Capítulo 3; No llores

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Esté tercer capítulo incluirá la historia en vista a nuestros demás personajes principales, conoceremos sus pensamientos y sentimientos que surgen en su momento.

                           
Tom Wilson

—¡Garret! ¿Puedes ir más rápido? ¿¡Por favor!? —dije, casi gritando.

Lizzie es mi novia, y la amo más que a mi vida; es la escénica de mis días. Es el ser que ilumina mi vida en casa mañana y lo único que deseo es hacerla feliz, es increíble la manera es que me hace sentir como si fuera un maldito títere y lo disfruto como nadie porque sus caderas me demuestran que vale la pena cada cosa que hago y haría por ella.

—Llamó a media noche, y no volvió a timbrar —dijo Isaac pasando la mano fuera de la ventana del copiloto—, si fuese urgente me habría llamado Nick.

¿Qué mierda tiene que ver ese Nick con todo esto? ¡A él le importaba una mierda lo que pasase en la vida de mi novia!

—¿Nick? —mencionó Carrie un poco dudosa

—El de intercambio —aclaré de malas.

—¡Dios! —cubrió su boca de asombro—. Disculpen pero, ese chico es tan sexi. Es literalmente la carne fresca de todo el instituto, y tu novia lo está alojando en su casa. ¿Dónde duerme él? —dijo con una risa burlona

—¡Cállate! —La voz de Garret me sorprendió—. No todas las chicas están esperando a un tipo más bueno que su novio para tirárselo.

¡Auch!

—Aquí a la izquierda, por favor —Isaac sonó desesperado— ¡Justo aquí! ¡Adiós, Carrie! ¡Lo siento mucho! —le dió un beso desde afuera del coche y corrió angustiado a la puerta.

¿Tenía llaves?

—¡¿Esa no es Pucca?! —fruncí el ceño perdiéndome en la felina que venía hacia nosotros.

¿Cómo diablos apareció?

—¡Mierda, hermano! —corrió llamando a la gatita— ¡Holaa, Pucca! Tu madre estará tan Feliz.

Le dió tantos besos que parecía eufórico. Pucca era la gatita de Lizzie, su madre se la había regalado el día que supo que estaba... bueno, no pude evitar querer llorar al recordar ese día.

—¡Dame las llaves! —pedí desesperado.

—¡Toma! —me dió las llaves que estaban en el bolsillo izquierdo de la bermuda roja que le había prestado mientras seguía besando a Pucca como si fuese oro.

No podía esperar a ver cómo estaba mi novia, pero no me llamó a mí y, yo tenía que dejar que Isaac la viese primero, la conocía lo suficiente para saberlo.

—¡¡Dios! ¡Esta maldita puerta no quiere abrir...! —La empujé y de pronto casi caigo en mi propia cara.

La madre de Lizzie estaba en la sala llorando y no pude evitar ir a consolarla, así que le indiqué a Isaac que se adelantase. Encendí una lámpara que estaba en una pequeña mesa al lado de un sofá

—Señora, ¿qué pasó? —musité, abrazándola sin más

—Traté de que funcionará pero no pude y aunque ella no lo soporta. —hizo una pausa tratando de no llorar—. ¡Él no hace el esfuerzo!

—Sabía que esto pasaría... —sube su espalda— ¿Cómo está ella? —pregunté alejándome de la madre de mi novia, tomándole los hombros buscando respuesta.

—Mal, ya te imaginarás, pero Nicki tuvo que ir a calmarla porque no paraba de llorar —dijo, secando sus lágrimas.

¿Nickiii? ¿Qué put...? ¡ok, no!

El alma en su miradaOù les histoires vivent. Découvrez maintenant