Crimen y castigo

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Advertencia:

El siguiente capitulo puede tener contenido
inapropiado para menores de edad, tales como violencia y/o violación.

Contenido para mayores de edad

Se recomienda discreción.

El resplandor de su cosmos iba desvaneciéndose con lentitud, a la vez que sus largos cabellos descendían revoloteando pacíficamente como hojas secas, hasta quedar completamente inertes sobre sus hombros caídos.

Lentamente sus ojos iban abriéndose, vislumbrando las claras paredes de piedra caliza que se mostraban, alzándose con su habitual aire sobrio y altivo delante suyo, con sus parpados más que evidentemente rojizos e hinchados.

Aspirando con fuerza, el aire entraba por sus fosas nasales, llevándolo a sus pulmones, entre tanto, sus orbes se fijaban con cierta cautela, cada roca de los fuertes muros, que mantenían la habitación llena de un silencio ensordecedor, cuando un ligero temblor en su aún gélido intentando recuperar su calor perdido en le Cocitos.

Un sonoro suspiro se escaba de sus pálidos labios, intentando pasar saliva por su seca garganta, percibiendo como el nudo en ella no se disolvía, sintiéndolo cada vez más molesto.

En su mente, la frívola imagen de Hades se incrustaba con fuerza en su cerebro. Esos ojos refulgentes como un par de carbones ardientes recién sacados del fuego. Contrastando con severidad la blanquizca piel y sus oscuros e hipnotizantes cabellos negros. Horas atrás, había sido lo contrario.

A pesar de eso, podía seguir sintiendo la sedosa sensación de su piel, el sabor de sus labios, el temblor de su cuerpo siendo a penas rozado con las yemas de sus dedos, el peso de su cuerpo, mientras en un vaivén, entraba y salía del abrasador calor de su interior; el inolvidable estremecimiento de su propio cuerpo al sentir como él se aferraba con fuerza a su espalda o a su cuello, escuchando los eróticos gemidos en sus oídos.

Aunque eran dos dioses totalmente opuestos, se fundían para formar un solo ser divino. Había probado como cada parte de su ser se unía con su cuerpo, a pesar de los momentos en que ambos se ahogan y perdían en el éxtasis de la lujuria, se sentía completo en su compañía, su simple presencia era una cálida bienvenida a un sobre acogedor hogar, a la vez que embriagaba cada uno de sus sentidos y su propia mente con su aroma, y lo que parecía ser una profunda luz, que nunca había visto en las llamas de su mirada.

Lleno de una extraña calma, una de sus manos, acercándose a sus labios entreabiertos, recordando la cálida y suave tacto de sus labios entreabiertos; así recorriendo las líneas de su delgado y lívido cuerpo, temblando bajo las puntas de sus dedos indiscretos, así como las extasiadas miradas que le entregaba a cambio de cada caricia.

La diferencia entre esas miradas y la misma que la había dado durante su enfrentamiento en el Cocitos era abismal, comprendía que toda esa furia que brillaba desde su interior no era más que el mismo odio que siempre le había profesado, sin embargo, ¿cómo había sido capaz de entregarse voluntariamente a él?

Sentía que, de algún modo, había logrado subestimarlo; o quizás, él mismo se había engañado todo el tiempo.

Estaba preparado para manejar cada reacción de su parte durante su estancia en el Inframundo, e incluso actuando conforme las circunstancias se presentarán.

Siempre pensando que hacer cuando el momento de volverlo su compañero llegara.

¿Cómo encararía a sus caballeros, diciéndoles que se había unido a su peor pesadilla? ¿Cómo explicar que la sangre derramada de inocentes y de sus compañeros, había sido derramada en vano?

El Cautiverio de la OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora