Capítulo V - Vacío

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Poniendo como ejemplo el hipotético caso en el que uno es un obrero al que contratan y como principal órden, se le pide colocar todo tipo de explosivos en la planta baja de una edificación con el fin de derribarla en su totalidad para construir una nueva, ¿Con qué creen que nos encontraríamos?

Exacto, absolutamente nada. Escombros, polvo por doquier y un hueco gigantesco como acto consecuente del derrumbe.
Relacionando esta absurda metáfora constructiva, puedo decir que todo ser humano nace capacitado con aptitudes y un sin fin de destrezas para deconstruír a cualquier individuo que se le atraviese, intimidándolo al involucrarse con su lado depurado y ante esta oportunidad, es ahí cuando puede atacar sus puntos débiles, hasta producir su caída.

Asociando lo anterior, diría con un toque de sutileza que nunca me importó todo lo que conllevó a mi cataclismo psicoemocional. Lo que realmente me preocupó, fue el antes y el después que esto determinó. Una vez que el cuerpo toca fondo, las preguntas más insólitas llegan para hechar raíces:

¿Y ahora qué sigue?

¿Cuál es el rumbo que debo tomar?

¿A dónde va una persona cuando le duele el alma?

El vacío está fuertemente asociado a aquella pesadéz desgarradora que tiene lugar en el pecho debido a un factor del mundo externo que causó dicha tristeza asfixiante que, como acto consiguiente, conduce hacia la apatía extrema, generando un verdadero desgaste psicosomático.
La delgada articulación entre "angustia" y "acción" se da cuando el individuo busca llenar un vacío estructuralmente emocional. Por lo que se determina todo tipo de ademán desesperado para colmar este hueco insaciable, que al ser emocional, no produce ningún cambio o avance, solo continúa un desequilibrio que ennegrece aquello que se quiere corregir para volver al ya nombrado estado de homeostasis.

Marzo del 2015:

Me invitaron a una fiesta de cumpleaños. El mismo evento se celebró en la casa de uno de los chicos que ofreció por su voluntad, prestarla.
Todos mis compañeros de colegio asistieron a ese lugar, por lo que era indescriptible la cantidad de alcohol que había, sea cual fuese el lugar donde uno se detuviera a mirar. La música le abrió sus puertas a un montón de adolescentes vacíos que buscaban gozar en base al descontrol.

Primer trago para dar comienzo a aquella noche, en la que me encontraba pasándola bien con mis amigos, olvidándome de todo lo que me resultaba atormentante debido a la rutina.

El segundo fue un poco más fuerte, hacíamos retos y shots para burlarnos de quién perdía, lo que dió paso a los siguientes, un tanto más intensos.

Es inexplicable lo malo que soy para el baile, pero ahí estaba yo robándome las miradas mientras lo único que hacía era disfrutar mi cigarro y todas esas canciones que me alegraban sin saber qué pasaba a mi alrededor, debido a la potencia del tercer trago.

Cuarto, no habían estereotipos ni prejuicios sobre nadie en esa fiesta, resulta que todos somos amigos cuando estamos anesteciados bajo los efectos del alcohol. Suena muy irónico decirlo, ¿No?
Éramos una comunidad armónica, donde solo se escuchaban risas y gritos animándonos unos a otros a bailar aunque no supiéramos, el fin común era disfrutar cada minuto que transcurría.

Quinto, sexto y séptimo, diferentes bebidas, las mezclas comenzaron su rumbo. Intercambiábamos vasos como saludos y abrazos, por lo que la resultante de esto nos llevó a un sin fin de verdades que salieron a la luz, al mostrar nuestras verdaderas caras.

Octavo, caminaba como podía para recargar mi vaso con lo primero que encontrara para tomar, y si en el camino podía robarle un cigarro a alguien, también era válido.

Noveno trago, el knockout. La angustia salía de mi boca y lo único que escuchaba eran burlas. Me animé a mi mismo y volví a esa pista a dejarlo todo.
Compañeros durmiendo en el pasto, botellas rotas, parejas siendo infieles a mis ojos, otras queriéndose matar a golpes por estupideces, algunos llorando o encontrándose desconcertados por el efecto del vodka o las drogas, fueron algunos de los ejemplos que dejó la noche progresiva cuando llegó a su punto culminante. Si, éramos almas transparentemente ennegrecidas en toda su esencia.

Cuando un cuerpo se encuentra en esta etapa, es propenso a ser un imán para las cosas buenas, como también las malas. La segunda es mucho más probable que la primera, ya que el individuo desgarrado, automáticamente y por acto de inercia, busca la sanación mediante la localización de todo tipo de opciones a su alcance para canalizar o bien, solucionar dicha angustia sentimental, aunque generalmente eso requiera reemplazarlo por el dolor físico.
La distorsión del autoconcepto, la debilidad del autoestima o la desesperanza en cuanto al progreso, resultan ser algunos de los tantos síntomas de distimia o depresión que afectan en cantidades masivas a muchos adolescentes, que como acto consecuente a esto, buscan alivios temporales con tal de escapar momentáneamente del problema raíz que demanda el aparato psíquico.

La pérdida de conciencia causada por el alcoholismo, la automutilación como fuente de desahogo, el sexo y el sin fin de descuidos y consecuencias que conlleva, el tabaco como principal canalizador de emociones fuertes, las drogas y sus diferentes efectos nocivos, son algunos de los diversos incapiés para enunciar los tan nombrados flotadores o salvavidas: Los vicios. Escapes que "ayudan" a salir de esa fosa oscura, repleta de tormento y agobio.
Lo irónico del término entre comillas es que resultan ser todo lo contrario a lo que uno imagina o estipula, el damnificado nunca logra escapar, solo se ahoga a si mismo, provocándose a la larga, su propia muerte lenta e implícita. Son muy pocos los que logran salir, sin antes acariciar muy de cerca su propia ruina.

Por lo que el término "adolescente" puede volverse muy crucial en una etapa negativa, ya que su significado es bastante complejo como a su vez, crítico.
Según el diccionario, su definición se centra en lo siguiente:

"Persona que cae enferma, o padece un dolor habitual, también es usado para determinar que alguien adolesce de tal o cual vicio, afecto o pasión."

También llamado "el verbo de las transiciones", ya que a su vez significa "crecer."

Me niego a objetar que la adolescencia fue un periodo hermoso o triste, prefiero basarme en el optimismo para catalogarlo con un punto medio, y definirlo como una faceta "experimental", ya que en eso se basó: Maduréz en cuanto al conocimiento, la resistencia y la fortaleza, como también el hecho de darle un rumbo o sentido a mi existencia transitoria, debido a las vivencias intrapersonales.
Sin embargo, la acción de experimentar, por más fácil y accesible que parezca, puede tener una anoréxica línea entre el crecimiento y el hundimiento. Supongo que en base a las dolencias vividas, queda muy evidente, como una suceso para ganar sabiduría, puede transformarse en una lucha mental hasta el día de la fecha, por lo que desconozco si realmente existe una salida para todo lo anterior.

¿Escapamos de nuestra propia realidad para no aceptarla, o aceptamos implícitamente la misma con el uso de las escapatorias?

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