Un silencio enorme inundaba la fábrica Playtime Co. Juguetes tirados por todos los lugares, empapados de sangre, atracciones oxídadas, los lugares de trabajo destrozados y abandonados, a excepción de algunas salas que seguían funcionando. ¿Cuánto tiempo había pasado? Así es, 10 años, 10 años desde que comenzó todo. Aún se conservaban esos recuerdos aterradores que hacían en la fábrica hace unos 60 años atrás, pero lo mantuvieron siempre en secreto, por lo que nadie sospechó nada.
Elliot Ludwig siempre fue algo más que un inventor de juguetes, un empleado, el jefe de la fábrica, algo mucho más que eso, su primera carrera nadie lo descubrió hasta que él mismo decidió contarlo. Ludwig era un científico, pero no de esos científicos que investigaban sobre el espacio exterior o algún estudio sobre algún alimento o animal. No, su principal investigación era acerca de la relación de los humanos con los juguetes. ¿Qué pasaría si un humano estuviera dentro de un juguete? Pués, Elliot obtuvo esa respuesta experimentando, y el que fue su primera "conejilla de indías" fue su hija, Érica.
Luego siguieron algunos trabajadores, y cuando Playtime Co. instaló un orfanato para niños huérfanos o que fueron abandonados, simplemente también fueron experimentados. Todos habían caido en la trampa de Ludwig, nadie pudo escapar de él, y nadie pudo hacer una denuncia ante la policía.
Todo el lugar estaba ináctivo, sucio, algunas ventanas rotas, y sin alegría. Lo único que había ahí era horror, matanza, recuerdos malos y tristeza. Ya no era el lugar "mágico" que decía Elliot Ludwig, simplemente, todo era un caos.
Un caos que durará para siempre como un recuerdo escalofriante.
En una parte de la fábrica, había una gran caída con un tipo de puente que conectaba hacia una gran sala, pero no era un tipo de sala, si no una habitación. La entrada estaba dibujada por una gran amapola de color rojo, y en esta habían mensajes como "¡Detente, Elliot!" "¡Este no es mi cuerpo!" Parecían mensajes escritos como un tipo de ayuda, y sí, lo eran. Esas frases eran de diferentes personas ex trabajadoras, que seguramente están atrapados en los experimentos de Elliot Ludwig y sus científicos desde hace muchos años atrás. Pasando la puerta de la gran habitación, había un gran pasillo, que sus paredes estaban cubiertas de diseños de flores, y de estas colgaban unos pequeños faroles que, bueno, no iluminaban mucho. Llegamos hasta una gran jaula, donde se encontraban muchas almohadas de distintos colores. A la izquierda, había un caballito de madera color blanco, que servía como mesedora. En ese mismo lado, había un gran armario que cubría una puerta, donde, por alguna razón, nadie podía tener acceso a esta.
En ese mismo lado, había una casita de muñecas color blanco y rosado. Esta no contenía nada dentro, seguramente las niñas que jugaban con ella robaron sus accesorios o simplemente los habían perdido.
La habitación tenía de fondo una música versión caja musical, y era la misma música en el cual se presentaba el comercial de la muñeca Poppy. Nostálgico, ¿cierto? Pero eso no es todo lo que tenía el cuarto. Habían dos pequeñas puertas que, al pasarlas, contenían algo, algo que desde hace mucho tiempo, antes de todo lo sucedido, estaba ahí. Una vitrina, y a su alrededor más almohadas. La pequeña habitación era de un color fucsía, que se iluminaba con una pequeña luz que pasaba como si fuera una onda.
Y ahí estaba, Poppy, encerrada en su vitrina con sus ojos cerrados. Pareciera que estuviera durmiendo, pero no, estaba consciente de todo lo que había pasado hace mucho tiempo. Podía oir, pero no abrir sus ojos hasta que alguien abriera su vitrina. Estaba desde el año 1960, encerrada en esa caja de cristal. Para muchos, era conocida obviamente como la muñeca Poppy.
Pero para ella, no. Esta muñeca contenía el alma de Érica, y Elliot y sus amigos científicos lo sabían perfectamente.
Había pasado tanto tiempo, que la puerta de la vitrina ya estaba vieja y oxidada. No era necesariamente que alguien la venga abrir, simplemente esta podía abrirse por si misma. La puerta comenzó abrirse de a poco, provocando pequeños rechinidos que resonaban en todo el cuarto. Al ver que la puerta se abrió completamente, unos ojos comenzaron a abrirse lentamente, como si estuviera despertando de un coma que parecieron años, y sí, parecía uno. Érica, o mejor conocida como Poppy, observó detalladamente la habitación luego de que hubiera "despertado", gracias a la puerta que se abrió sola. Poppy intentó bajar, pero se dió cuenta que estaba a una gran altura y podía caerse si no pisaba un objeto.
Lo pensó unos momentos para generar una idea. Ella, antes de que estuviera en la muñeca, fue una chica muy inteligente, según su padre. Podía resolver cualquier problema en unos segundos. Bueno, obviamente se demoraría más en algunos conflictos, pero era menos que el resto. Poppy llegó a una idea en menos de unos 15 segundos: saltaría, pero no haría mucha presión para no hacerse daño y salir ilesa. Así es, aunque fuera un juguete, igual podía sentir dolor, al igual que el resto. Poppy tomó un poco su vestido y se preparó para saltar, calculando donde aterrizaría.
Se arriesgó y saltó, logrando lo que tenia pensado. Ahora vió con más claridad el resto de la habitación. Obviamente, ya la conocía, pero quería echar un vistazo si tenía algo nuevo. Al comprobar que no, decidió salir de esa pequeña habitación y ver la otra parte que contenía esta. Quedó un poco sorprendida, pero no tanto, aún tenía algunos asuntos que resolver.
Poppy se acercó al caballito de madera, tocándolo un poco para luego subirse a él. Comenzó a balancearse un poco sobre este, haciendo que los ruidos rechinadores estuvieran presentes. Para Poppy, fue un poco nostálgico recordar su antiguo caballito de maderas. No era el mismo, solo que el que tenía en casa era de color café claro, aunque tenía sospechas de que quizás es el mismo caballito que tiene ahí mismo, solo que está con un nuevo diseño.
Poppy dejó el caballito para ir ahora a la casa de muñecas. Se sentó un poco en el suelo y la observó. También recordó tener uno en casa, solo que era más grande y podía meterse en ella con sus amigas del pasado. Todo para ella parecía ser nostálgico, sí, porque esas cosas las tenía en su viejo hogar. Poppy vió que la casita no tenía nada para entretenerse, así que se paró y salió de esa parte de la habitación, llendo por el pasillo hasta la puerta.
Al salir de ahí, Poppy se veía tranquila, obviamente porque ya conocía el lugar. Pero cuando se dió la vuelta para observar si aún estaba la flor de amapola pintada en la enorme pared, quedó impactada. Vió todos los mensajes escritos en ella, de distintos colores. Sintió pena, ella reconoció que también formaba parte de esos mensajes. Dió un suspiro, para luego decir unas palabras.
—No se preocupen, chicos. Estoy aquí para salvarlos a todos. Me encargaré de acabar con toda esta locura, ya sé quién es el responsable de esto.
Poppy se dió la vuelta otra vez y miró hacia arriba. Vió todos los juguetes que estaban colgados de un hilo. Algunos no tenían sus piezas, por lo que estaban a la mitad. Estában inmóviles, pero Poppy podía ver que dentro de estos estaban sus almas.
Almas qué, gritaban ayuda y desesperación.
Para Poppy, el primer paso para acabar con toda esta locura, era estar libre. Nadie sabía cuanto tiempo estaba en esa caja, pero ella sí. Sintió una satisfacción que recorría su cuerpo, algo que desde hace mucho tiempo, cuando era una niña, no lo había sentido.
Se vengaría de todo, pero probablemente necesitaría ayuda, y ella sabía a quién acudir. No lo conocía, pero para ella, era perfecto.
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¡ᴇsᴄᴀᴘᴇᴍᴏs! [Huggy Wuggy x Poppy]
FanfictionLa hija de Elliot Ludwig, fundador de la fábrica de juguetes Playtime Co. está atrapada en la muñeca Poppy desde el año 1960, gracias a los experimentos de su padre. Años más tarde, con los éxitos de las ventas de los posteriores juguetes creados c...