La soga que apretaba mis muñecas rozaba mi piel más fuerte de lo que habría imaginado. No podía mirar a mi familia a la cara, sólo me sentía capaz de escuchar sus sollozos. Sentía las miradas de pena de los habitantes del pueblo, sin mencionar la alegría casi contenida de las que participaban en esta lotería. Claro estaba, yo me había llevado el primer premio.
-¡Noooo! -gritó mamá. Alcé la mirada para verla. Tenía los ojos hinchados, rojos, y lágrimas y lágrimas caían por su rostro. Mi padre intentaba retenerla, pero ella se abría paso entre la muchedumbre-. ¡A mi pequeña no!
Mi familia tenía las lágrimas a flor de piel. Mi hermana estaba de rodillas en el suelo, incapaz de creer que yo, Ángela Collins, con la que compartía un lazo fraternal, tuviera la mala suerte de ser comida para vampiros. Tragué saliva y contuve las lágrimas, el labio inferior me temblaba al igual que el pulso. Mamá seguía gritándole a los oficiales que intentaban sujetarla hasta que uno le golpeó en la cara.
-¡Sra. Collins, tranquilícese! No nos obligue a llevarla al calabozo.
De pronto mamá dejó de gritar. Tan solo se aferró a mi padre, que la sujetaba para intentar tranquilizarla. Tan solo lloraba de desconsuelo. Lágrimas que jamás volvería a ver. Mi hermana me dio un último abrazo. Su cara estaba roja y las lágrimas de su rostro chocaron con las mías. Aún no sabía cómo sentirme. Estaba asustada, sin creer lo que estaba pasando. ¿Era un sueño? Ese debía ser el motivo, no había otra explicación lógica. Seguramente mi madre me despertaría ahora y-
-Ángela-susurró Janette, haciéndome volver a la realidad. Una realidad dela que necesitaba escapar. Noté como su mano se sumergía en el bolsillo trasero de mi pantalón. Había dejado algo ahí, pero no sabía el qué.
-Jan,¿qué narices-
-Shh-me interrumpió-. Úsalo cuando nadie te vea.
Por último volvió a abrazarme y posó un fuerte beso es mi frente. Era cálido. Pronto los encargados arrastraron a mi hermana junto con mis padres, casi la tiran al suelo. Me agarraron fuerte del brazo, y yo sin apartar la vista de mi familia, me dejé llevar hasta la puerta.Para asegurarse apretaron más la soga que rodeaba mis muñecas.Malditos bastardos. Me dejaron frente al camino de tierra por el cual debía subir hasta la mansión de los Blackwood y cerraron las puertas de la verja negra que recorría toda la colina. Estaba muy asustada, pero comencé a andar. Había árboles a lo largo del camino, aunque las luces del pueblo a penas iluminaban hasta la mitad. La tierra era dura y seca. No tenía un solo hierbajo. Antes de adentrarme en la más profunda oscuridad del recorrido eché un último vistazo al pueblo. La mayoría ya estaban en sus casas, podía ver a algunos asomados entre las ventanas. Solo quedaban algunos hombres que miraban con intriga la subida hasta la mansión y tres figuras que podía reconocer un poco más alejadas de la puerta. Mi familia.
La pena empezó a invadirme y caí de rodillas al suelo, desconsolada.Realmente no quería estar allí, estaba horrorizada. Iba a morir aquella noche y nada podría impedirlo. O sí.
Recordé que Janette había metido algo en mi bolsillo. Recuperé las fuerzas y subí hasta donde la luz del pueblo ya no me daba. Me metí entre un par de árboles que había por el camino y rasgué el bolsillo de mi pantalón para sacar lo que fuera que llevase dentro. Aquello calló al suelo, y el filo de una navaja brilló con la tenue luz dela luna de aquella noche. Una sonrisa se formó en mi rostro,haciendo que una pequeña chispa de esperanza creciera. Casi a ciegas y de manera torpe, tanteé el terreno hasta que mis manos hallaron la navaja. La abrí y rompí la soga, aunque me llevó un largo rato, o eso me pareció a mí. Al menos volvería a circular la sangre hasta mis manos, los encargados habían hecho un buen trabajo atándola.
Me quedé unos segundos más allí, pensando en qué podría hacer. Al menos con las manos desatadas podría huir. Incluso tenía un arma con la que defenderme, pero dudaba de que pudiera siquiera causar dolor a un vampiro. Decidí seguir el rumbo del camino.
El paisaje era cada vez más tenebroso. Los árboles cada vez cerraban más el camino, iban teniendo cada vez menos hojas, como si fuera una transición de primavera a invierno a lo largo del sendero, y la luz comenzaba a iluminar menos. Cuando ya faltaban unos metros para llegar a la puerta, el camino mostraba un desvío. Se podía ver como uno de los destinos era con claridad la puerta de la mansión, pero el otro parecía rodear la casa. Aún no quería morir, así que opté por la segunda opción.
Aquello no tenía árboles, podía verse perfectamente el sendero y la luna y tras la casa se hallaba un precioso jardín de flores blancas que se abrían ante la luna. Era una vista hermosa, tanto que no me di cuenta de que había dejado de caminar.
-Bonito,¿verdad? -preguntó una voz tras de mí.
Giré rápidamente el cuerpo para ver a quien me hablaba. Su piel era pálida, sus ojos azules podrían hipnotizar a cualquiera y su pelo rubio desordenado le daba un aspecto despreocupado y juvenil, aunque estaba segura de que tendría muchísimos más años que yo. Era tan hermoso que se me había olvidado cómo hablar. No me salían las palabras. Él se encontraba tranquilo, sentado en una de las sillas de madera que había en el porche observando el jardín de flores .
-Se llama Epiphyllum oxypetalum. Aunque te será más fácil recordar su otro nombre, Dama de la noche -me sonrió. Fue ahí cuando mostró sus colmillos y un escalofrío recorrió mi columna.- Has llegado a tiempo. Hoy es el único día del año en el que florecen.
Mi cuerpo comenzó a temblar.
-No voy a comerte. Mi hermano se encargará de ti -continuó, bajando los escalones que diferenciaban el porche trasero del jardín.- Por el momento vas a venir conmigo, te explicaré todos los detalles.
-¿Detalles?-pude pronunciar.
Él sonrió y se acercó a mi a un paso normal. Se puso delante de mí,la luz de la luna hacía contraste con su figura, dejando ver el contorno de su torso a través de la camisa. Mis ojos recorrieron todo su cuerpo hasta posarse en sus ojos, que a pesar de verse oscuros desde mi perspectiva, brillaban en aquel jardín.
-Acompáñame -comentó, agarrando mi brazo hasta ponerme en pie.
Me arrastró hasta el interior de la casa. Yo aún seguía fascinada por aquellos ojos azules. La casa por fuera parecía vieja y muy poco cuidada, así que por dentro pensaba que sería lo mismo, pero estaba equivocada. Estaba muy bien amueblada, con ese toque y elegancia del siglo XIX. La casa por dentro era amplia y lujosa. No le faltaban detalles. El diseño general era antiguo, pero podíamos ver cosas tan modernas como un reloj digital o los distintos diseños de los marcos de fotos, que no destacaban en comparación con los retratos que colgaban de las paredes.
Llegamos al salón, allí parecía vivir él solo, lo cual no sabía si causarme alivio o temor. Me dejó cerca de un sofá, invitándome a que me sentara, y eso hice. Él se sentó en el sofá continuo a donde yo me encontraba, y parecía muy despreocupado.
-Tenemos una maleta y un carnet nuevo para ti. No sé quien eres y no me importa, pero todas las veces es lo mismo. Espera aquí sentada a que venga mi hermano, él te llevará a tu nuevo hogar -y cuando terminó aquella frase, se levantó con la intención de dejarme allí sola.
Me costaba entender a qué se refería, no entendía aquello, y estaba dispuesta a pedir explicaciones. Su tono de hablar hacía que me relajara, porque daba la impresión de ser un chico de mi edad, aunque físicamente lo parecía, y eso me tranquilizaba en parte.
-No lo entiendo... ¿Podrías repetirlo?
-Los humanos sois muy problemáticos... -dijo en voz baja, aunque había tanto silencio que le pude oír. No le repliqué nada, prefería no enfadarle.- Te vas a ir de aquí -comenzó a explicar, retrocediendo brevemente en sus pasos-, igual que el resto de las mujeres estúpidas que vienen aquí una vez cada tres años. Adiós.
Esta vez salió del salón dando un portazo, lo que hizo que me estremeciera. ¿Irme? Pero... ¿a dónde?
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Las flores también son peligrosas
VampireUna vez cada tres años se realiza un ritual en el que una mujer de entre 16 y 20 años elegida al azar es usada como sacrificio para la familia de vampiros que viven en lo alto de la colina. O eso es lo que se cuenta. Pero algo es seguro, jamás se la...