Capítulo 04

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Me desperté como si hubiese dormido durante mucho tiempo. Los rayos de sol que asomaban por el ventanal de la habitación me hizo sentir incómoda y no me quedó más remedio que despertarme. Estaba amaneciendo. Me recompuse, intentando evitar aquellos molestos rayos de sol. Mi mirada se dirigió al escritorio, donde estaba la caja que había encontrado la vez anterior en el aseo. Fijándome bien, ya no había cajas, y la habitación parecía estar sin una mota de polvo. Recordé entonces que me había desmayado en la reunión con los Blackwood.

-Buenos días, Ángela –dijo Michael desde la puerta.

Me había llevado un pequeño susto, pues no me percaté de su presencia.

-Bueno días –dije reprimiendo inútilmente un bostezo al final.

-Ese peinado te sienta mejor.

-¿Cómo?

Salí de la cama algo alarmada, no entendía aquellas palabras. Me miré en un espejo pequeño que había sobre el escritorio y lo vi. Tenía el pelo más claro, como si fuera miel, y me lo habían cortado a la altura del cuello.

-M-Mi pelo... ¡Mi pelo! ¿Qué ha pasado? –dije tocándolo, nerviosa, enfadada, triste-. ¿Qué habéis hecho con mi pelo?

Miré a Michael, que sonreía algo coqueto.

-Si te vas a quedar, necesitas un cambio de imagen, aunque sea solo la cabeza. La gente del pueblo de vez en cuando mira hacia aquí y no queremos que nadie te vea por el simple hecho de que para ellos llevas dos días muerta.

Tragué saliva fuertemente. Aquellas palabras se clavaron en mí como una estaca, eran duras.

-Vístete y cuando termines baja al salón, hay cosas que debes saber.

Di una última mirada en el espejo, despidiéndome de lo que quedaba de mí misma. Michael cerró la puerta al salir. Una lágrima traicionera se escapó rodando por la mejilla. Después de vestirme con unos vaqueros y una camisa bajé al salón donde estaba él. Solo Michael.

-Siéntate, Collins. Voy a explicarte unas normas que debes saber y siempre –hizo hincapié en la palabra- debes respetarlas. La primera norma es que no puedes salir de la casa, salvo al jardín trasero siempre y cuando haya alguien. No puedes atender llamadas de teléfono, para eso está Agnes –comenzó a numerar, bastante serio-. La segunda norma que debes cumplir es saber aprender. No repliques y no dudes de lo que se te diga. La tercera y la más importante. Bajo ningún concepto bajes al sótano. Nunca, ¿me entiendes?

Yo asentí, algo asustada. Ahora tenía curiosidad, pero su tono de voz parecía indicar peligro.

-Bien, ahora que lo has comprendido todo, empezaremos con tus "clases". Te enseñaremos lo que debes aprender para sobrevivir en esta casa. De vez en cuando vienen otros miembros de la familia y debes saber comportarte.

-No soy una maleducada, sé respetar a los demás.

-Eres una engreída, hámster –recordé que el primer día también me había llamado así, pero con un tono más amable.

Apreté mi puño, contando hasta diez y luchando para no pegarle un puñetazo en su preciosa y bien esculpida cara. Michael me miraba con superioridad. Él era superior a mí y tenía que hacerme a ello.

-Agnes te enseñará modales –enfatizó esto último-, ella te dirá cómo tratar con otros como nosotros. Brooke te enseñará sobre naturaleza, qué plantas son buenas, cuáles no lo son, para qué sirve cada una... -hizo una pausa-. También te enseñará literatura, así aprenderás a leer.

Estaba hartándome de escucharle. ¿Qué rayos le pasaba? Sé que él no quería que yo me quedase, pero ¿es necesario tratarme de esa manera?

-Yo te enseñaré a defenderte de los vampiros y cómo somos. Nuestras "habilidades". Deberás conocerlas para saber cómo enfrentarte a ellos. Esto no quiere decir que vayas a luchar contra alguno ni mucho menos, pero si vas a pasar el resto de tu vida entre estas paredes, es mejor que te prepares para lo peor.

Las flores también son peligrosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora