En cierta ocasión escuché a una profesora decir:
"Nuestra reputación se basa en lo que los demás dicen o inventan de nosotros".
Reflexionando un poco esta frase citada, descubrí una nueva realidad y aquello tan puro que estaba descubriendo y asimilando de a poco, siempre se distorsionó por dos componentes que se relacionan fuertemente entre sí.
Mi imagen social siempre fue un completo desastre y tenía miedo de que al único Dios al que le rezaba, no me amase por ser bisexual. Una o dos personas de mi círculo íntimo sabían de esa etapa horrenda que viví en los primeros cuatro años del secundario, y siéndoles un tanto transparente, es muy cruel contrastar realidades, acerca de lo que se supone tendría que haber sido un viaje relajante, terminó quebrantándose y transformándose en uno súmamente turbulento respecto a mi sexualidad.El primer factor que llevó a encender todos mis sentidos, fue reflexionar que me atraía algo que socialmente está contextualizado como "raro" o "fuera de lo común" y mi pregunta a esto es:
¿Qué certeza tendrá ese individuo que designó que por ser hombre, no te puede interesar alguien de tu mismo sexo porque está "mal" o es "desviarse del camino", si el mismo nunca pasó por esa situación?
¿Quiere decir que aquella ruta personal que trazamos, en realidad es algo impuesto?
Que vulgares tienden a ser aquellos que creen tener derecho a criticar o discernir acerca del socialismo si nunca formaron parte del mismo. La sexualidad es un claro ejemplo de esto. Tenemos tan naturalizado que se opine libremente de algo sobre lo que no tenemos ni un gramo de información, experiencia o concientización, y que no nos produzca ruido alguno lo estructurados que en ciertas ocasiones, estamos. En este caso, por ser de un respectivo sexo, debemos sexualizarnos con todo lo que nos rodea, así sean colores, juegos, música o parejas, que a fin de cuentas resultan ser designaciones estúpidas que fomentan a tildar de blasfemo o enfermizo a aquello que rompa con este esquema de conceptos lineales.
Por supuesto que también se tiene tan naturalizado que la culpa del "diferente" sea pagar las consecuencias de este descubrimiento con acosos, burlas y muchos otros hostigamientos que torturan física y mentalmente a este simple ser, que pensó y sintió diferente del resto, quien es manipulado por alguna autoridad superior que no tiene ninguna certeza de la vida.
Es ahí cuando abrimos paso al triste camuflaje. Mentirnos para hacernos creer que estamos confundidos o equivocados por negar la realidad de lo que nuestro cuerpo y corazón sienten. Que absurdo, ¿No?
¿Qué prejuicios abarca esta temática controversial en cada una de las opiniones que se escuchan a diario?
¿Cómo es vista socialmente una persona LGBTQ+?
¿Realmente existe el término "bisexual" o es otro de nuestros ademanes sobre catalogar todo esto que sentimos?
¿Puedo vivir mi vida sin tener que etiquetarme primero?
¿Soy todo aquello que flota en mi interior o primero tengo que camuflarme antes de salir?
La sociedad no tiene arreglo alguno. Puede que existan progresos diminutos y otros inconmensurables, pero siempre queda algo inconcluso en el medio, y relacionando esta conclusión con la sexualidad, cuando uno se encuentra inmerso dentro de este colectivo, es muy triste reconocer que primero se debe crecer luchando con estereotipos establecidos de los cuales los individuos aún no se desligan o se niegan rotundamente a abandonar. Por lo que es imprescindible aprender a sobrevivir antes que crecer sana y honestamente siendo quien se estuvo destinado a ser desde un principio.
Los niños nacen, crecen y desarrollan miedos o traumas constantemente en base a la observación del espacio gravitatorio en el que se encuentran, algunos crecen con prejuicios y burlas que les son transmitidos erróneamemte por las conductas injustificadas de los padres, repitiéndose de generación en generación y creándose ahí, esta peste y toxicidad social.