Un ferviente deseo

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¡¡¡Menores no lean, se los advierto!!!

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 Caminando a trompicones entre las matas verdes y raíces sobre la tierra, atravesando el molesto laberinto verdoso, que parecía, querer impedir su salida de ese infierno humano. Jadeando una y otra vez, permitiendo que el aire frio envolviera cada poro de su piel, erizando su pálido cuerpo aún sonrosado.

Angustiado con un indecoroso calor que seguía atormentándolo, debido al fastidioso e imborrable recuerdo de los indecentes roces de esos dedos acariciando su cuello, así como la sensación de sus labios devorando su boca e introduciendo una hábil lengua, estimulándolo en el interior.

Después de moverse por, quien sabe cuánto tiempo, una repentina blanquecina luz de luna se colaba vigilante, en medio de la maraña de árboles que parecían no darle descanso.

"Ciertamente, no sabes del poder que tienes sobre mí."

Había visto ese desagradable deseo en los ojos de Hypnos, como si ambos tuvieran el derecho de codiciarlo. Nunca existiría alguien que fuera merecedor, de siquiera soñar con mancharlo de una manera tan degradante.

Cada vez que osaba besarlo, cada vez que tocaba su piel, esa mirada que le recordaba a las miradas de los espectros que darían su vida, con la falsa promesa de la vida eterna.

¡Realmente repugnante!

Soltando un suspiro burlón, miraba el camino, sintiéndose ligeramente relajado. Una parte de él se sentía completamente complacida; él tendría su merecido.

Ser claramente la debilidad, de su más odiado enemigo; usar esa asquerosa obsesión para obtener más fácilmente su cabeza, sin embargo, Atheno comenzaba a cruzar los límites de lo bastardo que podía llegar a ser, con un lascivo deseo en su mirada; tomar su cuerpo no estaba en el contrato.

Lo único ventajoso era que Atheno le ofrecía que, fuera cual fuera el resultado, él pagaría las consecuencias.

Ambos sabían a qué consecuencias se enfrentaba, ser el dios que había desafiado a los dioses, por su necedad de proteger a la basura humana, no le bastaba, le había raptado y encerrado en medio de impuros seres humanos.

Los dioses sin duda no lo pasarían por alto, y por supuesto, también sabía que esta vez Zeus no podría salvarlo, de un cruel y ejemplar castigo, y sin duda, tendría la oportunidad de tomar su vida.

Repentinamente un destello le hizo entrecerrar los ojos momentáneamente, percibiendo el llamativo brillo plateado, que bailaba sobre una superficie acuosa, Hades continuaba sus pasos aumentando la velocidad, esquivando distraídamente los obstáculos del terreno. Su visón se llenaba de aquel incorpóreo resplandor sobre una pequeña laguna, que se encontraba custodiando el hermoso cielo lleno de estrellas.

Saliendo con una notable lentitud de la línea de árboles, el agua a simple vista completamente cristalina que, con la tenue luz disponible, podía mirar el oscuro fondo en medio de la acuosa superficie.

Su acelerado corazón parecía no disminuir, el torbellino de las constantes e imparables imágenes en su mente. El frescor de la brisa hacía que, a las sensaciones aún más vividas en el cosquilleo de su piel, la imborrable huella en sus labios, y una fiebre que comenzaba a aumentar involuntariamente. Sólo podía esperar que el tiempo pasara rápido, y esos escasos, pero ya eternos días terminarán y pudiera reclamar su vida.

El Cautiverio de la OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora