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Un hermoso coro de grillos cerraba con broche de oro esa bella noche de verano. La luna se veía desde la ventana, enorme y perfectamente llena. En contraste a esto estaba el cobertizo, sucio del suelo al techo, desordenado, como si un gran tornado hubiera arrasado, pero solo con el interior. El suelo era sumamente incomodo, mi espalda dolía pero en el contexto en el que nos encontrábamos no había lugar para la queja.

Eddie ya estaba dormido (me resulta admirable y envidiable la habilidad que tiene para conciliar el sueño). Descansaba con ambas manos debajo de su cabeza. Un mechón de su largo cabello castaño caía por su rostro y su expresión era simplemente despreocupada, a pesar del momento tenso que vivíamos, su expresión se mostraba pacifica.

El insomnio sumado a mi intensidad mental, no hicieron una buena combinación. Los recuerdos no tardaron en llegar, mostraban la felicidad más pura… ojalá haber aprovechado más en ese entonces.
Recordé cuando jugamos por primera vez a D&D junto a los chicos, recordé las risas y emociones de momento, recordé la hermosa sensación de ser parte.
Recordé también el concierto, recordé el sonido de la furiosa guitarra, recordé haber sonreído como nunca, recordé girar y que a mi lado estuvieran los chicos, que estaban igual de felices que yo y recordé la invaluable sensación de no estar sola.
Recordé la caminata devuelta a casa en compañía de Eddie, recordé el sonido de nuestros pasos sincronizados, recordé las bromas que tanto me gustaban, recordé sus ojos cafés que brillaban cada vez que recibía un cumplido de mi parte, recordé su sonrisa que arrugaba sus comisuras, recordé su vibrante energía que contagiaba y recordé la inexplicable sensación de llenar un vacío que no sabía que tenía.

Mi mente, que parecía el murmullo de una enorme multitud, se calló ante la intimidante presencia de la palabra amor. Se supone que el amor es algo positivo, ¿no? Se supone que debería emocionarme, ¿no? ¿Entonces porqué siento lo contrario? ¿Seré yo, que no siento como los demás? ¿Será que en realidad es una sensación distinta que confundo con amor? ¿Estaré exagerando como siempre? ¿Puede la presencia de una sola palabra alterar tanto? Ahí está el poder del lenguaje. “El lenguaje nos habla”, diría Lacan. ¿Será que estoy sacando conjeturas demasiado rápido? es posible que no sea nada, solo amistad ¿Verdad? Si analizo todos y cada uno de los recuerdos que tengo con él ¿Seré capaz de entender lo que me sucede? ¿Me sucede algo en realidad? ¿Y si no?... Quizás solo estoy cansada.
Es agotador cargar con una mente tan molesta como la mía. Si tan solo pudiera ser más despreocupada. Si fuera así, mi mente me dejaría descansar más a menudo.

En mis 18 años de vida no creo haber estado enamorada ni una sola vez. En realidad, no estoy segura de cómo debería sentirse, verse o transitarse el amor, así que no estoy segura de haberlo sentido o no. Tengo una idea de cómo se supone que debería ser, pero las representaciones del amor que me tocó ver se sienten tan lejanas, tan irreales, tan distantes. Como si en mi vida, ese sentimiento no fuera una experiencia posible.

Toda mi vida he escuchado a personas enamorarse y enemistarse como quien cambia la pagina de un libro, fácil y sin rodeos. En las pocas novelas románticas que pasaron por mis manos, el amor era pintado como el sentimiento más fuerte e inquebrantable que existe.
Eso solo me deja con dos opciones, O los libros relatan un amor idealizado y poco realista, o las personas denominan como amor a sentires que no lo son. Siempre estaré del lado de los libros de la vida, así que elijo creer en la segunda hipótesis.

Como humanos necesitamos etiquetar, es conveniente en muchos aspectos. Para cada clasificación tenemos un modus operandi determinado. Cuando algo o alguien es inclasificable debemos buscar una nueva manera de proceder. En vez de eso, la mayoría de las veces, colocamos clasificaciones arbitrariamente, para sentir de algún modo que sabemos lo que hacemos, una ilusión de control. Eso es, en parte, ser humano. Tenemos la necesidad de nombrar, de hacer encajar, de saber, de controlar. ¿Será algo así con el término amor? ¿Se usará como clasificación de sentimientos? Si es así, entonces puedo pensar que simplemente es un error de etiquetado; nada pasa en realidad.

El humano, un ser vivo… ¿vivo? He visto y oído tantas definiciones de estar vivo tan diferentes entre sí, tan contrastantes, que ya no sé qué significa en realidad. ¿Dónde se establece el límite entre la vida y la muerte? ¿Es cuándo nuestro corazón deja de bombear sangre? ¿Es eso? Entonces, ¿a qué se refiere la expresión “me siento vivo”? Quizás estamos buscando, con esa frase, tratar de definir un sentimiento que no puede ser expresado en palabras, un sentimiento inefable. O quizás lo que define el límite entre la vida y la muerte, no sea el bombeo del corazón. Quizás la vida es ese sentimiento y no estemos errados cuando la adrenalina del momento nos obliga a exclamar “¡Me siento vivo!”. Después de todo, somos seres regidos por el sentir. Sentimos que debemos, sentimos que no merecemos, sentimos que no valemos. Pero también, sentimos que queremos, sentimos que podemos, sentimos que elegimos. ¿Sentimos que amamos? ¿Es posible amar? Si el amor fuera un sentimiento posible en mi vida, entonces, ¿como hago para saber si lo siento o no? No puede ser tan fácil como saberlo y ya.
Mi enredadera mental se desenredaría si tan solo pudiera consultar al oráculo si lo que siento es o no es amor. Pero la vida es mucho más difícil que eso. Debemos descifrar nuestros sentimientos por nuestra cuanta. O, en su defecto, conformarnos con una creencia vaga que medianamente se ajuste a ellos. En mi aún más desgraciado caso, padezco de la maldición de ser incapaz de aceptar la propia ignorancia.

Lo escuché bostezar. No quiero mirarlo; no quiero sentir que mi estomago se revuelve; no quiero sentir tanta energía, que mis manos se dirijan involuntariamente a mi rostro; no quiero no poder aguantar la maldita sonrisa que no avisa; no quiero darme cuenta que lo que siento se parece, en demasía, a las historias o las películas. Porque, incluso si se parece, tendré la horrible sensación de que no es real, de que solo es mi mente condicionada por la estúpida palabra amor. No quiero que sea incomodo en la mañana, que me hable y que yo no pueda responder correctamente, que se pregunte que me ocurre, o peor, que saque sus propias concusiones.

¿Será posible ser tan inoportuna? Estamos en una situación, por lo menos, complicada ¿Era necesario pensar en todo esto ahora? Solo existen dos finales para nosotros en esta historia, y ninguno es bueno. Entonces, ¿cómo es posible que, incluso sabiendo el final, este planteándome sentir algo como el amor? Supongo que en parte es verdad lo que dicen, el amor nace en tiempos de guerra ¿Será un mecanismo de defensa? ¿Lo usaremos para contrastar con el sufrimiento?

El reloj de Eddie soltó un pitido leve, eran las dos de la mañana. Solté un suspiro mientras miraba por el espacio abierto por donde los botes entraban y salían. Lo escuché darse la vuelta y volver a su lugar original dos veces seguidas. Volvió a quedar como estaba antes, mirándome. Yo seguía mirando el lago y el cielo nocturno.

— ¿Sigues despierta? — su voz ronca me paralizo.

Mis latidos se intensificaron, no tenía en claro si se habían acelerado o simplemente se escuchaban más fuerte. Me pregunto si él pudo oírlos… espero que no.

— Lamentablemente, si — dije tratando de sonar lo más normal posible.

— ¿Noche difícil? — No tienes idea, pensé.

— Supongo — me limité a contestar.

El chico se estiró y se acomodó boca arriba, igual que yo. Bostezó ruidosamente — ¿Probaste contando ovejas?

Solté una pequeña risa nasal — En realidad, no

— A mi me funciona, deberías probarlo

Un momento después lo escuché darse la vuelta, dándome la espalda. Escuche a Eddie murmurar algo que fue imposible de decodificar, parecía molesto. Volví a suspirar, soy definitivamente una estúpida. Respiré hondo y me dije a mi misma que debía dejar de actuar como una niña, solo estaba exagerando ¿Por qué debería  tratarlo diferente ahora? No pasaba nada… o por lo menos esa era la versión fácil de asimilar y por la que opté momentáneamente.

— Gracias — el murmullo ceso. Quedamos en silencio por un momento.

— De nada, Alice — su voz sonó extraña —. Descansa

— Descansa, Eddie — me giré quedamos dándonos la espalda el uno al otro.

Las ovejas habían funcionado. O quizás, simplemente me había cansado de pensar. Con mis últimos momentos de conciencia antes de caer en un sueño profundo, sonreí involuntariamente.

No creo poder decir que es lo que siento... y aunque pudiera, no quiero decirlo. Es molesto sentir que no me entiendo a mí misma, es molesto y agotador.

Maldito seas, Eddie Munson.

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𝕁𝕦𝕤𝕥 𝕝𝕚𝕜𝕖 𝕄𝕦𝕤𝕚𝕔 | 𝙴𝚍𝚍𝚒𝚎 𝙼𝚞𝚗𝚜𝚘𝚗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora