Capítulo I

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Misterios. Secretos. Si digo la verdad, recuerdo vagamente quien soy.

Llevo desorientada ¿segundos, minutos horas, días, semanas? El tiempo ha sido siempre demasiado abstracto como para entenderlo.

La cabeza me duele demasiado desde que desperté... Y tengo la vista todavia nublada, me tambaleo entre ramas y hojas secas, el dolor se hace mayor así que descanso un rato apoyándome en un áspero tronco.

De repente un escalofrío recorre mi cuerpo e imágenes distorsionadas vienen como una ráfaga a mi mente: una luz cegadora, blanca, una cama... y un hombre... Un hombre muy... demasiado... familiar.

La realidad me dispara en la cara, ¿Papa? Ese hombre... no, no... otra vez no, no quiero verle nunca jamás, no quiero que vuelva a utilizarme, no quiero ser un arma. No quiero que utilice lo que me pertenece, o lo que me pertenecía. Acaso... ¿los tengo, verdad?

El bosque es el lugar más cerca que tuve para poder escapar y como he dicho antes no se cuanto tiempo llevo aquí. La cabeza sigue doliendo sumado al rugido de mi estómago, a mis piernas entumecidas y el extraño mareo de la realidad, deben ser los relajantes que me daba Papa. Cuanto más pienso en él, más furia recorre mi sangre. Me levanto poco a poco y sin prisa sigo mi camino sin rumbo.

Aparte de la furia que siento en mi interior, siento otra cosa o se podría decir que siento la escasez de estos. No siento lo que debería sentir si los tengo, no siento ese recorrido de poder en mi cuerpo, esa esencia. Y solo puedo sentirme vulnerable, vacía.

Sigo caminando buscando un punto de civilización, o simplemente un claro, ver tantos árboles durante tanto tiempo me dan ganas de gritar. La desorientación va desapareciendo poco a poco, recuerdo quien soy pero es como si durante un tiempo no hubiera pasado nada, como si hubiera aparecido de repente en esta época, no tengo un pasado reciente, tengo un pasado de hace demasiados años.

Hawkins, si aquí me encuentro, en el bosque de Hawkins, el condenado y odioso bosque de Hawkins. Papá siempre había dicho que no podíamos salir fuera, que estaba prohibido, que si salíamos fuera... seríamos... castigados. Castigados en la "habitación del pánico".
Nunca, nadie intentó escapar, por miedo, pero no al castigo sino a lo que podría haber en el exterior.

- ¡Chrissy! ¡Chrissy Cunningham!

El grito me sacó de mis pensamientos, la sangre se congelo en mi interior, y mis piernas se movieron en un acto reflejo. Corrí lo más rápido que mis piernas me dejaron, los zapatos no eran cómodos, eran más bien zapatos formales, ¿de donde coño había sacado esta ropa?
Pero lo adrenalina era mayor al sentimiento de incomodidad, y seguí corriendo con miedo a que esa voz fuera de Papá o de alguno de sus aliados.

Aunque si lo pensaba mejor, no fue difícil salir de allí, literalmente estaba abandonado, no había nadie. Mientras me dirigía afuera pensaba que sería una trampa, me dejarían pensar que todo era seguro para después volver a atraparme y volver a utilizarme. Y me meterían en la "habitación del panico" y todo mi esfuerzo habría sido en vano. Pero eso no pasó, todo estaba vacío, la única luz que funcionaba era la del pasillo.
Podría ser... ¿me habían dejado ir? ¿Sería posible? ¿Era libre?

Poco a poco me fui calmando, Papa nunca haría eso, no me dejaría ir... era una de las valiosas, pero y si ella lo había hecho, si ella había escapado... Me dejarían allí, en esa cama, y la buscarían a ella y yo sería libre. Sentía pena por el miedo que sentiría, por que tendría que huir pero me sentí culpable al pensar en el alivio de que me dejarían en paz a mi.

Estaba tan ensimismada en esa posibilidad, en ese sueño que no me di cuenta que había llegado a un claro. El sol brillaba más ahora, sin la copa de todos aquellos árboles, y en el centro había una mesa de madera. Por fin, señal de vida... También había una lata, y no me pude resistir a comprobar si los tenía, si los seguía teniendo.

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