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Mientras atendía a la pareja de adolescentes que había llegado por una de esas películas de amor que en particular, se habían vuelto de moda entre las chicas jóven jóvenes, volteaba de vez en cuando tratando de no perder de vista al rizado que caminaba entre los estantes, buscando divertido una película de terror.

Una semana y media había pasado casi volando. Los chicos volvieron a estar igual o mucho mejor que antes y eso le agradaba bastante al castaño.

Hoy Eddie había decidido visitar a Steve en su hora de descanso, aunque llegó un poco más temprano de lo acordado.

—Gracias por su compra, vuelvan pronto. —habló fingiendo una sonrisa de amabilidad. La puerta se abrió y la pareja desapareció del sitio.

Rodando los ojos volteó de nuevo a dónde se suponía, debía de estar Eddie, y no, no iba a sorprenderse por no verlo, porque en realidad aquello ya era normal en el rizado.

Salió del mostrador a paso lento, caminando hacia donde había estado con anterioridad el pelinegro. Asomó un poco la cabeza y al percatarse de su ausencia, irguió las cejas en confusión.

—Nos llevamos ésta.

Dió un pequeño salto en su lugar sujetando con fuerza uno de los estantes. Giró para encontrar una ancha sonrisa del menor.

—Con una mierda Munson. No vuelvas a hacerlo, ¿me oíste?

Eddie no pudo evitar soltar aquella carcajada sonora que salió de sus labios.

—¿Te asusté, Harrington? —mostró una mueca de burla, mientras acariciaba la mejilla del más alto. —No seas llorón y toma la maldita película.

Levantó a la vista de Steve aquella película que resaltaba en mayúsculas: "the house next to the cemetery".

Con el enojo aún obvio en el rostro del castaño, éste tomó de un jalón la cajita.

—¿En verdad Munson? —achicó los ojos después de leer el título.

—¿Qué tiene?

—Recuerda lo que ocurrió la última vez que miramos una película de ese tipo. —la  colocó en el estante más cerca. —Olvídalo.

Decidió regresar al mostrador, su hora de descanso comenzaba en dos minutos.

—Vamos Harrington, yo creo que es una muy buena película.

Eddie parecía el típico niño pequeño pidiendo algún dulce de la tienda mientras camina detrás de la madre negada.

—Ni siquiera la has visto.

—Mucho más a mi favor. Hay que verla.

—No. —volvió a negar firme con la cabeza. —No quiero que esto termine otra vez en una tonta apuesta.

—¡Ay, por favor! —se puso delante de Steve. —Te aseguro que no será así.

Juntó sus delgadas manos en un acto de petición.

"¿Por qué debía de ser tan necio?"

—¿Estás seguro? —preguntó queriendo ceder a la súplica del pelinegro. Eddie asintió repetidas veces, y Steve sólo suspiró pesadamente. —Está bien.

[...]

Todo la tarde estuvo al lado del castaño. Jugando, atendiendo y charlando de cualquier tema que se les ocurriese en el momento. Después de que el turno de Steve terminara, decidieron dirigirse al camper del menor para poder ver la película allí.

Cuando entraron a la casa bromeando sobre una de las clientas que atendió el castaño, Eddie fue casi corriendo a su habitación, necesitaba cambiar sus desgastados jeans por unos cómodos pantalones cortos, igualmente de mezclilla, pero más cómodos.

Verano Del 84 || Steddie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora