Capítulo 03

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Un hombre de aparente mediana edad, con el pelo negro y apenas arrugas, se dejó ver por la luz de la lámpara que alumbraba toda la entrada. Dio un par de pasos hacia mí, e instintivamente me fui escondiendo detrás de Brooke. El hombre mostró una sonrisa y alzó la mano para acariciarme la barbilla. Un ligero escalofrío recorrió mi espalda, pero no aparté su mano en ningún momento. Parecía un hombre con talante, elegante, atractivo y no inspiraba temor. Más bien respeto. Tenía todo el aspecto de un hombre de negocios importante, de los que amenazan a sus empleados con el despido.

-¿Qué os apetece hacer con ella, chicos? -preguntó.

-¿Qué quieres decir con eso? Padre, no puede quedarse -masculló Michael.

-¿Por qué no? Sería muy interesante -sonrió Brooke mirándome de arriba abajo.

-¿Qué le parece a la señorita quedarse en esta casa como... criada?

-Podría ser mi criada personal.

-No seas lascivo, Brooke. En tal caso sería la criada personal de Natalie, ya que ambas son mujeres.

Había oído antes a Brooke mencionar ese nombre, justo después de que la cristalera que adornaba la puerta se rompiera.

-Perdón que no me haya presentado -dijo el hombre-, soy John Blackwood, el padre de Michael, Brooke y Natalie.

Mi mente no estaba por la labor de dejarme decir siquiera una palabra, solo pude asentir.

-¿Entonces qué vamos a hacer con ella?

-Ya que no parece contenta con la oferta... Deberíamos dejar que se quedase aquí mientras pensamos en qué hacer con ella.

-¿No puedo volver a casa?

-¿Qué no has entendido de que los hombres del pueblo van armados y si te ven te matarán? -preguntó Michael, con cierta ironía en su voz.

Ya era la segunda vez que me lo advertía, pero por intentarlo no perdía nada. Brooke se metió en el salón y sacó la maleta, que parecía intacta. Me pidió que le siguiera y comenzamos a subir las escaleras. Desde abajo, Michael me dirigía una mirada de desaprobación mientras que el Señor Blackwood me miraba con una sonrisa. Las escaleras, a pesar de tener un aspecto antiguo, parecían muy firmes y no crujían. El segundo piso estaba oscuro, Brooke no encendió ninguna luz y yo no tenía la confianza para alzar la mano y alcanzar el interruptor. Al paso del moreno, candelabros que había en las paredes se iban encendiendo, y se detuvo al lado de la última puerta que había en el pasillo.

-Esta será tu habitación por ahora. Está llena de polvo, espero que no seas alérgica -comentó intentando ser gracioso.

Abrió la puerta con una llave vieja y oxidada. Aquello parecía un almacén de cajas y polvo, pero una preciosa cama con un elegante colchón violeta decoraba la habitación. Había un escritorio de estilo victoriano en frente de un ventanal, que dejaba entrar la luz de la luna e iluminaba gran parte de la habitación. Vale, sí, era una habitación preciosa en la que se apilaban cajas de cartón y polvo.

Brooke cerró la puerta, exaltándome, dejándome sola. Rocé con los dedos de una mano la tela del edredón que cubría la cama. Aquel color me hacía recordar a las flores. Pero también me hacía recordar a la añoranza. Tristeza. Fue en ese momento cuando me senté en el suelo, aferrándome con fuerza al edredón, y lloré como hacía tiempo que no lo hacía.

...

-¿Está muerta? –dijo una voz infantil.

-Espero que no.

Aquellas voces me sacaban poco a poco de mis sueños.

-Despiértala, quiero jugar.

-Señorita Natalie, déjela dormir.

Las flores también son peligrosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora