XIII

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A veces las historias comienzan mucho antes del inicio...

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Era una tarde en verano, el calor del sol irradiaba con destreza sobre aquel lugar. El viento soplaba moviendo suavemente aquel gran campo de vegetación. Un día soleado con el cielo más azul de lo usual, con las aves cantando sobre los árboles, daba la sensación de libertad plena.

Un chico descansaba soltando pequeños ronquidos sobre la rama de un gran y frondoso árbol, con su sombrero puesto en su rostro mientras era abrigado bajo la sombra de las demás ramas. Parecía ser un día tranquilo y no supo en qué momento se quedó dormido, estaba tan cómodo que iba a permanecer ahí hasta que, quizá, su estómago rogara por algo de comer, su cuerpo pidiera ir al algún baño, o hasta que se hiciera de noche y tendría que bajar e ir a su labor.

Ese era el plan antes de subirse a su "árbol favorito", de no ser porque hoy a diferencia de los días anteriores, fue despertado por una suave voz mientras lo movía muy despacio.

—Oye... Despierta... ¿Estás bien? ¿Cuánto tiempo llevas aquí?.. Oye...

Lentamente abrió los ojos, se quitó el sombrero del rostro, y ante la luz del día que le golpeó con fuerza, se tapó con sus manos restregando sus ojos y acostumbrándose a la luz.

—¿No tienes hambre? —le preguntaron, y él decidió voltear a ver al dueño de esa voz.

Ojos verdes brillantes y desconocidos le miraban expectante, él repasó más su rostro un poco desorientado, fijó su vista en las pecas del desconocido, creyó eran mosquitos pero los mosquitos nunca se habían visto tan adorables antes. Cabello que bien podría ser confundido con las hojas de aquel árbol, y ese olor tan dulce, entraron de lleno a su cabeza para adueñarse de ella y nunca más volver a salir.

—¿Qué? —Preguntó desconcertado.

Y el chico frente a él rió suavemente, dando vuelta y comenzando a bajar del árbol.

—Desde que vine, llevas al menos 3 horas allí arriba. Me preguntaba si aún estabas vivo así que subí a verificar. —terminó de bajar y tomó la mochila que estaba al pie del gran árbol. —¿Tienes hambre? Traje un par de panecillos, podemos compartir si quieres. —se encogió de hombros.

Por otra parte, él le miraba confundido al pensar "¿Quién es este?" Y “¿Por qué es tan amable?"

No tengo hambre. —contestó a secas, pero el rugir de su estómago le desmintió al instante.

—Eres un mentiroso. —le dijo enarcando una ceja.

—Y tu un maldito confianzudo. —respondió cruzando los brazos indignado.

Pero no iba a negar que le resultaba interesante la forma en como aquel desconocido le hablaba, tan desafiante, amable y directo, como si lo conociera y a la vez como temiendo dar un paso en falso.

El chico comenzó a escalar nuevamente el árbol, esta vez con la mochila en su espalda, su contrario solo le observaba haciendo espacio para él, o quizá, buscando como irse de ahí.

—No te había visto antes, ¿Eres de por aquí? —comenzó el interrogatorio entregándole uno de sus panes.

Por el contrario, el desconocido le miró de reojo y contestó con otra pregunta. —¿No sabes quién soy?

El chico negó con su cabeza. —No salgo al pueblo tanto como quisiera... Me la paso más que nada aquí, trabajando, a cargo de la cosecha. —con una sonrisa, aún se podía distinguir un poco de nostalgia en su voz. —¿Debería de saberlo? ¿Eres algo así como una celebridad?

Luna Sangrienta |Bakudeku-Katsudeku|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora