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Después de la pequeña “clase” de natación que espontáneamente Steve había ofrecido a Eddie, regresaban todos al camper para la cena.

En el transcurso el rizado no había sido tan malo después de las primeros diez intentos. Y aunque comenzaba a saber flotar dentro del agua, seguía teniendo un enorme pánico tan solo con pensar en caer al fondo del río.

La clase había terminado cuando de pronto una cosa pasó a otra y lo predecible ocurrió. Terminaron en un candente beso.

Munson culpó a Steve por lo ocurrido, diciendo que lo había obligado y Steve lo culpaba a él por haberlo incitado a ello.

—Señor Munson. —la voz de Will salió en un tono bajo. El hombre volteó a verle con una ceja en alto.

—Dime.

—¿Cómo dormiremos todos dentro del Camper?, lo digo, porque no creo que haya suficiente espacio.

—Que pregunta más tonta Will. —interceptó Dustin, empujando con su brazo el hombro del castaño. —Dormiremos en las casas de campaña que el señor Munson escondió en su habitación.

—¡¿Qué?!

—Dustin, se suponía que eso lo diría yo.

Eddie y Steve rieron por lo antes dicho.

—Bueno, encendamos una fogata y armemos las campañas. —la figura del hombre entró al Camper y los chicos comenzaron a seguirlo.

La tarde estuvo transcurriendo tranquilamente al rededor del grupo y fue del agrado de todos. La noche comenzó a caer y las estrellas adornaban el cielo.

—¿Estás siendo honesto con la pregunta que hice? Porque presiento que me estás mintiendo.

—No seas ridículo Dustin, te seguro que eh tenido más novias.

—¿Cuándo ocurrió eso?

—¡Pues siempre tonto!, ¡¿Y tú qué me dices?! La única chica que gusta de ti es Suzie...

La mano de Steve fue a dar a la del rizado, que con torpeza y en seguida,  quitó con susto.

—Eres muy lento, Munson. —la voz susurrante del castaño salió con cierta burla por el acto.

—Y tú eres un idiota.

—Basta niños, dejen de pelear. —Se encontraban rodeando la fogata que para sorpresa de todos, logró prender sin ningún problema. —Debemos de divirnos para dormir en las tiendas. Ya es muy noche y pronto deberemos entrar.

El rizado no tardó en hablar.

—Steve duerme conmigo. —avisó logrando que todos voltearon hacia él. Su mano se encontraba sujetando la camisa de Steve.

—Muy bien, entonces, ustedes tres dormirán juntos.

Los ojos del joven trío se agrandaron al escuchar eso.

—Pero señor Munson...

—Nada de peros. —se colocó en pie y caminó hacia su tienda. —Descansen chicos.

Se escuchó cerrar la tienda y el lugar se quedó en silencio por un pequeño momento.

—¡Eso es injusto! —Dustin gritó cruzando los brazos.

—Que terrible es tu caso Henderson, pero..., la vida es muy injusta a veces. —Eddie formó una delgada línea en sus labios y la mueca en su cara de compadecia, era con cinismo, demasiado falsa. —En fin, —se puso de pie y Steve lo imitó. —dulce sueños tontos, y recuerden que los lobos suelen pasar por estos sitios buscando comida fresca.

—¡Eddie!

Una carcajada salió de su garganta y bajó el cierre con la sonrisa descarada en su rostro.

Volteó para encontrar al castaño con una ceja levantada, mirándolo con el específico objetivo de encontrar algo.

—¿Qué miras?

El cuerpo del mayor se acercó amenazante a Eddie, que sólo atinó a retroceder en vano, puesto que no existía espacio para hacerlo.

—Harrington.

—¿Tienes miedo?

Confundido, el rizado lo miraba en busca del porque.

—¿De qué podría tener miedo?

Una risita se escuchó por parte del otro. Su espalda chocó contra el suelo y su mano interpuso el espacio que necesitaba entre los dos.

—Debemos de hablar.

Eddie no evitó pasar notoriamente saliva.

—Mo estoy entendiendo una mierda de lo que dices. —volvió a reincorporarse al notar que el castaño se alejaba de él. —Explícate, porque...

—Sabes perfecto de lo que hablo. Deja de fingir maldita sea. Cada que hablo del tema siempre logras esquivarlo.

No quería admitir que aquel tono de voz tan repentino en Steve, logró hacer que sintiera una corriente de aire por toda su columna.

“¡Carajo!”

—Claro, cómo digas. ¿Qué quieres saber? — intentó con todo su ser, sonar lo más tranquilo y despreocupado posible.

Steve volvió a acercarse, pero manteniendo aún cierta distancia.

—Muy bien, Munson. Porque no tienes idea de todas las noches que no eh podido dormir solo pensando una y otra vez en el significado de los besos que hemos tenido desde aquel día. —tomó aire, sus manos comenzaban a sudar. —Yo no soy gay pero..., no estoy entendiendo nada y...

—Harrington. —los ojos del castaño miraron la suave mano de Eddie tocar la suya. —Tampoco tengo idea de lo que esté ocurriendo, créeme. Pero de alguna manera, no me desagrada.

Después del primer beso en la casa del rizado, los dos jóvenes habían estado haciéndolo con mayor frecuencia. Y aunque ninguno sabía el porque, empezaba a parecer más una necesidad que un gusto o un simple juego. Pero eso sí, sin duda alguna, la situación parecía no incomodarles del todo.

—¿Qué quieres darme a entender?

Los ojos del rizado rodaron con impaciencia y gracia.

—Parece que el lento eres tú.

Su rostro cortó la pequeña distancia que habían guardado, y sus labios por segunda vez en el día, volvían a tocarse con ese tono necesitado.

Definitivamente, Eddie sabía cómo callar al castaño sin tener que hablar.

La mano de Steve tomó el borde de la camisa de Eddie, jugueteando con éste mientras acariciaba la tibia piel de su costado. Eddie rió por la acción del castaño, sin dejar de mover sus dedos sobre los cabellos de la nuca de Steve.

Los besos comenzaron a subir de nivel. Con presión y la suavidad mezclada, los labios de Steve recorrieron la mandíbula y el cuello de Eddie.

—Ah...

El placer estaba invadiendo su cuerpo con cada beso y lamida. No sabía si maldecir o bendecir la boca del mayor.

—Dios, no puedo creer que seas tan bueno.

—Y no es lo único en lo soy bueno.

La sonrisa en el rostro de Steve se agrandó aún más.

Verano Del 84 || Steddie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora