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Nayeon se encontraba en casa completamente sola mientras lloraba inconsolablemente a causa de los hechos más recientes, su esposo había muerto hace algunos días y desde el funeral ella se negaba a salir de su habitación.

Llevaba días sin comer, sin ducharse y sin siquiera respirar más aire fresco del que entraba por la rendijita de su ventana que había dejado habierta desde hace unos días, que si no fuera por eso ella no estaría recibiendo oxígeno del exterior, ya que no habría tenido las fuerzas suficientes para abrirla en estos días.

Ella no quería hacer nada más que llorar, se levantaba de su cama de vez en cuando solamente para ir al baño, o a la cocina por un poco de agua, y nuevamente regresaba a su habitación a seguir llorando hasta quedar dormida.

Estaba tan destruída tanto por dentro como por fuera, pues la tristeza la estaba consumiendo lentamente.

Su mejor amiga, Jihyo, había intentado ir a verla, pero la coreana mayor se negaba a abrirle la puerta, nadie tenía permitido entrar a su miseria, ni siquiera sus propios padres, quienes al igual que Jihyo se cansaron de esperar por horas a que Nayeon les abriera la puerta, ya que eso nunca pasó.

Era simplemente deplorable el estado en el que se encontraba, estaba llorando sin parar tendida sobre su cama mientras abrazaba una camisa de su esposo y en su mente seguían rondando las últimas palabras de este.

—Nayeon, debes prometerme que no te quedarás sola, encuentra a alguien más que te pueda hacer feliz— El coreano pidió con los ojos cristalizados a causa del dolor que sentía.

—No, no me pidas eso, tú saldrás de aquí y volverás a estar conmigo, ¿Está bien?— Nayeon pidió llorando mientras sujetaba la mano del contrario.

—Amor, ya no hay nada que hacer, por favor prométeme que estarás bien.

—Estaré bien a tu lado, solo quédate conmigo.

—El tiempo se acaba, Nayeon, prométeme que encontrarás a alguien que te cuide por mí, no podré irme en paz si no prometes eso— El contrario dejó ir una pequeña lágrima —Promete que alguien más estará contigo, por favor— Este cerró los ojos.

Su ritmo cardiaco cada vez era más lento.

—Lo prometo— Nayeon habló llorando al ver el estado en el que se encontraba el hombre a quien más amaba en el mundo.

—Te amo— Este soltó con una pequeña sonrisa besando los nudillos de su esposa y sin más cerró los ojos.

Su corazón había dejado de latir.

—¡No!— Nayeon gritó llorando mientras sacudía el cuerpo sin vida de su esposo y el sonido del monitor confirmaba que este había muerto —¡Doctor, por favor, ayuda!— Nayeon suplicó al ver a este llegar hasta la camilla junto a un par de enfermeras —¡No! ¡Por favor! ¡Traigalo de vuelta!— Nayeon se aferraba a la vata del doctor al ver a este cubrir por completo con una manta el cuerpo de su esposo.

Aquello se repetía una y otra vez en la mente de la coreana, esa última charla, ¿Por qué le había prometido algo como eso? Ella no podía cumplirlo, era demasiado.

Nayeon sentía que jamás volvería a amar a alguien después de lo que había ocurrido.

Y nuevamente como cada día, su puerta principal estaba siendo tocada.

Nayeon sabía que era Jihyo.

Por supuesto que no iba a abrirle, no podía si quiera levantarse de su cama en estos momentos.

Entonces decidió cubrirse el rostro con una sábada y continuar llorando apretando fuertemente los ojos como si aquello fuera a detener los incesables golpes en su puerta.

Y justo cuando creyó que Jihyo se había ido algunos mensajes llegaron a su teléfono.

Los ignoró al igual que todos los que había recibido los días anteriores.

Porque Jihyo intentaba cada día poder volver a comunicarse con ella.

Era su mejor amiga y temía que algo pudiera pasarle a Nayeon o que esta misma hiciera una tontería.

Porque la misma Nayeon había dicho que quería morir para volver a ver a su esposo.

Jihyo temía algún día llegar y encontrar a Nayeon sin vida en su casa, desconocía su estado físico, pero al menos sabía que Nayeon seguía viva, pues los vecinos le habían asegurado que la escuchaban llorar inconsolable cada noche.

Entonces continuó con lo mismo por algunas horas.

Se sentó frente a la puerta principal del departamento de su mejor amiga y esperó hasta que esta le abra.

Cosa que no pasó, pues Nayeon en estos momentos ya se había quedado dormida en medio del llanto mientras sostenía la camisa de su esposo entre sus brazos.

Y cuando Jihyo se dió cuenta de que se había pasado toda la mañana esperando ahí decidió que ya era hora de irse.

Porque al igual que los días anteriores era obvio que Nayeon no iba a abrirle la puerta.

Entonces después de algunas horas el estómago rugiente de Nayeon la hizo despertar, por lo cual le fue inevitable tener que levantarse con dirección a la cocina y sirviéndose un vaso de agua se lo bebió de un trago para seguidamente regresar a su habitación con la intención de volver a llorar.

Sin embargo al regresar a la cama tomó su celular para distraerse un rato en sus redes sociales, las cuales, llevaban varios días sin ser abiertas.

Y mientras leía un par de chismes y noticias, un anuncio llamó su atención.

"¿Un club de superación? Pura mierda" Nayeon se enojó al ver esa recomendación en un anuncio por lo cual decidió darle 'no me interesa' y ocultarlo de sus recomendaciones.

Sin embargo la publicidad de este lugar era demasiado abundante, o tal vez su celular la espiaba y decidía recomendarle eso, pero innegablemente ese anuncio estaba casi por todas partes.

Tuvo que silenciar aquel anuncio tedioso varias veces hasta que se cansó y decidió simplemente solo ignorarlo.

Aunque ciertamente era desagradable ver cosas como esas en estos momentos, no había más remedio que solo ignorarlo.

Pero esa publicidad se había quedado en su mente.

Un Club de Superación.

Tal vez sería bueno ir y hablar sobre sus aflicciones con gente que pudiera comprenderla.

Sin embargo, eso requería salir y dejar el llanto por un momento, y ella aún no estaba lista para pisar de nuevo las afueras de su apartamento.

"¿Qué mierda Im Nayeon? Tú no irás ahí, tú no necesitas ayuda" Nayeon se aseguró a sí misma intentando sacar de su mente esas tontas ideas de salir de casa.

Y nuevamente dejó su celular sobre la mesita de noche antes de volver a abrazar la camisa y dormir un poco más repitiéndose una y otra vez a sí misma que nunca pisaría ese tonto lugar de superación.

EL CLUB DE SUPERACIÓN || 2YEONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora