Capitulo IX

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Las pesadillas no me han dejado dormir.

No puedo cerrar los ojos sin ver eso.

Sin ver el desastre, sin ver como todo Hawkins se hunde en una pesadilla.

No puedo dejar de sentirme insegura, siento que él sabe donde estoy, que hago, que pienso hacer, como lo voy a hacer.

El dolor de cabeza también ha vuelto en cuanto me he levantado, ni siquiera he desayunado.

No hay las pastillas que yo quiero. Hay de la mágicas, pero no hay de las que quitan el dolor de cabeza.

Hoy por la mañana algo profundamente incómodo ha pasado con el desterrado Eddie Munson.

He intentado llamarlo, diciéndole que iba a la casa y si quería algo.

- Em... ¿Eddie? Voy a la casa, y yo... - Eddie no daba señales - ¿Quieres algo? ¿Café?

- Mmm... A ti

- ¿Qué? ¿A mi?

- Cinco minutos más. - ha balbuceado

- ¿No quieres nada?

- A ti

- No te entiendo, ¿a caso estas despierto? - como le hablaba desde la esquina me he tenido que acercar a echar un vistazo.

Cuando lo he visto con los ojos cerrados me he dado cuenta que estaba diciendo cosas sin sentido. Así que iría a la casa sin él.

Me he dado media vuelta cuando me ha cogido de las caderas y me ha tirado al barco.

- Venga... cinco minutos más.

Me he quedado de piedra, sin mover un músculo. Encima de él, rodeandome con sus brazos la cintura.

- Em... ¿Eddie?

- ¿Mhm?

- ¿Estas dormido, no?

- Mmm...

Estaba en la barrera entre despierto y dormido.

- Voy a la casa, ¿quieres algo?

- Te quiero a ti.

Me he puesto roja como un tomate. Estaría soñando, no me lo estaba diciendo de verdad.

- Munson sueltame, por favor

- Mmm...

- Sueltame - he dicho intentando levantarme.

Aunque no lo parezca Eddie Munson tiene mucha fuerza. Mucho más que la mía, así que por mucho que intentaba separarme, más me pegaba a él.

- Eddie Munson, sueltame.

Milagrosamente, me ha soltado el agarre de la cintura, y me ha dejado que me levante. Con cuidado y sin caerme de la barca, me he puesto de pie.

Me he girado para mirarle.

Sus ojos marrones y redondos cerrados, con unas largas pestañas. Su perfil de nariz recta. Su pelo enmarañado, con algunas hojas y ramitas metidos en él.

Y su boca, carnosa, y estirada en una leve sonrisa...

Unos labios... apetecibles.

He meneado la cabeza, dandome de hostias por dentro. ¿Qué coño estaba pensando?

He salido totalmemte sonrojada de la cabaña, con una boba sonrisa en la cara y pensando en lo que pasó anoche.

Como me cogió el cuello, como estábamos a milímetros el uno del otro, su voz... ¡PARA!

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