Bonus+

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—¡Tío Chifuyu! ¡tío Chifuyu! — La adolescente corrió a los brazos del hombre de 30 años de edad emocionada.

— Hola dulzura— Saludó, recibiendola con cuidado en sus brazos. — Me alegro que hayan podido venir.

— No faltaríamos por nada del mundo.— Dijo una voz más gruesa, llegando de la mano con su esposa. Yuzuha venía con ellos—¿Dónde está Kazutora?

— Está dentro con Mikey y el resto.

— Voy a saludarlos, vamos Emma.

Los otros dos pasaron dentro del salón y la chica que los acompañaba se quedó en la entrada con Chifuyu.

— Estoy orgullosa de tí, mira todo lo que conseguiste. — Dijo.

— No lo hice yo solo, Kazutora me acompañó todo este tiempo. Es un logro de ambos.

— No puedo creer que después de tantos años ustedes sigan juntos, mis relaciones apenas duran dos meses— Confesó riendo.

En eso, más personas llegaron al lugar. Eran amigos de Kazutora en la universidad, porque sí, el chico decidió volver a estudiar. Ahora, Kazutora estaba en el tercer año de la facultad de veterinaria, tenía un novio maravilloso y estaba apunto de abrir su tienda de mascotas.

Así es, los chicos decidieron que comenzarían su propio negocio. Hoy era el día de su inauguración.

Amaban a los animales. Eso y que estaban cansados de los constantes regaños de Smiley como jefe. Esa tierna sonrisa ocultaba un cruel ser humano capaz de destruirte si colocabas más de la ración indicada en la receta.

—¡Amor!— Gritó Kazutora llegando junto a su novio. Cuando vio a sus amigos de facultad su cara enrojeció totalmente.

— ¡AHHH!¡AMOR¡¡AMOR!¡AMOR!— Comenzaron a gritar al unísono, burlándose de Kazutora. Chifuyu no pudo aguantar la risa.

—Callense bola de vírgenes solterones.— Ordenó Kazutora, tomando a Chifuyu por la cintura y acercándose a su oído, los gritos de sus amigos frente a la tienda se hicieron más fuertes pero a él no le importó— Tenemos que comenzar, ya estamos todos— Susurró.

—¡Sí!— Exclamó entusiasmado el chico, soltandose del brazo de su novio y entrando dentro de la tienda.

   Ya todos estaban ahí. Mikey, Takemichi, Yuzuha, Draken, Emma, Pah Chin y Peh Yan llegaron con la torta, otras bandejas llenas de sándwiches y bebidas.

  La que se armó.

Ese mismo día, Mikey tomó tres botellas solo y terminó llorando encima de la mesa de postres, según él, lloraba porque quería ser un gato.

Pah Chin y Peh Yan pusieron música y Hina sacó a Takemichi a bailar, pero como el chico tiene dos pies izquierdos se la pasaba pisandola.

Yuzuha estaba sentada sola en la esquina del salón, hasta que se le acercó una chica compañera de clase de Kazutora y comenzaron a charlar. Ese mismo día, la peliclaro se flechó.

Smiley estaba fingiendo ser fuerte y que aceptaba que los chicos dejaran de trabajar con ellos, pero Angry sabía que llegando a casa se pondría a llorar, así que lo sacó a bailar un rato para animarlo.

Con todos en la pista o hablando animados, Kazutora estiró de la mano a Chifuyu y lo sacó afuera de la tienda.
Lejos de la música.

—¿Sucede algo?— Preguntó.

— No, bueno sí— Confesó el pelilargo. Sujetó fuerte de la cintura a su pequeño novio y lo besó dulcemente.—Sucede que quiero besitos.

—Debiste pedirlos antes— Sonrió picaramente y comenzó a dar piquitos al más alto.

De a poco los besos comenzaron a subir de tono. Las lenguas de ambos chocaban y solo pararon cuando Kazutora metió su mano bajo la remera de su novio y acarició su abdomen.

— Aquí no— Regañó Chifuyu— Estamos en la calle.

— Ahg.

Se separaron. Kazutora limpió el resto de saliva ajena que quedó en sus labios con el puño de su ropa y dirigió su dedo pulgar a los labios de su amado acariciándolos.

— Volvamos. — Dijo Chifuyu.

— ¿Sabes que te amo demasiado? —Ignoró Kazutora.

— Y yo a tí, mucho.

—Pero yo más— Insistió.

—Lo dudo.

—Que sí.

Chifuyu se puso a reír y besó la mejilla de su novio fugazmente.

— Soy tan feliz contigo— Confesó.

Los ojos de Kazutora brillaron al oír aquello y su sonrisa era imborrable. Después de tantos años seguía con el hombre que amaba, con el amor de su vida.

Chifuyu por su parte se sentía en paz, por primera vez en toda su vida se sentía libre e inquebrantable.

El complemento de uno era el otro.

Estaban iniciando algo nuevo juntos y ninguno se sentía nervioso, ninguno tenía miedo, ninguno sentía que sería un fracaso. Todo porque se tenían mutuamente.

¿Existiría algo mejor que eso?

MisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora