3.

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Se encuentra en lo profundo de un frondoso y oscuro bosque, pero no está sola. Delante suyo caminan dos chicos de unos doce años, uno pelirrojo y el otro de cabello negro. La luz que llevan ilumina el sendero tenuemente, pero no lo suficiente como para que ella pueda ver qué es lo que siguen.

La escena cambia levemente. Los dos niños siguen ahí, pero ya no caminan. Ahora están siendo transportados por unas gigantescas... ¡Unas gigantescas arañas! Siente el impulso de huir, pero -y aunque ella no esté secuestrada por esas malditas criaturas- no puede hacer más que seguir adelante.

Vuelve a cambiar. Ahora se encuentra frente a una araña que no tiene nada que envidiarle a Aracne con respecto al tamaño. Parece hablar, pero ella no puede oír nada.

Los chicos ya no están. Tampoco aquella araña inmensa, ahora en su lugar se encuentra una de menor tamaño. Habla con una voz fría y desagradable, y esta vez sí que puede escucharla.

-Hija de Atenea, ven a nosotras... - Le dice con una voz aguda y fría. - Vengaremos la muerte de nuestra señora Aracne derramando la sangre de tus amigos, y luego acabaremos lo que ella no pudo: te mataremos. Pero no esperes una muerte dulce, o no, destrozaremos cada partícula de tu cuerpo. Ahora despierta y ven. Tu viaje no ha hecho más que empezar.

Una cantidad desmesurada de arañas invade el claro, rodeándola. Se cubre la cabeza con los brazos, asustada.

Abre los ojos. Mira a su alrededor, pero por el momento está a salvo, libre de arañas. Se obliga a levantarse y, aun temblando, sale de la habitación que se le había asignado la noche anterior.

Habían decidido ir a dormir temprano debido a lo mucho que tenían que preparar y el poco tiempo que les quedaba. Antes de eso, no obstante, se habían repartido las habitaciones. Su premeditada colocación estaba preparada para posibles ataques nocturnos sorpresa, dejando en el exterior a aquellos que más probabilidades tenían (ya sea por experiencia o poderes) de vencer sin problemas.

-¡Annabeth! - Es Piper, que también sale de su habitación. - Veo que ya te has despertado ¿Desayunamos juntas?

-Claro. - Responde, sonriéndole a su amiga.

Ambas bajan por las escaleras. Pronto llegan al piso inferior, donde descubren a Will y Nico hablando animadamente. El hijo de Hades, que se encuentra de cara a ellas, no tarda mucho en percatarse de su presencia. Cesa su conversación al verlas, mientras ellas se dirigen hacia ellos.

-Hola, chicas. - Les saluda Will, con una sonrisa en su rostro. - ¿Queréis? - Les acerca uno de los platos, ofreciéndoles una comida desconocida. - Está buena - Añade al ver su indecisión. - Y he preguntado y comprobado los ingredientes, no es nocivo.

-Ah... En ese caso. - Dice Leo, apareciendo nadie sabe de donde y robándole el plato a Will para comerse él la comida. - ¿Bueno? Esto está buenísimo

-Eh, yo también quiero. - Dice Piper, con un tono de falsa indignación y enfado.

-Haber aceptado antes, reina de la belleza. - Responde él, también a broma. - Ahora atente a las consecuencias.

-Hmm... ¿Annabeth? - Le pregunta Will, ignorando a los otros dos que se han empezado a "pelear". - ¿Estás bien? Tienes mala cara...

-Will, no le puedes ir diciendo eso a la gente. - Le reprocha Nico, golpeándole suavemente. En otra situación puede que Annabeth hubiese temido por Will, pero el hijo de Hades tiene una sonrisa en el rostro que demuestra que en realidad poco le importa. La mira de nuevo, más serio ahora. - Pero sí, Annabeth, tienes una cara horrible.

Si Will no estuviese tan preocupado por su compañera en aquel momento, probablemente le miraría con reproche.

-Pesadillas. - Explica ella, clara y simple. No necesitan nada más para comprender.

Mestizos en HogwartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora