Capítulo 25; Venganza

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Isaac Anderson

Estaba en la habitación de Lizzie removiendo sus cosas y me topé con una foto nuestra. Al sujetar el marco de madera pude recordar el momento como si estuviera allí. Nos encontrábamos festejando nuestro cumpleaños (ya que el mío es primero esperamos para hacerlo). Yo portaba un traje, y ella un vestido lila con flores. Estábamos en la cabaña, mi padre me la había regalado. Se podía apreciar el lago y el bosque a su alrededor desde de la foto, cargué a Lizzie a cuestas mientras nuestros padres nos veían, y la tiré al lago. Supongo que es costumbre mía.

Jamás cambiaría esa sonrisa y esos momentos, porque son lo único que me quedará.

Recuerdo ese día en la noche, cuando llegamos a mi casa. Decidimos hacer un picnic y allí dimos nuestro primer beso. Jamás sentí tal cosa, sólo lo he sentido dos veces y han sido esos dos besos. No cuando nos dábamos besos castos u en fiestas. Era cuando éramos nosotros.

No deseaba el beso. Deseaba verla a ella ordenándome que hacer.

Isaac, deja eso.

—Isaac, no.

—¡Deja mis libros!

Ella no sólo era mi amiga, fue y es parte de mí. Ahora que no está, la extraño, pero no será por mucho tiempo, la traeré de vuelta.

—¿Por qué tan pensativo? —indagó la cazadora desde el marco de la puerta.

Aclaré la garganta y dejé la foto en su lugar.

Ella no estaba tranquila, sabía que ocultaba algo. Debía averiguarlo pero, después.

—Ya no eres prisionera, ¿por qué no te has ido?

—¿La quieres mucho, no? —me ignoró y quiso  adentrarse pero la frené.

Supuse que lo decía porque había pasado la mayor parte del tiempo en su cuarto, tocando la pulsera, y con la bufanda a pesar de que el frío comenzaría hasta finales de diciembre, y apenas estábamos a mediados de noviembre.

—¡No! No hagas eso —espeté.

—Sólo quiero ayudar —murmuró.

Me levanté de golpe, traté de aguantar el enojo.

—¿¡Ayudar!? ¡Tú eres la razón! Si no te hubieras interpuesto en nuestro camino, ella estaría aquí.

Podía oler su irritación, algún tipo de sensación química en la atmósfera.

—Pues "ella" podría matar a todo el que se le atraviese sólo por no interponerse en su camino.

—No creas que somos diferentes... —me acerqué a ella—, así que no te interpongas.

Se quedó perpleja y pasé por su lado para ir a la sala de estar. Necesitaba una ducha y noticias nuevas de Morfeo. Quería saber que le había dicho, yo le comuniqué a unos demonios lo que quería y ellos hicieron su trabajo distrayendo a Luzbel.

Me di una ducha con agua fría, y comí un pedazo de pizza que estaba en el refrigerador, pero para mí mala suerte allí estaba un pedazo de hamburguesa. Recuerdo el día en que la pidió.

El alma en su miradaOù les histoires vivent. Découvrez maintenant