EL SECUESTRO

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En la vida, te enseñan a confiar en los adultos y en desconfiar en los desconocidos. En gente con malvadas intenciones.

¿Pero que pasa si la gente a tu alrededor en lugar de protegerte, te hacen pasar por la situación más horrible de tu vida?

Que en lugar de ayudarte, te hundan en un abismo interminable.
Ese fue nuestro caso, mi hermana y yo, fuimos traicionadas y lastimadas a una edad tan corta. Éramos frágiles e indefensas, pero después de eso, juré, que nadie en mi vida iba hacernos daño.

A veces la desesperación, nos vuelve depredadores desalmados.

Me sentía asustada, jamás creí que una persona que nos había visto crecer, fuera un monstruo, podía entender su sed de venganza, pero ¿A ese extremo?  Solo éramos unas niñas, que no teníamos la culpa de la mierda de padre que teníamos.

Tengo que admitir, que provoque gran parte de esto, gracias a mi, se descubrió la infidelidad de mi padre, con la esposa de nuestro jefe de seguridad. Descubrí otra infidelidad de mi padre con una persona allegada a la familia, así que muchas cosas se fueron a la fregada.

Mi madre enfermo, y tal vez la preocupación hizo que mi padre abriera los ojos.

Pero, el abrir los ojos, no cura las heridas, aceptar que lo arruinaste, no quita lo que dañaste.

Todo comenzó, después que mi padre quiso enmendar todo, dejó sus aventuras, corto lazos.

Pasaron unos pocos mes

Hasta que la esposa del Sr liah, enfermo de gravedad, este le pidió a mi padre un préstamo, mi padre en su puto egoísmo se lo negó. El Sr liah comenzó a robar por necesidad, el quería salvar su esposa. Cuando mi padre lo descubrió lo sacó de la casa como un perro. Fue un gran problema, el Señor lloro y pidió una oportunidad pero mi padre no podía ver más allá de su nariz.

Esa misma noche, mi padre selló el destino mío y de mi hermana. 

A las semanas fuimos secuestradas, por alguien que debía cuidarnos, fuimos golpeadas. Encadenadas, tocadas.

Fuimos víctimas de abuso psicológico, pero eso como tal no fue lo que me destruyó.

Lo que me destruyó fueron los gritos de mi hermana, cuando le hacían los cortes en su inmaculada cara, el ver su dolor y no poder defenderla — revivir esa noche, era horrible — Antoine, la desesperación; es el sentimiento más destructor que existé, no me gusta hablar de esto. — Antoine se acercó y me tomo de las manos — Pequeña siempre voy a estar aquí, no te voy a juzgar. En algunos momentos, la víctima, también se vuelve el monstruo. — cerré mis ojos y comencé hablar.

Estaba en una habitación oscura, el invierno de ese año fue crudo, apenas empezaba el mes de noviembre, mi hermana sollozaba del otro lado, — Clarissa, ¿Donde estamos? — no sabía que decirle, sabía que todo estaba mal, esto fue una trampa. Lo último que recuerdaba fue montarnos en el auto de liah y tomar agua con un sabor dulce, mi garganta estaba seca, mi cabeza dolía, tenía miedo. 

— ¿Clarissa? — Steph no dejaba de decir mi nombre

— Silenció Steph, no se dónde estamos, — intente moverme, pero mis tobillos estaban sometidos a unos grilletes que los dejaban sin movilidad. Sentí el amargo sabor del pánico.

La puerta se abrió y entró liah, mi alma cayó a mis pies, ¿Que carajos?, Dios eso no podía ser real.

— Ya despertaron mis niñas, — su voz ronca tan familiar, tan conocida — esto nunca debió de pasar, pero estó le mostrará a su padre que se siente tener miedo, que se siente estar en desventaja — suspiró .

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