Capítulo 7: Buenas noches

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En cierto punto, Facundo, la pretensión romántica de Camila, se fue. Quedaba poca gente en la fiesta. Él estaba determinado a acompañarla hasta su cuarto, y no estaba tan mal como para olvidar sus modales. Ella definitivamente estaba peor, pero le agarró la mano y fueron juntos a través del anfiteatro hacia el sector donde vivían los "gentiles organizadores" (GO's). No era muy lejos de donde él estaba, pero los caminos resultaban bastante confusos. Cuando llegaron, se encontraron con su compañero de cuarto, y empezaron a fumar.

-Esto no se consigue en Argentina- dijo ella, refiriendo al papel de choclo, que no era nada del otro mundo.

Luego, se puso hablar con su compañero, Spike, en portugués, este escuchaba, meditabundo.

Ambos tenían la impresión de que Narciso no entendía el idioma. No obstante, se adaptó bastante rápido a él, probablemente por instinto de supervivencia.

Camila mantenía un diálogo coherente, a pesar de su alcohol en sangre. Por supuesto que no estaba privado de su habitual vanidad.

-Nunca me había pasado que una GO gustara de mí, si alguna GE- le contaba a Spike.

Abstraído y destilando alcohol, Narciso escuchaba. Al mismo tiempo, fumaba alguna pitada del cigarrillo improvisado. Después se preguntaría con curiosidad, quién sería esa GO. Todo parecía apuntar a la brasileña, petisa, con la que él nunca había cruzado palabras. Poco más recordaba de ese diálogo donde él no era protagonista. Se aburría rápidamente en situaciones donde las conversaciones tenían poco que ver con él, ni le podían generar una opinión. Por lo que, quién sabe qué hora sería, saludó a ambos y se dispuso a partir.

- ¿Sabés para dónde queda tu cuarto? - acertó en preguntar ella.

-No-.

Le dio unas instrucciones que no terminó de entender y él empezó a caminar hacia adelante, y luego hacia la derecha. Definitivamente no conocía esos jardines y era bastante de noche. Se perdió en un laberinto imaginado por su mente. Luego de caminar un poco, decidió volver hacia donde estaban los GO's que lo tuvieron que guiar al cuarto.

Luego le deseó buenas noches a Camila por WhatsApp: el alcohol, la noche y la soledad eran combinaciones algo problemáticas, e inducían a mensajes que no deberían ser enviados.

Sentía, además de esa catarata tan confusa de emociones, cierto imperativo por cuidar de ella, al menos durante esa semana. Valor, probablemente patriarcal, que arrastró durante mucho tiempo. Pensaba, luego de una noche, que había entendido la psicología de Camila y sentía cierta empatía hacia ella.

Camila parecía sentirse sola en un país extranjero, sin nadie que se preocupara realmente por ella. Luego supo que tenía solamente veintiún años, un año menos que Narciso. Si él estaba más perdido que turco en la neblina, sería lógico que ella pasara por lo mismo.

Recordó como es que tenía el número de ella: tuvo el poco usual coraje de pedírselo, casi al mismo tiempo que Facundo. Lo obtuvo mencionándole su promesa de que comieran juntos un bolo de tapioca -cosa que nunca supo bien en qué mesa del desayuno estaba, y, si lo comió, mucho menos recordaría su sabor-.

Resultaba realmente sorprendente la viveza e inteligencia que le podía provocar el alcohol. Claro que reducir la cuestión a esto sería caer en un simplismo: definitivamente estaba motivado por cuánto le gustaba Camila.

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