I

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La alarma sonó y un quejido salió de él, buscó con pereza el despertador en su mesa de noche a su costado, y lo apagó. Tallando sus ojos y bostezando se sentó en la cama.

Se quedó mirando fijo sus pantuflas en el suelo, fuera de la realidad. Estuvo así un buen rato ¿Qué hacía? ¿Quién era? ¿Qué debía hacer? Estaba en ese punto en el que recién su cerebro comenzó a despertar y lo recordó, debía levantarse para ir a clases.

Dejó escapar un gruñido y volvió a dejarse caer en la cama tapándose el rostro con la almohada y en cuestión de segundos, comenzó a roncar nuevamente.

Pero el universo quería ponerlo de pie a como de lugar, porque su teléfono comenzó a sonar.

Bufó resignado mientras pataleaba y atendió la llamada.

—¿Diga?

[No me digas que aún no te has levantado] —dijo obvia la chica al teléfono, rodando los ojos aunque no le viera.

—Estoy en eso...

—[Ay Izuku... Quedamos en llegar temprano para que pueda mostrarte el lugar y ¿Ya viste la hora?]

—Lo siento, es que dormir se siente taaaan bien...

[¿Que voy a hacer contigo?... Ok, no te diré nada, entraremos de una sola vez a clases. Paso por ti en 30].

—¿30 qué? ¿Horas? ¿Días?

[Deja de hacerte el gracioso o llegaremos tarde. Ve a ducharte ¿Si?] —Riendo, fue lo último que le dijo su amiga mientras colgaba la llamada.

El peliverde salió de su cama y se estiró perezoso, tomó su toalla y se dirigió a la regadera. En verdad no quería ir a clases, quería quedarse envuelto en sus sábanas todo el día, solo durmiendo.

Aunque otra razón por la cual no quería ir, era porque es el primer día de clases, primer día del último año en la preparatoria y bueno, era el estudiante nuevo en la U.A.

Haber estado fuera de Japón tiene sus contras.

Con solo 7 años tuvo que aprender a adaptarse a Estados Unidos junto con su madre, todo para poder liberarse de su cruel, violento y borracho padre; soportó muchas cosas por ser el pequeño niño nuevo extranjero, y ahora, 10 años después vuelve a tener que adaptarse a su país natal, y vuelve a ser el nuevo.

No es como que por ley tiene que repetir la misma historia, es solo que sabe que los adolescentes pueden ser estúpidos.

Por suerte en Japón tiene una amiga que le ayudará a no sentirse tan perdido o fuera de lugar.

Seca su cabello y se lo acomoda frente al espejo, revisa nuevamente las cosas en su mochila que había preparado un día antes para reducir tiempo en la mañana y alargar unos minutos más de sueño, y ya está listo. Revisa la hora en su teléfono 6:58 a.m. dos minutos antes de lo que le había dicho su amiga.

Se mira nuevamente en el espejo, y comienza a acomodarse el cabello por millonesima vez, bufa resignado sabiendo nuevamente que sus verdosos rizos son imposibles de acomodar.

De un momento a otro escucha el claxon del auto de su vecina y amiga, entonces se apresura a tomar su mochila y bajar.

Cierra la puerta de su casa y mientras camina en dirección al auto, saluda de lejos a la madre de su amiga que se encuentra afuera de la casa de al lado.

—Pensé que tendría que llevarte con todo y cama. —Burla la castaña poniendo el auto en marcha.

—Buenos días para ti también, Ochako. —Responde rodando los ojos y ella solo ríe un poco.

Luna Sangrienta |Bakudeku-Katsudeku|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora