mi propia cuenta que dicho establecimiento era la fachada de un cárcel para jóvenes trastornado como yo).

Me lo pensé. Pues eludir, evadir y fingir que mi pasado no existía era mi manera de lidiar con mi cruda realidad. Porque en el caso de simplemente aceptar que sufría de ataques de ansiedad, ataques de pánico, insomnio, depresión o trastorno de estrés postraumático; significaba admitir que era —o que fui— débil, pequeño y que me habían hecho daño. Porque sí, fui abusado sexualmente a la edad de mis nueve años por mi padre y, también por mi madre, sólo que no lo sabía hasta que me lo dijeron (y probablemente ella tampoco sabía que estaba haciéndolo, ya que no parecía estar consciente de lo que pasaba). Estos acontecimientos yo antes no lo "recordaba", antes podía vivir mi vida sexual "tranquilamente". Luego de que entré al Everest, todos estos hechos comenzaron a llegar con gran aplaste, debilitando cada aspecto de mi, uno tras otro hasta que, finalmente terminaron por internarme en un psiquiátrico patrocinado por Evedal. Era lo mejor que pudieron hacer por la relación que quería tener con Dilvela, pues yo no quería volver a drenar mis tensiones en él (insultándolo sin razón alguna), ni él quería revivir sus traumas cuando yo revivía los míos. Sin terapia de por miedo, las relaciones amorosas estaban destinadas al caos, maltrato y subyugación. La indiferencia, tristeza y pasado llegaran a la vida de las personas con gran aplaste, destruyendo todo a su paso como nos sucedió a nosotros.

¿Cómo llegó Charles a la enfermería?

El día posterior a cuando corrí a Isaiah de mi habitación, no pude levantarme de la cama durante los siguientes segundos. Había comenzado a llorar desesperadamente y, nuevamente, consideré la opción de morir. Era estúpido porque aún con todo lo que sufría, y sufrí de pequeño, me aferraba a la vida como un niño caprichoso. Aunque deseaba morirme a tal punto de realmente intentarlo, no lo hacía más que todo por cobardía que por alguna otra razón. Podía hacerme daño a mi mismo, llorar hasta que me doliera la garganta o no poderme levantar de la cama; pero no podía enterrarme un cuchillo en la barriga, no podía lanzarme de un edificio o cortarme las venas como a veces soñaba. Me pregunté de dónde sacó Félix, el novio de Isaiah, tanta valentía. ¿Era yo valiente por continuar con una vida en miseria o era él valiente por atentar contra su propia vida?

En ese momento yo no sabía que había provocado reviviscencias en Isaiah debido a mi intento de suicidio similar al que ocasionó la muerte de su novio muerto. Y que esa misma reviviscencia, y el hecho de que lo corrí, hayan ocasionado una vez más una borrachera de su parte. Él había vuelto a tratar en amistad a Moad, Nadir, Joseph, Clinton, Galilea, a todos sus amigotes y se habían puesto a beber juntos en el estacionamiento de la fraternidad. Evedal no intervenía en estas reuniones, y tampoco lo hacía el vigilante de seguridad de turno cercano; pero por esa vez, el disciplinado le pidió a Isaiah un momento a solas para hablar, petición que eventualmente desencadenó una disputa entre superior y estudiante.

Borracho como estaba, habló con Evedal. Le confesó todo lo que había pasado conmigo, y que había desistido en asistir a terapia (de nuevo), y desistir en salvarme, porque se sentía insuficiente. Ahora lo entiendo, Isaiah también estaba cansado de cargar con un peso (el de sus traumas) que nunca eligió soportar.

Evedal le dijo que volviera a hablarme, que estuviera para mí mientras me pedía asistir a terapia (o más bien a un psiquiátrico, que era el centro de ayuda que requería mi sufrimiento). Isaiah accedió. La mañana siguiente se levantó temprano y fue hacia donde estaba yo, y me encontró  en mi cama a punto de dormir (mis miedos se intensificaban durante las noches y madrugadas, porque eran los momentos específicos donde papá venía a hacerme daño). Yo cabeceaba de sueño, estuve así toda la madrugada, alerta, vigilante; casi perdiendo la consciencia, hasta que sentí la puerta abrirse. En ese momento perdí el sueño, por lo que sentí el dolor de cabeza habitual que siempre me daba al resistirme a descansar. La puerta se abrió y yo me eché para atrás, dispuesto a luchar y a defenderme. Era mi padre. Mi papá había vuelto a mi habitación en silencio para... castigarme.

Somos puntos en la nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora