CAPÍTULO 15

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Lo que estaba destinado a ser, siempre será, aún y cuando pasen mil años...
Stefany Carrasco.


¥ Cruce de destinos ¥


Será un placer, señor Nicolás...

Despierto y otra vez es el mismo sueño, o recuerdo, no lo sé, pero en los momentos en los que pierdo la conciencia siempre está ahí. Solo, no puedo ver su rostro, aunque en esta ocasión, pude diferenciar el castaño claro de su cabello.

Me deshago de las cobijas que me cubren y dejo los pies fuera de la cama. Suspiro con pesadez y me pongo de pie, miro por la ventana unos segundos y noto que el atardecer sigue allí, desendiendo con lentitud, seguramente.

Sin hacer absolutamente nada más, me dirijo a la puerta de mi habitación y giro el pomo de la puerta, respiro al salir y cerrar detrás de mi sin haber siquiera pensando en poner unas sandalias en mis pies, y no me molesta, el piso de la cabaña es parecido a una madera suave, cómoda, y por los años suele rechinar si pisas con fuerza, aún más cuando desciendes las escaleras, que están hechas de casi el mismo material. No existen más lujos que las lámparas que siempre estuvieron, y que han permanecido bien pulidas por todos los años que han estado ahí ¿Cuántos años son? No lo sé, pero justo ahí siempre las he visto. Al terminar de bajar el último escalón miro a mi al rededor y solo están Luna y Hanna en el sofá en forma de L a algunos metros de las escaleras mirando la televisión.

Las saludo con una seña de las manos y continúo mi camino hasta la puerta de entrada, alzo la vista y el reloj colgado justo sobre la puerta marca las 05:45p.m. al estar ya fuera, camino hasta donde está la línea que protege la cabaña y tomo asiento en la arena, con la vista fija en el atardecer que refleja hermosos colores en el mar.

Luego de todo el alboroto que se había creado hace un momento, los chicos desaparecieron, cada uno fue a algún lugar dentro de la cabaña, o fuera de ella, yo había ido a descansar un poco y terminé dormida, y las chicas, pues no lo sé, seguro habían ido a su habitación por igual. Pero no había pasado a más que solo los tirones de cabello entre los infantiles de los chicos.

Abrazo con fuerza mis rodillas al pegarlas a mi pecho y recuesto la cabeza en ellas. Quedo en esa posición por lo que parecen ser varios minutos, hasta que siento movimiento a mis dos lados, miro a ambos lugares y solo están Hanna y Luna tomando asiento, la primera mencionada a mi izquierda, y la segunda a mi derecha. Les sonrío a ambas y vuelvo mi vista al frente.

—¿Descansaste bien?—pregunta Hanna.

—Así es—Por un breve instante, pienso en contarles de aquellos extraños sueños, pero niego con la cabeza y lo descarto de inmediato—¿Que hay de ustedes?

—Bruno estaba en la habitación, así que preferí dejarlo un momento a solas y me quedé mirando la televisión en el sofá—Luna es quien responde.

—Yo me quedé a hacerle compañía, no tenía más que hacer—. Miro en dirección a Hanna mientras esta se encoge de hombros.

—Eso explica porqué las encontré allí—Vuelvo mi vista al frente una vez más—¿Dormí mucho tiempo?

—Para nada—Hanna vuelve a hablar —A penas una hora.

Asiento distraída y quedamos en silencio durante varios minutos que parecen horas, el ambiente se sentía extraño, y pienso en la última vez que había dado uno de esos tantos paseos míos. No debería de pensarlo después de lo que pasó aquella última vez, pero, seguro había Sido gran parte de mi imaginación y la opresión era mayor por la agitación. Aunque no lo sé, tendría que pensarlo mejor luego.

Por Si Te Vuelvo A VerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora