— Entonces ahí los veo — mi papá rió, para seguir hablando por el teléfono.Volteé a ver a Nana y lo imité, robándole una sonrisa.
— Mel, ya termina — dijo ella e intentó parecer seria, pero obviamente no lo logró.
Papá volvió hacia mí y sonrió.
— Me tengo que ir — anunció, tomando su saco — estaré fuera tres días. Pórtate bien.
Le mordí a mi pan tostado, ignorándolo.
— Ángela, por favor cuida de ella — pidió mi papá, yéndose.
Ella me miró.
— Estaré en la cocina, avísame cuando te vayas — me sonrió, yéndose.
Ángela era una mujer de unos sesenta años con cabellera platinada que antes era café, al igual que sus amables ojos. Ella me había cuidado desde que yo tenía memoria, era como mi madre.
— ¡Come bien porque hoy tienes entrenamiento! — gritó desde la cocina.
Y sí, ella había sido como mi madre, se preocupaba y velaba por mí siempre. Papá no se había vuelto a casar luego de lo que sucedió con mamá, pero eso no le impedía tener novias aquí y allá.
— ¡Ya me voy nana! — grité levantándome.
Oí sus pesados pasos venir a mí, hasta que se apareció a mi lado.
— Melissa, esto no es comer bien — dijo apuntando a mi plato.
— Me comí dos bananas y un pan tostado con mermelada de fresa — me defendí, tomando mi bolso rosado.
Negó con la cabeza, para luego darme un cariñoso beso en la mejilla.
— Por favor cuídate.
Asentí y le devolví el beso, saliendo de mi hogar.
Al abrir las dos enormes puertas de madera blanca, el fresco aire de afuera me abraza y sonreí; me sentí como en una película de Disney. Bajé los escalones de piedra para llegar hasta mi auto, mi precioso BMW Z4 rojo. Que estaba muy mal estacionado cerca de la fuente de cantera.
— El tequila no es el mejor ayudante para estacionarte.
Volteo, encontrándome a Wilhelm podando los árboles del jardín.
— Con o sin tequila, mi fuerte no es estacionarme — le sonrió, apretando la llave haciendo que los seguros se quiten — Nana te está esperando para que entres a desayunar.
Pude ver una feliz y enorme sonrisa asomarse por sus labios.
— ¿En serio? — pregunta peinando su cabello plateado.
Asiento, abriendo la puerta de mi auto y entrando.
— Está preparando los panecillos que tanto te gustan. Pero no le digas que te dije — hice como que cerraba mi boca con un cierre imaginario y le lancé la llave imaginaria.
Wilhem hizo como que la atrapó, guardándola en el bolsillo de su uniforme y entrando a la casa.
Él y Nana se una onda amorosa, que solo ellos sabían manejarla.
El trayecto a la universidad fue como el de todos los días, una nueva multa por pasarme los altos. Pero bueno, para papá no era nada nuevo.
Me estacioné frente a la universidad, y vi que mi teléfono estaba sonando: Era una llamada de mamá. Solo me quedé ahí, mirando mi celular sobre el asiento, pero sin contestar.
Vi que alguien se estaba aproximando hacia mí, así que tomé el celular y lo metí en mi bolso, bajando del auto.
— El rojo es peligro, y significa no debes de pasar — Matt tomó mi multa enrollándola y dándole un muy ligero golpe en la cabeza, que solo pude sentir porque lo vi.
ESTÁS LEYENDO
Nuestros caminos (Roomie 3)
Teen FictionEste libro es la tercera y última parte de la trilogía de "Viviendo con mi mejor amigo" Donde se contará la historia de cada uno de nuestros roomies y sus amores. *Primeros capítulos* - Matt. *Segunda temporada* - Tommy