DAGÁN AGUIRRE HEREDIA

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Altea

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Altea.

PASADO.

Llevé mi mano al bolsillo de mi chaqueta, en busca de calmar mi hambre y solamente me quedaban 7 euros, con ello podía tener para el día completo, pero el robar se estaba convirtiendo en una costumbre, o incluso una adicción. Miré hacia el callejón que había al lado mío, por allí pasaba un hombre de apenas 30 años, su ropa se veía cara y su actitud me llamaba la atención, así que decidí perseguirle.

Intuí que él sospechaba de que yo iba tras él, así que comencé a ralentizar el paso.

Pocos minutos después, se paró en un escaparate de arte que había en ese callejón, así que me acerqué para robarle.

Casualmente sacó su cartera, supuse que era para comprobar si podía comprarse algo que llamó su atención. Corrí hacía donde él estaba y agarré su cartera para después escapar corriendo.

-¡Ey niña! ¡Detente! -ordenaba con gritos. Comenzó a perseguirme, sin parar de repetir que frenase.

Salí del callejón y atravesé a la gente cómo si de fantasmas se trataran, choqué contra varias personas que vociferaban: "¡mira por dónde vas!" "¡cuidado!" o relataban algún insulto.

-Si no te detienes, llamaré a la policía. -amenazó.

No hice caso a sus advertencias, seguí corriendo. Sentía sensación de ahogo, pero podía resistir aquello y mucho más, ya que siempre se me dio bien el deporte. Notaba algo extraño, la misma voz seguía hablando pero sin gritos y de forma más calmada, giré: él estaba hablando con alguien por teléfono, aunque no dejaba de correr, aproximándose hacia mí.

Unos minutos después la cosa cambió, otro hombre empezó a perseguirme, aparentaba algunos años más que aquel hombre al cual había atracado. Ambos hicieron lo posible por llegar hasta mí hasta que...no quedaba otra escapatoria que meterme en un callejón, al hacerlo me topé con un muro de piedra alto, sin posibilidad de escapar. Estaba acabada.

-Un callejón sin salida. -dije para mis adentros.

-¡Devuelve lo que has robado! -una voz detrás mía, llama mi atención.

-Creo que eso no será posible. -aclaré mostrando una sonrisa ladeada, mientras me giro hacia esa persona.- ¿Qué se supone que haces, loco? -eché pasos hacia atrás al ver que me apuntaba con un arma. Tragué saliva para intentar calmarme, ese cacharro de metal direccionado hacia mi cabeza me transmitía inseguridad.

-Basta, Arturo. Suelta el arma. -ordenó el atracado-. Es tan solo una niña.

Este asiente con la cabeza y baja el arma.

-¿Lo dices enserio, hermano? Es una niña, pero te ha robado. -se defiende, después de haber guardado su pistola en la cartuchera.

El atracado se acerca a Arturo y le dice algo en voz baja, pero no logro escucharlo.

-¿Tu nombre? El mío es Dagán. -subió las comisuras de los labios, aquel hombre que hace unos minutos me amenazaba, me había sonreído. Mostré desconfianza cuando revelé mi nombre, ya que no olvidé que ellos portaban armas, no eran personas cualquiera.

-Altea.

-Precioso nombre.

-No te pregunté. -espeté con un tono de voz borde.

Corrí para intentar escapar como sea, ¿ventaja? Era más pequeña y más hábil, y probablemente, más rápida.

-¿A dónde vas tan rápido? -Arturo me frenó rodeando mi cintura con su brazo, por la fuerza, caí al suelo.

-Altea, escúchame. -mandó Dagán, yo subí la cabeza para mirarle, con desconfianza aún-. Creo que tienes potencial y yo puedo ayudarte, a que tengas un techo y comida todos los días.

Reí a carcajadas. -Número uno, no necesito ayuda de nadie, número dos, potencial ¿para qué?

Nadie podía ayudarme, yo era un caso perdido... Pero él insistió.

-Tendrás que acompañarme para saberlo. -sonrió amablemente.

Lo miré con desconfianza. –Tomad, pero dejadme ir. -pedí. Saqué la cartera de mi bolsillo y la lancé.

Arturo fue rápido hacia ella, cómo si en cualquier segundo la tierra fuera a abrirse y tragarse la cartera.

-Entiendo que no confíes en nosotros, y menos después que mi hermano te haya apuntado con un arma, pero no puedes vivir toda tu vida en la calle.

-Llevo 5 meses, puedo aguantar más, gracias por tu compasión, pero no la necesito.

Sí, sí la necesitaba, pero mi desconfianza por los humanos ganaba a todo eso, quería irme y dejar todo cómo estaba, finalmente dejó de insistir. Afortunadamente, pude agarrar 100 euros mientras huía. Suficiente para más de 3 semanas. Muchas más.

-Espera, toma. -me entrega una tarjeta-. Mi número de teléfono, por si cambias de opinión.

Traté de asentir, pero mi cuello se quejó al moverlo, ya que las posturas que tomaba para dormir en la calle provocaba dolor en este. Algo en mí me llamó a coger aquella tarjeta, dudé pero finalmente accedí a llevarla conmigo, porque quise creer que eso podría salvarme en algún momento.

Y sí, 3 días después llamé.

Tuve que recorrer varios kilómetros hasta las afueras, para encontrarme con aquellos dos. No sabía que hacía exactamente, pero sí que podía ser una oportunidad para no tener que pasar hambre por el resto de mi vida.


Nota de la autora: 

Aviso: Los dos primeros capítulos son un poco más cortos, pero el resto tienen más extensión. 

 Dentro de poco haré una playlist de spotify, las canciones tienen que ver con la trama. Así que en un capítulo pondré el enlace a la playlist. 

TIRARME POR EL PRECIPICIO |Dominio Negro|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora