Capítulo 15: Un paseo por la isla

1 0 0
                                    

Se despertó congelado: en su pieza hacía un frío gélido que implicaba taparse con todas las sábanas disponibles si el aire acondicionado estaba prendido. Si estaba apagado se sentía un calor infernal. La temperatura de Itaparica era agradable sólo si se tenían todas las comodidades posibles. Narciso nunca pudo regular la temperatura de la -sorprendentemente modesta- pieza que le tocó.

Esa mañana decidió sumarse a una actividad que todavía no había hecho: la caminata por la isla. Definitivamente no había viajado con las zapatillas apropiadas y, luego de esa semana tendría que tirarlas. Lo primero que hacían antes de empezar la caminata era estirar, cosa a la que Narciso estaba relativamente acostumbrado por hacer ejercicio regularmente. La GO encargada de la caminata, era muy atractiva: medía cerca de un metro ochenta, tenía un cuerpo atlético, y bailaba increíblemente, según pudo cotejar unos días después en el "boliche".

Esperaba un ritmo lento: había personas mayores dentro del grupo, y en ningún momento se especificó que era una caminata rápida. El ritmo de la coordinadora era demencial, lo que no parecía importar a la gente mayor. Eran ese tipo de viejos, que llevaban una vida poco dura y con bastante ejercicio. Se veían como los que aparecen en películas estadounidenses con su equipo deportivo y pesas trotando por la calle.

El paseo por la isla era magnífico, contaba con lugares que probablemente no se podrían conocer si no fueran por la caminata, como un par de restaurantes que se encontraban cerrados, o los límites con otro complejo. La vista era increíble, y esta no se limitaba a ver la playa. A Narciso le hacía recordar a Jurassic Park, especialmente a las atracciones que no funcionaban. 

Como era de pensarse, Narciso terminó bañado en sudor, y fue a tomar agua de coco a la barra. Fernanda, la GO, sugirió que vayan a la clase de "despertando los músculos", y a él no le quedó otra que aceptar. Se daba cuenta que en unas horas le iba a doler absolutamente todo. Desde ese día, volvería siempre a tal clase, no solo por la tranquilidad de estar al lado de palmeras con música de fondo, y a metros del mar, sino también porque la GO tenía una voz calma y era muy bonita. Por supuesto que le ayudaba muchísimo a recuperarse físicamente de alguna locura que hubiera hecho el día anterior, y de lo poco que dormía. Luego de esta clase que le dio la posibilidad de volver a moverse, fue a tomar una ducha, lamentándose de haber bañado en transpiración una muda de ropa que necesitaba para todo el día. 

ItaparicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora