Caprichos

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Franco Reyes suspiró al estacionar el coche frente a la casa. Era la cuarta vez en la semana que debían correr al pueblo para satisfacer los antojos y caprichitos de su mujer.

Sara no era una mujer caprichosa, todo lo contrario. Incluso en su primer embarazo, la mayor de las Elizondo había tenido antojos muy normales, solo bastaba con tener el congelador lleno de tarrinas de helado para hacer a Sarita feliz. Franco igualmente solía llegar a casa con los dulces favoritos de Sara, y ella se los devoraba gustosa junto con él, aunque siempre le repetía que no era necesario que se molestase.

Sin embargo, la llegada de la primera niña Reyes Elizondo le estaba costando muy caro al menor de los hermanos Reyes. No costoso en cuestiones de dinero, claro, pero si le estaba costando su salud mental.

Franco casi no dormía, entre el trabajo en las oficinas, la hacienda, Andrés y el embarazo de Sarita, eran contados los minutos de descanso que podía conseguir.

Sara debía guardar reposo las siguientes semanas, y a pesar de que ella intentaba ayudarlo cuando no estaba de mal humor, Franco debía cargar con todas las responsabilidades de la familia.

Las hormonas de Sara habían hecho un excelente trabajo en cambiar por completo su humor, un momento, Sara podía ser la mujer amorosa que solía ser, y al segundo, era capaz de aniquilar a Franco con solo una mirada.

Andrés intentaba ayudar a su padre a complacer los caprichos de su mamá y su hermanita, a veces, cuando veía a su papá llegar cansado del trabajo, le advertía que tratase a su mamá con delicadeza, pues estaba en uno de sus días malos.

Andrés incluso había adoptado la costumbre de pedirle a Eva o Quintina que llamaran a su papá para que en el camino a casa, recogiera lo que sea con lo que Sara estaba antojada.

Franco bajó del coche con la bolsa de papas fritas y otros snacks salados que Sara le había pedido por teléfono y comenzó a caminar hacia la casa, al entrar, no escuchó ruidos, lo cual se le hizo extraño.

Buscó en la sala a Quintina o Eva, pero ninguna de sus empleadas estaba a la vista, por lo que simplemente subió a su habitación.

Una gran sonrisa se formó en su rostro, y se apoyó contra el umbral de la puerta para contemplar la escena que se le presentaba.

Sara y Andrés estaban recostados en la cama, cada uno con una bolsa de dulces en la mano.

Por supuesto, Andrés no solo intentaba ayudar a su padre con los caprichos de Sarita, cuando le convenía, el pequeño se pegaba a su madre y disfrutaba de los mismos antojos que ella.

—¿Qué nos miras? -preguntó Sarita llevandose un dulce a la boca-

—Solo vine a traerte esto -Dijo alzando la bolsa para que Sara notara a que se refería- pero creo que no lo necesitas

Sara lo miró con mala cara, y extendió el brazo indicando que le alcanzara lo que había traído

Franco sonrió acercándose a ella, y colocandole la bolsa en las manos mientras se agachaba un poco para plantarle un pequeño beso

—¿Cómo te fue hoy? -preguntó ella mientras su esposo se sentaba al borde de la cama-

—¿Sin ti? cada dia en la oficina es peor que el anterior

Sarita soltó una pequeña risa mientras le quitaba la bolsa de dulces a Andrés, quien la entregó sin chistar, temiendo que el humor de su madre cambiase

—Mi amor, necesito que la bebé nazca ya, no te das una idea de cuanta falta me haces en la oficina.

—Ay Franco, no creo que sea para tanto, tienes a Óscar

sarita y franco imaginesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora