10 | No me creo el cuento

360 39 0
                                    

Al despertar, sentí los rayos del sol en mi cara. Fruncí el ceño porque seguramente Ferit había dejado las cortinas corridas.

— Ferit, cierra las cortinas  — me volteé al otro lado para no tener toda la luz en mi cara.

No escuchaba su respuesta y no me gustaba que me ignore, así que, nuevamente dirigí mi mirada a su lado y no encontré nada. ¿Dónde se ha medido? escuche unos murmullos en la pequeña sala, me levanté y enrede las sábanas a mi cuerpo, me dirigí hacia afuera.

— Despertaste —me dijo mientras sonreía y tenía el celular en la mano—. Me llamó mi madre, quiere que vayamos a desayunar...—lo miré y notó confusión en mi cara—. Descuida, le dije que no podemos ir...—no quería que pensara que no quiero volver a su casa—. Al desayuno e iríamos al almuerzo —se acercó a besarme—. Sino te diste cuenta ya son las doce —me alzó y me dirigió al sofá y estampó sus labios—. Aun así, buenos días amor.

— Buen día —me sonrojé al notar la manera en cómo me trataba y seguí el beso—. No sentí cuando te levantaste.

— ¿Qué te puedo decir?—sonrió mientras dirigía una mano a mi rostro y hacia caricias—. Te deje tan agotada que ni con todo el ruido te hubiese despertado —dejo escapar una carcajada—. Te ves hermosa, sino te diste cuenta aquí —señaló la mesita cerca al sofá—. Hay un poco de comida.

— Espera...—la miré extrañada, vi nuevamente la mesita, la bandeja estaba llena—. No comiste nada.

— Estaba esperando hasta que despiertes, quería que disfrutemos juntos esto —señaló la mesa—. Aunque tenga que sacrificar mi hambre por ti —soltó una carcajada.

— Eres un odioso —sonreí y empezábamos a degustar lo que había en la bandeja.

Casa de los Yildirim:

— No me creo nada sobre que Ale esté con una amiga —dije mientras no podía dejar de ver la entrada de la casa—. Meltec, cariño, tú bien sabes que ella no es así.

— Ya no sé que pensar, tenemos que esperar hasta que venga Angelo. No quiero otro escándalo en la familia, no ahora —soltó un suspiro—. Así que confiemos en Angelo, ya que, Emiliano ni viene a dar la cara —soltó un gruñido y dirigió el vaso de tequila a su boca.

— Es temprano para que te pongas a beber, no lo habías hecho desde...—me sentí interrumpida, aunque no lo aceptara se que él era quien más sufría por Alessia.

— No lo digas, solo...—fuimos interrumpidos por el timbre. No espere nada y corrí hacia la puerta, encontrándome con Angelo.

— Señora, buenos días —dirigió su mirada al interior y siempre esquivaba la mía, aunque lo hiciera aún podía ver preocupación en ella—. Puedo...—estaba nervioso—. ¿Pasar?

— Claro, adelante. Mi esposo está ahí —lo deja pasar, cerré la puerta y nos dirigimos hacia la sala—. Cariño, Angelo esta aquí...—vi como dejaba el vaso en la mesa.

— Bienvenido Angelo —dijo mientras se dirigía hacia el mencionado—. Sabes que en esta casa te guardamos un gran estima —le señaló el mueble para que se sentara—. Espero que tú sepas retribuir a eso.

— Claro que sí señor —suspiro—. Pero de una vez le digo que...—sentí como mi cuerpo se estremeció al escuchar un ruido en la mesa, y es que mi esposo la había golpeado.

— No me creo el cuento que mi hija está con una amiga y mucho menos que no sabes nada de ella —soltó de una, vi como su cara se transformaba, mientras Angelo solo reflejaba temor—. Así que, de una vez te digo, por todo el cariño que le tienes a ella —suspiró—. ¿Donde carajo está Alessia? Iremos a la policía, nuevamente.

Lo que vino después de eso no lo podía creer, solo pude dejar que mis lágrimas cayeran y seguir escuchando la historia que él me estaba contando sobre qué Alessia estaba con Ferit.

CautivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora