Dieciocho años

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Hay lugares que cambian mucho con el paso de los años, calles mejoradas, zonas rurales que comienzan a crecer como pequeñas ciudades... todo cambia.

Y San Marcos no era la excepción.

En una de las calles más conocidas y concurridas de aquel pueblo, se encontraba ubicada la Casa de Modas de Jimena Elizondo y Óscar Reyes.

Lo curioso, es que allí mismo se encontraba hace casi dos décadas la tienda de modas de Leandro Santos.

Cuando Leandro decidió irse del país definitivamente a vivir con su pareja, Jimena Elizondo no dudó ni dos minutos en abrir en el mismo local su tienda.

Hoy era un día importante para Jimena y Oscar, lanzaban su nueva colección, y habían organizado una gran fiesta para presentarla.

Toda la familia se encontraba allí.

Juan y Norma junto a Juan David de dieciocho años, y los mellizos Erick y León, de quince años.

Gabriela Acevedo junto a Don Martin.

Y por supuesto, Sara y Franco, junto a Andrés, de quince años, y la pequeña de la familia, Gaby, de tan solo trece años.

Jimena y Oscar estaban más que dichosos con la presentación de la nueva colección.

Habían elegido esta fecha en particular, ya que se cumplían dieciocho años de la reinauguración del centro de modas de Leandro, por lo cual, aquel era un día importante para ellos.

Pero no solo para ellos, había dos presentes en la fiesta que también tenían algo que recordar en aquella fecha.

Sara no lo recordaba, pero Franco Reyes se acordaba perfectamente que día era aquel.

Hoy se cumplían dieciocho años de su primer beso con su esposa.

Franco miró a Sarita, que estaba bailando junto a Andrés cerca de Jimena y Oscar.

Franco no podía creer lo mucho que aquella noche había cambiado su vida.

Aquel beso robado, había sido el comienzo de todo...

El comienzo de un largo camino que tuvieron que recorrer el y Sarita para estar juntos finalmente.

Había sido el camino más bello de todos, lleno de baches, que superaron juntos.

Ahora, allí estaban dieciocho años después, casados, con dos hijos preciosos y su propia hacienda, a la cual Sara se había encargado de llevar a lo más alto.

Ni en sus sueños más salvajes Franco se hubiera imaginado que su vida cambiaria tanto.

La pequeña Gaby Reyes se acercó a su papá.

-Papi, ¿Qué haces aquí solo?- le preguntó-

-Solo observo a mami y tu hermano –Dijo sonriendo mientras señalaba a su esposa e hijo-

Gaby observó a su mamá y su hermano, siempre pegados uno del otro como chicles.

Sara y Andrés tenían una conexión especial, al igual que la tenían Franco y Gaby.

-¿Bailas conmigo, papi? –Preguntó la chiquita de la casa extendiéndole la mano a su papá-

Franco no dudó ni medio segundo en tomar la mano de su hija.

-¿Cómo podría negarme a bailar con la princesa más bella de todo San Marcos?-

Gaby sonrió ante el cumplido, a veces le molestaba que su papá la tratase como a una niña, pues estaba en su etapa de adolescente que busca ser independiente...

Pero Gaby no podía negar que adoraba cada vez que su papá le decía "Princesa", ella siempre seria la princesa de papá.

Además, hoy lucia como una, con aquel vestido largo en color rosa claro que su madrina Jimena le había hecho a medida especialmente para esta noche.

Jimena adoraba diseñar para niños, en especial para su mejor modelo, su ahijada.

Franco y Gaby bailaron entre risas, ninguno de los dos era bueno en ello, a diferencia de Sara y Andrés, que eran expertos, pero siempre se divertían haciéndolo.

-Mi amor –Sara detuvo su baile con su hijo para llamar la atención de Franco- ¿No crees que es tarde ya? Andrés y Gaby tienen escuela mañana

-Ay no- se quejó la pequeña de la familia- quiero quedarme un rato más

Franco se agachó hasta la altura de su hija, y le acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja

-Todos quisiéramos quedarnos más tiempo, mi niña, pero tu mamá tiene razón, tienen escuela y si no se duermen en un rato no hay quien te despierte por la mañana.

Gaby no dijo nada, sabía que tenía el sueño pesado y mucho más después de tanto bailar.

-Voy a despedirme de mis padrinos –Dijo alejándose-

Minutos después, la familia de cuatro integrantes estaba caminando hacia el auto de Franco, mientras subían por la calle, Franco no pudo evitar reírse.

-¿Y a ti que te pasa? –Preguntó divertida Sara deteniéndose frente al auto al oír la risa repentina de su marido-

-Solo recordando cosas del pasado –Dijo el, viendo que Sara no recordaba nada-

-Ah, ¿sí? ¿Y puedo saber que recordabas? –Preguntó Sara fingiendo seriedad-

Andrés y Gaby los miraban sonriendo, amaban cuando sus papás fingían discutir de aquella manera mientras no podían aguantar la risa

-Pues...- dijo Franco acercándose a ella y tomando a Sara de la cintura- nuestro primer beso –dijo el-

Sara puso una expresión de sorpresa, para nada recordaba que hoy se cumplía un nuevo aniversario de su primer beso...

-En este mismo lugar, así, parados frente al auto, le robé por primera vez a su mamá un beso- Le contó Franco a sus hijos que los miraban sonriendo-

Andrés y Gaby amaban cuando ellos les contaban historias del pasado, aunque Franco y Sara omitían los momentos tristes, siempre encontraban una anécdota nueva que contarle a sus pequeños.

-Y también fue la noche que su mamá me dio una de las cachetadas más fuertes que he recibido en mi vida –Agregó Franco-

-Ay ya, cállate, bobo. –Dijo ella avergonzada de aquella cachetada-

Sara recordaba con vergüenza aquella bofetada que le había dado a su ahora esposo, pero para Franco, aquella cachetada era una parte tan especial de su historia.

No habían tenido una historia de amor típica, eso era seguro.

Los pequeños detalles como aquel bofetón, eran los que hacían de su historia tan especial, además, aquel carácter de Sara volvía loco a Franco.

Su mujer podía ser una fiera cuando se lo proponía, y él estaba locamente enamorado de esa fiera.

Franco besó a Sarita sin previo aviso, robándole un beso de la misma manera que lo había hecho hace dieciocho años exactos.

Dieciocho años después, seguía existiendo entre los dos la misma magia, aquel sentimiento de amor tan reprimido que existía entre ambos aquella noche... luego de aquel beso, habían dejado de reprimirlo poco a poco, haciendo que floreciese entre ambos un amor único, un amor puro, sincero y profundo.

Un amor tan profundo como el océano y grande como el universo.

Si alguien les hubiese dicho a Franco Reyes y Sara Elizondo que estarían allí, dieciocho años después, casados y con dos hermosos hijos, ninguno de los dos lo creería.

-¿También me vas a dar una cachetada? ¿O ya estamos bien? –Bromeó Franco-

Sarita solo río antes de volver a conectar sus labios con los de su marido ante la tierna mirada de sus hijos. La mayoría de los niños odiaban ver a sus papás besándose, pero Andrés y Gaby Reyes no, ellos estaban encantados con el amor que se tenían sus padres, y solo podían aspirar a encontrar un amor tan grande como el de ellos, ambos tenían grandes expectativas en el amor luego de crecer rodeados de tanto amor.

sarita y franco imaginesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora