Capítulo 4: Kaeya en las montañas

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Descansando en la entrada de su cueva en la parte superior de Espinadragón, Kaeya recuerda. La vida había sido pacíficamente tranquila desde ese día en que atacó a los Caballeros del Favonius liderados por el Gran Maestro Varka. Desde entonces, los caballeros prohibieron que cualquiera se acercara a la montaña. Si alguien le hubiera preguntado a Kaeya cómo había sido su vida después de huir del Viñedo del Amanecer para vivir en la cima de una montaña de ventisca fría como una bestia monstruosa, habría respondido con sarcasmo y diversión lo absurda que era esa idea. Pero si Kaeya alguna vez conociera a esa versión de si mismo que se quedó en Mondstadt, probablemente le daría palmaditas en la cabeza ante la ingenuidad del otro, pensando que al quedarse allí, pertenecería a ellos. 

Gran parte de su tiempo libre lo había pasado recordando el pasado y en "qué pasaría si". Piensa en la Sede de Favonius y en el Viñedo del Amanecer. Piensa en las personas que le encantaría volver a encontrar. Pero eso nunca sucedería, solo en su imaginación y su mente.

"Madre... ¿Estás bien?" Pregunta una cacofonía de voces.

Kaeya fue sacado de la reminiscencia por las voces. Mira profundamente en la cueva. ― ¿Sí mis amores? ¿Pasa algo? ―. Le pregunta a sus hijos. 

Sí, niños. Tiene hijos, hordas de ellos. Criaturas sombrías que toman la forma de niños pequeños, nacidos de los oscuros poderes heréticos de las Enseñanzas Abisales. Independientemente de cómo intente vivir su vida en soledad, sigue siendo ese Kaeya que detesta estar solo. Todavía desea consuelo y afecto. Pero... no se atreve a confiar en otras personas, no quiere que le vuelva a pasar lo que pasó con su familia real y la familia Ragvindr. Él no lo quiere. Entonces, formó su propia familia. Una familia que lo amará y no lo dejará. Una familia en la que pueda ser fiel a sí mismo en lugar de esconderse detrás de fachadas y sonrisas falsas o temer verdades que algún día se revelarán, siempre desgarrándose al elegir de qué lado unirse. Si hay algo bueno que salió de este exilio, son sus adorables hijos.

"Madre, ¿en que piensa? esta muy distante ―. Las voces de los Niños Sombra dijeron.

Kaeya agita las manos, excusándose. ― No pasa nada, queridos míos. Sólo recordar el pasado, eso es todo. Tu queridísima Madre se perdió en los recuerdos de hace mucho tiempo ―. Los Hijos de las Sombras parecen tomar esto con calma. Parece que su número está aumentando. Le preocupa que no haya más espacio para ellos y para él. Hmmm... tal vez es hora de expandir su humilde vivienda aún más. Podría hacer redes de cuevas más profundas en la montaña, preferiría no cavar demasiado profundo, pero al menos se encontraría con la sangre maldita de Durin escondida debajo de Espinadragón.

Kaeya juega con los dobladillos de las mangas de su bata mientras mira hacia afuera. Había enviado un grupo de Niños de las Sombras para monitorear los senderos de la montaña, asegurándose de que nadie se acercara a su ubicación. Después de destruir la Estatua de Barbatos, lanzó una serie de poderosos hechizos alrededor de la montaña para asegurarse de que los Arcontes no interfirieran en Espinadragón. Si hay algo que Kaeya odia, es la intervención divina de los Arcontes. Arruinarían cualquier plan que haga. Entonces, cuando tomó el control de Espinadragón, se asegura de tener el mando con mano de hierro. Quédate o vete, poco le importa a él. Cuando ingresas a Espinadragón, ingresas al dominio de Kaeya, donde él gobierna absolutamente todo. Sabe que está siendo muy egoísta, pero es lo que es. Barbatos no había llegado a estas tierras de todos modos; con su laxo dominio de su territorio. Si hay algo que sabe el exiliado de Khaenri'ah es que todo tiene un precio y eso incluye también la libertad. 

Una hora más tarde, Kaeya estaba acostado en su cama improvisada de pieles, desnudo y aburrido, cuando siente la presencia de sus exploradores acercándose a la cueva. Diez Niños de las Sombras entran en la cueva con un júbilo asesino en los ojos azules brillantes.

La escarcha toma mi alma (Traducción)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora