III

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Gritos se escuchan en el piso de abajo, él quiere correr, quiere esconderse. Quiere gritar y quiere ir a su lado. Quiere llorar, quiere que se detenga. Quiere detenerlo.

Abriendo la puerta de su habitación, con cuidado saca un poco su cabeza, ve por el pasillo y luego dirige su mirada hacia las escaleras, ve una sombra abalanzarse sobre otra, abre con temor sus ojos y se queda sin aliento.

Retrocede aterrado cerrando la puerta, se detiene y luego, el crujido de la madera a unos pasos tras él le hacen voltear. Con lágrimas en sus ojos, una luz de esperanza salió de ellos.

Estás aquí... —le dijo a quien recién había llegado.

Se dejó caer al suelo en un sentimiento de alivio mientras limpiaba sus lágrimas, el contrario se acercó poniéndose de cuclillas para estar frente a él.

—Nunca te dejaría solo... —le dice logrando calmar su atemorizado ser.

Se siente a salvo, se siente seguro.

Pero por alguna razón, nuevamente las lágrimas comienzan a salir sin poder detenerse, quiere agradecerle porque llegó, pero no puede hablar ni tampoco ver el rostro de su salvador.

El sentimiento crece, intenta verlo, acercarse, hablarle, pero se le es imposible. Entonces la desesperación comienza.

Quiere gritar, toca desesperadamente su garganta y sus lágrimas son una cascada cada vez más espesa, la sensación de asfixia le invade y siente ahogarse.

No puede respirar, siente morir.

Va a morir.

Todo se nubla, trata de tomar bocadas de aire pero nada funciona, y cuando cree todo perdido, él alza su mano acercandosela a su frente, y en cuanto entran en contacto...

Despierta.

Como si hubiera aguantado la respiración por mucho tiempo, despierta de golpe arqueando su espalda por completo en una bocanada de aire seguida de varias más mientras se sienta, comienza a toser, tanto que el dolor en su abdomen, costillas y garganta es jodidamente fuerte e insoportable, sudaba.

Poco a poco comienza a recuperarse, su pulso comienza a tornarse normal y lleva su mano a la cabeza haciendo sus risos hacia atrás, no sabe qué pasó, su cabeza comienza a doler y vuelve a acostarse aliviado de que ya todo acabo y pudo despertar.

Mira hacia un lado, el despertador aún está a unos minutos para sonar, y se acerca para desactivarlo.

Era lunes por la mañana y debía prepararse para ir a clases, al parecer hoy sí despertó a la hora, incluso minutos antes.

Se levanta de la cama y se dirige al botiquín, toma una pastilla para el dolor de cabeza y se la bebe de golpe. Comienza luego, su rutina de todas las mañanas.

Quizá porque está distraído pensando en el sueño que tuvo y en como despertó, o quizá porque se sentía más cansado, con su cuerpo más pesado de lo normal, se arregló sin poner atención a lo que hacía, simplemente dejando su cuerpo actuar de forma automática; y se fue a la preparatoria con su amiga.

No había nada extraño qué notar.

[•••]

—Izuku.

—...

—Izuku.

—...

—¡Izuku!

—¡AH! —Se quejó sobando su brazo, pues su amiga le había pellizcado para llamar su atención. —¡¿Qué te sucede?! —Hacía muecas de dolor.

Luna Sangrienta |Bakudeku-Katsudeku|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora