MARSELLA

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Dagán-Cairo

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Dagán-Cairo

Camino por las calles con uno de mis trajes favoritos puesto, una camisa negra con los dos primeros botones desabrochados y metida por dentro del pantalon de traje negro con un cinturón del mismo color, por último unos mocasines también negros, la cadena de plata destaca en mi cuello.

En las calles hay bastante gente, pues a media hora de ser medianoche un viernes suele haber movimiento por la ciudad.

Miro mi reloj de plata y compruebo que llego puntual, observo la fachada del edificio de varias plantas, el nombre del edificio en color rojo neón atrapa mi atención: Elitered. Cada planta se divide a simple vista por ventanales grandes, lo que le da una forma artística al lugar, debo de admitir que los arquitectos han hecho un buen trabajo. Me acerco a la puerta y el guardia de la entrada me mira de arriba a abajo y seguidamente, me permite pasar.

El interior no hace de menos al exterior del local, este es elegante y carece de simpleza, el lugar posee organización, buen ambiente... Todo es perfecto a simple vista aquí, sería así si no se usara para algo oscuro. Me dirijo a la barra de bar, sentado en uno de esos taburetes, pido un whisky Jack Daniels, en honor a mi hermano; es su bebida alcohólica favorita. Espero pacientemente a la persona con la que he quedado, mientras la bebida quema mi garganta. Perdido en mis pensamientos me percato de que una mujer rubia que está bailando con otro hombre, me mira con una sonrisa coqueta, desvío mi atención de ella y la llevo a mi vaso de cristal, moviendo los hielos; me estoy aburriendo de esperar, si algo me falta, es la paciencia.

Me acabo de un trago lo último del whisky y me levanto, sin tener claro a donde ir. Cuando vengo a aquí, normalmente suelo disfrutar de mi vida sexual con alguna mujer que se acercaba con claras intenciones, a veces como vía de escape del plan que me consumía todo el tiempo del que poseía. Pero hoy no me apetecía y tampoco había venido a eso. Empiezo a pasar entre la gente, hasta que una voz pronuncia mi nombre.

-¡Dagán! -quien estaba esperando está sentado en un sofá de cuero, con los pies apoyados en la mesa de cristal frente a este, dos mujeres, una de ellas morena de pelo rizado y otra rubia, ambas llevaban puesto un body de encaje negro, aquel hombre lleno de tatuajes y su característico halcón en el cuello, estaba disfrutando con un cigarro en la mano como esas dos mujeres le tocaban todo el cuerpo-. Discúlpame por no buscarte, estoy ocupado. -sonríe alargando los brazos.

-Ya veo. ¿Podemos hablar a solas en un lugar más privado? Como habíamos acordado. -No iba a hablar de aquel tema con dos personas escuchando, aunque estuviesen ocupadas en manosear al hombre.

-Claro. -se incorporó y quitó los pies de la mesa, las dos mujeres se levantaron del sofá-. Luego os busco, guapas-. Ellas asintieron y la morena acarició mi hombro antes de que se fueran.

-Están buenísimas, ¿eh? Puedo buscarte una para que te lo pases bien. -Este mujeriego con patas se llama Dante, es italiano y como dije antes, un mujeriego de mucho cuidado, aunque también un pez gordo en el tráfico de armas, droga, documentos falsificados e información confidencial fronterizo con Francia e Italia. Él lleva una gran red de tráfico repartida por estos tres países; contando España.

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