Intromisión

44 2 0
                                    

  Sus ligeros pasos recorrían lentamente el largo pasillo, iluminando elegantemente las blancas paredes. A cada paso se acercaba hacia la puerta blanca, llevando una mano hacia su nuca frotando la rigidez de su cuello, por debajo de sus largos cabellos violetas.

Bajó su mano, moviéndola hacia la perilla con inseguridad, clavando sus ojos en esta, deteniéndose por un instante sin apartar su mirada.

Pocas horas habían transcurrido desde su regreso, sintiendo una notable pesadez en cada músculo de su cuerpo, quedándose quieto sin atreverse a mover un solo dedo para adentrarse en la oscuridad de su habitación. Los entrecerrados ojos azules sombreados en los parpados inferiores, rodeados de un pálido rostro.

Llenando profundamente sus pulmones de aire, entrecerró aún más sus ojos, para dejar escapar un resoplido enfadado.

—Joven Satoru —la repentina voz de Tatsumi, sobresaltó al joven alfa, obligándolo a cerrar su mano en un apretado puño a una escasa distancia de la perilla plateada—, el desayuno está listo.

—Yo... —Satoru vaciló por un instante, levantó la vista para ver al mayordomo mirándolo fijamente—... lo tomaré en el jardín.

—Como ordene, joven Satoru —Después de una ligera vacilación, Tatsumi asintió y girándose, comenzó a alejarse a través del largo pasillo.

Satoru comenzó a caminar, poniendo distancia de la puerta a regañadientes, y por alguna razón, el eco de sus pasos, sonaban en sus oídos con demasiada fuerza.

A unos cuantos pasos de ella, sus pasos comenzaron a alentarse, hasta que, en un sólo movimiento, detuvo su cuerpo, girando levemente la cabeza, con el ceño fruncido.  Clavando su mirada en la única barrera que le impedía alcanzar el otro lado de la habitación, nunca se había sentido así, como una simple puerta de madera, podía haber convertido en una notable molestia. Continúo su camino por los pasillos de la mansión Kido, la imagen de la puerta impidiéndole introducirse y adentrarse a la oscuridad de su interior, seguía persiguiéndolo en su mente.

Un solo paso fuera de la mansión, y la cegadora luz del sol de la mañana, lo golpeó con furia, irritando sus agotados ojos, obligándolo a cerrarlos con fuerza.

"¡Agh! ¡¿Por qué tiene que brillar tanto el sol?!"

Abriendo sus ojos con una lentitud meticulosa, podía ver con una sombra borrosa, la clara línea del límite del inmenso jardín; y donde los vivos y verdes follajes de los árboles, cubrían con su extravagante brillo el paisaje, y con el ceño fruncido aún sentía cómo la luz del sol lastimaba sus ojos, tratando de mantenerse tranquilo frente al mayordomo.

—Joven amo, el desayuno está listo.

La voz de Tatsumi lo despertó, girándose a mirar al calvo sirviente, que se encontraba levemente inclinado, siguió su camino hasta sentarse y cruzando su pierna derecha sobre la contraria, sumando a su bella apariencia, un aire realmente refinado; frente a la pequeña mesa con un llamativo desayuno sobre ella.

Miró de reojo al hombre que se había quedado paralizado a su lado, al igual que su mano trémula que servía le servía jugo, al igual que su cuerpo, que se esforzaba por mantenerse tranquilo.

Sostuvo el pequeño en su mano mirando nuevamente el líquido entrecerrando sus ojos acercando el recipiente a su boca. Suspiró, y sin dejar de mirar los árboles, comenzó a ejercer presión sobre el cristal.

—Tatsumi, ¿qué te sucede? —rompió el silencio pegando el vaso a sus labios, sorbiendo el juego lentamente—, has estado muy extraño desde mi regreso.

Satoru giró su mirada nuevamente con sudor en la frente, el sirviente se sobresaltó repentinamente.

—Joven amo...

El Cautiverio de la OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora