A mi amapola.

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Viernes veintitrés, Abril veintiuno.

Lunes segundo, Diciembre dos.

¿Cuán fugaz la vida puede ser?

¿Cuánto dolor pueden soportar tus pies?

Entrecierro los ojos y ahí está, mi blanca amapola.

Me entrego al vacío.

De esta realidad no me fío.

El suelo me quema con sus grietas heladas.

Por fin se acabó el cuento de hadas.

En el mundo material no volveré a sufrir.

Porque sin mi amapola no vale la pena vivir.

Nadie vio lo que vi.

Nadie sintió lo que sentí.

Nadie murió como yo morí.

Trescientos sesenta y cinco días de agonía.

Un año soportando, sabiendo que ya no podía.

Doce meses gritando y llorando.

Un duelo fatal no terminado.

Conversación trivial, terapia jovial.

Ya no me puedo engañar, a las cinco mi esencia voy a matar.

Nuestras almas, las voy a atar.

A mi salvación entrar.

Tus cenizas fuerte abrazar.

Y acabar como fuimos a empezar y terminar.

De mis brazos nunca te vas a marchar.

Mi lugar más triste.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora