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Un día solo me gustaría escucharte decir "me gustas"... ¿Qué te detiene?
Estoy aquí pensando en todas las cosas que hice mal ¿Por qué me gustas? Estoy rompiéndolo.
«-¿Acaso te estás enamorando? Porque creo que sí lo estás hacie...
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Yuzuha
No había dormido nada, mirando películas y pensando en las palabras de mi hermano mayor.
«Te quiero mucho, Yuzuha»
Ni siquiera sabía si estaba siendo honesto con sus palabras, él es el único que sabía que esas habían sido las últimas palabras que dijo nuestra madre hacia mí en privado por lo que tenían un fuerte significado para mí y el hecho de que él tuviera el atrevimiento de mencionarlas con una sonrisa dulce y mirada enternecida había generado mucho ruido en mi cabeza.
—Me gustaría leer mentes— murmuré para mí misma en relación a la película que acababa de terminar. Suspiré y me quité los audífonos para ir en busca de algo para comer en la cocina.
Al salir de mi habitación un leve bullicio de pisadas se escuchó por lo que rápidamente me apresuré en bajar las escaleras y encontrarme con miembros de los Black Dragons, eran los "soldados" que siempre acompañaban a Taiju donde sea que él vaya.
—Señorita Yuzuha— asintieron a modo de saludo antes de marcharse por la salida trasera de la cocina.
—Su hermano mayor se fue hoy temprano y nosotros nos quedamos haciendo una tarea, espero no le hayamos interrumpido el sueño— aclara uno de ellos —. Que tenga buenas noches.
—Igualmente— murmuré atónita al verlos llevarse un trapo con sangre cada uno de ellos con el cual se limpiaban las manos, dichos trozos de tela fueron directo al tacho de basura.
Simulé restarle importancia a sus asuntos mientras me preparaba un sándwich de atún, aunque ellos no eran idiotas y sabían que iría a ver su lugar favorito de "encargos" una vez ya estuvieran todos a bordo del lujoso auto de mi hermano el cual ellos compartían. Cuando escuché el vehículo marcharse caminé directo a la despensa delantera y al girar la perilla de la puerta no cedió, por lo que corrí en busca de la llave de repuesto que escondía en la alacena. Una vez le había quitado el seguro, empujé levemente la madera, lo suficiente como para que me dejaste ver lo que había allí que obviamente era algo más que la reserva de alimentos de la casa.
Mis ojos se abrieron como platos y mi respiración quedó atorada en mis pulmones al ver de quién se trataba.
—Ishikawa— exclamé al ver a Natsuo hacer su mejor intento por no cerrar los ojos.
Estaba en el suelo apoyado sobre sus rodillas y metatarsos, traía puestos únicamente sus pantalones del uniforme de la pandilla mientras todo lo demás estaba tirado detrás suyo, una mordaza en su boca y sus manos detrás de su espalda, seguramente sujetadas entre sí con algún precinto. Su cuerpo mojado y manchado en su propia sangre temblaba a cada respiración que daba mientras miraba fijamente el suelo, parpadeando lentamente se notaba a kilómetros que en cualquier momento caería inconsciente pero aún así era admirable como se mantenía despierto.
