Capítulo cuatro - ¡No tengo mis llaves!

177 21 5
                                    

Ya eran las once de la noche. Luego de haber estado durante varias horas en aquella vieja estación de servicio, ambos se dirigieron a la casa de Alexandra que se encontraba vacía.

Bruno estaba recostado en los pies de la cama de dos plazas de la castaña. Mientras ella caminaba de un lado a otro él se dedicaba a comer nachos, escuchando las ideas descabelladas que le chica proponía sobre cómo sería una superheroína y salvaría al mundo.

–Ya me veo siendo parte de los Vengadores, combatiendo el mal junto con extraterrestres, dioses y otros como yo –animadamente movía las manos con cada palabra que decía–. ¡¿Te imaginas que conozca a Thor?! –chilló emocionada juntando sus manos como una niña pequeña. Bruno se giró a verla sin poder evitar sonreír por lo tierna que se veía–. De seguro es más atractivo en persona... y musculoso –Al oír eso, Bruno se atragantó con los nachos–. ¿Estás bien? –se acercó Alexandra colocando una mano en la espalda del castaño.

–Si, estoy... estoy bien –tosió un poco– Igual, no te dejes engañar por la televisión, de seguro no es tan genial como parece –le quitó importancia al tema. El hecho de que su amiga se fijara en el Dios del trueno le había molestado un poco, aunque no estaba seguro del porqué–Yo, amm... creí que te gustaban los nerds –comentó rascando su nuca–. No es por nada pero, estoy seguro de que Thor no es tan listo como yo –agregó con aire de superioridad.

La chica se arrojó a su cama provocando que un montón de nachos salieran de su bolsa.

–Eso dalo por hecho –sonrió ella mirando al techo–. Pero debes admitir que si es genial, y muy sexy –apenas notó cómo Bruno fruncía el ceño agregó rápidamente: –. No digo que tú no lo seas, ¿sabes?

–No... pero no soy un dios súper musculoso que tiene a sus pies a medio mundo –replicó con ironía parándose.

–Relájate Bruno. Pareciera que te molesta que me interese Thor –El castaño no dijo ninguna palabra, se quedó mirando el suelo mientras tenía sus manos en las caderas manteniendo el ceño fruncido. La realidad era que si le molestaba. Al escuchar a su amiga reír sentada en la cama, la miró manteniendo su postura–. ¡Ay, no inventes! No entiendo porqué te enojas.

–Solo no entiendo por qué de la nada te gusta... además, no estoy enojado –el chico se cruzó de brazos intentando relajarse.

–Ajá, claro. Y yo no rompí tres despertadores en una semana –señaló ella con un sarcasmo muy marcado y luego se volvió a recostar–. Esto es ridículo. A ti te gusta Ms Marvel y yo nunca te dije nada al respecto.

–Eso no es cierto... además es diferente –murmuró.

–Ajá. Si, claro. Diferente –la castaña rechistó llevándose un montón de nachos a la boca.

Bruno suspiró con pesadez y se acostó al lado de la chica boca arriba. Lo único que los separaba era la bolsa casi vacía con nachos.

–Oye, está bien si te gusta Thor o... cualquiera de los superhéroes... –comentó el adolescente después de unos segundos e hizo una pausa– Spiderman, el Doctor Strange... incluso si es Steve Rogers alias el trasero de América –sonrió al escuchar una carcajada de Alexandra. Cruzaron miradas–. Es genial que te guste todo ese... mundo –miró hacia el techo nuevamente–, pero, sigo pensando que soy mejor que Thor.

Ella rió y dijo: –Yo también lo pienso –se miraron–, él no tiene una amiga tan cool como yo.

–Uy si, ya quisieras –dijo él divertido. Miró su reloj, y diciendo un "carajo" por lo bajo se levantó enseguida–. Creo que... se nos pasó la hora –comentó mientras comenzaba a ponerse su campera y agarraba su mochila. Pero se detuvo al notar algo: –Mis llaves. Carajo, no tengo mis llaves.

Comenzó a buscar en cada uno de sus bolsillos. También buscó en su mochila, pero no encontró nada. La chica buscaba en el suelo, esperando que estuvieran caídas por ahí, aunque no tuvo esa suerte.

–Yo... las dejé en el apartamento –murmuró Bruno inclinando la cabeza hacia atrás con las manos en las caderas.

–Bueno, ¿y qué hay de Eric y...?

–Aidan –completó el chico–. No están en la casa –Se apoyó en el escritorio de su amiga, mientras pensaba seriamente qué hacer. Ella estaba de brazos cruzados frente a él–. Podría quedarme en un hotel esta noche...– propuso levantándose pero fue interrumpido.

–No seas ridículo. Te quedarás aquí –decidió la castaña. Bruno intentó abrir la boca pero ella siguió: –. No hay peros... Es tarde, está frío. ¡No dejaré que te vayas a un estúpido hotel! –exclamó sentándose en la cama–. La cama es lo suficientemente grande para los dos.

El joven frunció el ceño y pestañeó varias veces: –¿Quieres qué...? No creo que sea buena idea, no quiero molestar.

–Molestia ya eres –dijo ella seria, pero luego sonrió y se levantó–. Tengo ropa que te servirá, por si te quieres cambiar.

Buscó en su placar, en la parte de atrás de su ropa. Sacó de allí una remera blanca y un pantalón de pijama de hombre. Le arrojó la ropa a Bruno, a quien casi se le cae.

–Esto es estúpido –murmuró siendo ignorado mientras ella buscaba su pijama –. Alexandra...

–¿Sabes que creo? –lo interrumpió la nombrada molesta–, creo que estás siendo estúpido. ¿Irte a un hotel? A esta hora lo único que encontrarás son moteles abiertos –dijo con obviedad y arrojó su ropa a la cama–, y no creo que quieras dormir en un motel – agregó con un tono de voz algo hostil y se cruzó de brazos.

Bruno desvió la mirada de la chica, mordió su labio unos segundos –Bien –respondió–. Odio decirlo pero tienes razón. Me quedaré a dormir en... tu estúpida cama. –agregó con ironía. Dejó su mochila y su campera en el escritorio.

–Ya sabes donde está el baño –indicó Alexandra con una sonrisa falsa.

–Yi sibis dindi istí il biñi –la remedó saliendo de la habitación con la ropa en las manos.

–¡Te escuché!

Súper fuerte | Bruno CarrelliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora