Capitulo especial

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Isaac Anderson

Después de ese día y ver cómo Elizabeth tenía terror de lo que podía hacer; sus padres tuvieron que marcharse por su seguridad, no tuvieron opción, después de una gran charla con Patrick pude estar tranquilo. Al parecer su relación con Lizzie había mejorado.

Thomas se quedaría con ella, los sueños no la abrumaban porque Morfeo se encargaba de ello.

Lo extrañaba, podía notarlo al querer dormir, hablándole antes de cerrar los ojos.

Yo estaba harto de hacer lo que hacía pero una fuerza sobrenatural me movía, y quería disfrutarlo. Quizá haría una estupidez pero, aparte de Elizabeth no había nada que deseara más.

—¿Cómo está la chica? —indagué a uno de los guardias sobornados.

—Bien, no ha venido nadie por ella.

—¿De cuánto es la fianza?

—¿Vas a pagarla? —musitó burlón.

—¿Con quién debo hablar?

—Nadie puede saberlo, pero... ella ya no está aquí.

Me sorprendí pero a decir verdad ya lo veía venir.

—¿Cómo sucedió? —fruncí el ceño desviando la mirada. Al final me devolví a él— ¡Nadie dijo nada!

—No tenían que hacerlo, el hombre de placa no tiene jurisdicción aquí. Dejaron ir a la chica hace unas horas.

—¿Sabes adónde podría estar?

—No, pero su familia tiene poder aquí, y siempre están reunidos en el restaurante al lado de la universidad.

La maldita universidad, así fue como dieron con nosotros. —Pensé.

—Okay, amigo. Esto es para que no me reconozcas, jamás. —coloqué unos billetes en su bolsillo delantero en la camisa.

Pronto nos veríamos, no era necesario.

La constante daga de necesitas llevar almas, me estaba asfixiando. Quería ir por esa chica pero primero necesitaba sin duda llevar una maldita alma. Quizá sería bueno.

Mi instinto me llamó a un callejón donde se encontraba una dama vestida de negro, llevaba un vestido del mismo color y zapatillas ruidosas, un poco relucientes.

Quiere llamar tu atención.

—Sabía que vendrías, perro del infierno.

Su voz era retadora pero podía oler su miedo, y eso me fascinaba.

—¿Por qué no huiste? —me acerqué a ella. No se movía un centímetro.

—¿Por que lo haría? Me han hablado tanto de ti. Tienes una buena reputación.

—¡Oh! ¡Wow! La verdad es que prefiero tener mala reputación.

Esto me gustaba, era como cazar, pero les gustaba ser cazados.

—¿Qué harás conmigo? —su voz parecía resignarse.

—Dime que es lo último que deseas —musité. Escanee ese lindo vestido con los llamas en los ojos.

Me acerqué a ella y noté que hacía lo mismo.

—¡Matarte! —su voz se hizo aguda y sentí algo frío en el torso. Arrastré la mirada y había una daga algo extraña queriendo atravesar mi piel.

Fue inútil su intento de escapar.

—No hay arma hecha por el hombre que me pueda matar —susurré cerca de sus labios.

El alma en su miradaOù les histoires vivent. Découvrez maintenant