Capítulo veinticuatro - Control de daños

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Lunes... otra vez. Desde el problema con Aidan, Bruno no hablaba con el adolescente. Era difícil ignorar a una de las dos personas con las que vivía, pero hacía lo que podía. Eric notó enseguida la tensión entre ambos, pero nunca comentó nada al respecto; prefería mantenerse al margen, y si tenían problemas, que ellos los resolvieran.

Alexandra y él cruzaron miradas en el instituto, momentos antes de entrar a la misma clase. La chica de cabello verde lo ignoró, abrió su casillero para sacar sus libros mientras el chico hacía lo mismo. Una nota cayó al suelo. Ella la tomó luego de guardar las cosas en la mochila. "Lo siento, intento protegerte" decía el pequeño pedazo de papel. Aunque no estuviera firmado, ella reconocería esa letra en cualquier lugar. Sintió la mirada del castaño que observaba cada movimiento de ella desde su casillero. Lo cerró enseguida. Al pasar frente al chico, arrugó con rabia el papel y lo arrojó a la basura caminando a su salón, sabiendo que él estaba viendo aquello.

La vió alejarse. Todo lo que quería era correr hasta ella, abrazarla, besarla y decirle lo mucho que la quería y la extrañaba. Que ella siempre tuvo razón al decir que era un idiota. Negó con el corazón apretado y un nudo en la garganta al ver que Alexandra ya se había ido.

La chica no comprendía por qué, luego de haberlo "superado" salía con esa estupidez de que la intentaba proteger. ¿Cómo protegías a alguien alejándote por completo? ¿Qué esperaba el castaño con aquella nota? Lo único que estaba logrando era confundirla y hacerla enojar... solo un poco.

Al entrar a clase, todas la miradas se dirigieron a ella. Recordó que ahora tenía su cabello verde, lo cual llamó la atención de todos. No le dió demasiada importancia y se sentó en su lugar, desando que Bruno decidiera sentarse lejos de ella. Por suerte así fue, él chico la miró rápidamente antes de sentarse en una mesa lejos junto dos adolescentes más. Luego de unos segundos que todos estaban en sus lugares, antes de que el profesor Owen comenzara la clase, un hombre de camisa blanca, corbata y pantalones de vestir golpeó la puerta.

–Disculpe la interrupción, profesor. Soy un agente del Departamento de Control de Daños, y la razón de nuestra vista al Instituto, se debe al reciente incidente que hubo en un restaurante en la ciudad –explicaba el hombre. Alexandra y Bruno intercambiaron miradas de preocupación enseguida–. Anoche recibimos una llamada anónima, de un hombre que decía haber visto a una chica con habilidades raras a pocas manzanas de esta institución, por protocolo estamos investigando el lugar –Los alumnos comenzaron a murmurar sobre el tema, algunos preocupados y otros maravillados de ser compañeros de una chica con súper habilidades. Alexandra evitaba a toda costa hacer contacto visual con aquel hombre–. Les pedimos, que si tienen información o ven algo fuera de lo normal, nos informen de inmediato –solicitó el agente, antes de disculparse nuevamente por interrumpir la clase e irse.

El ambiente quedó bastante pesado. Todos murmuraban sobre posibles sospechosos. Alexandra sabía que era una de las principales sospechosas, y más ahora que tenía el cabello verde. Intentó no sobre pensar las cosas, prestando atención a la clase e ignorando alguna que otra mirada juzgadora de sus compañeros.

Al salir, la chica se encontró con el joven de cabello azul cerca de su casillero. Caminó pie por pie hasta él, un tanto desconfiada, teniendo el presentimiento de que Aidan era justamente quien estaba detrás de la denuncia anónima.

–Wow, tu cabello se ve genial –comentó con algo de sinceridad–. Combina con el mío –agregó arrogante.

–Ja, ja, ja. Ya quisieras –dijo ella poniendo los ojos en blanco. Guardó algunos materiales y tomó otros. Cerró la puerta del casillero con molestia notando la mirada sobrante de Aidan sobre ella.

–Estuvieron preguntando por ti... o mejor dicho por la persona con habilidades raras que "causó" el incendio en el restaurante –habló en voz baja el chico apoyando su espalda en el casillero al lado de Alexandra.

–Si, lo sé –murmuró ella con pesadez pasando una mano con fuerza en su frente.

–No te preocupes, de seguro estarán un par de días y se irán –le quitó importancia al tema. El timbre sonó–. Bueno, te veo al rato –sacudió suavemente el hombro de ella, alejándose de su "amiga".

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Como a media mañana, Bruno buscaba con desesperación a Alexandra. Necesitaba contarle toda la verdad sobre Aidan, Control de Daños y lo que realmente ella era. Se detuvo afuera de la sala de música, al escuchar como alguien tocaba el piano. Era raro ver a alguna persona allí, ya que prácticamente ningún estudiante del instituto estaba interesado en la música.

Se acercó hasta notar a la chica de cabello verde, sentada frente al piano de espalda a él tocando suavemente algunas notas. Se preguntó si debía entrar, pero decidió no hacerlo cuando ella comenzó a tocar una canción en el instrumento.

Alexandra se dejaba llevar, parecía que sus dedos eran libres mientras tocaba "Moral of the story". Un par de lágrimas se le acumularon en los ojos, sintiendo una mezcla de felicidad y nostalgia al tocar el piano nuevamente luego de tantos años. La canción que había elegido, no solo la representaba en aquel momento, también era una de sus favoritas.

"Los jóvenes se enamoran de las personas incorrectas aveces", "Puedes creer que estás enamorado cuando realmente estás sufriendo". Bruno escuchaba desde afuera, sintiendo que aquella canción que él muy bien conocía, era una especie de indirecta. Estaba fascinado por lo excelente pianista que parecía ser Alexandra... mientras su pecho se llenaba de tristeza sintiéndose nuevamente un idiota por dañar a la joven. Tal vez era lo mejor así, al menos estando lejos de ella, no podría causarle más dolor del que ya había causado.

La adolescente terminó de tocar el piano, sintiendo su cuerpo más liviano, usando el instrumento para canalizar toda la negatividad que tenía acumulada. Amaba tocar, pero luego del abandono de su madre cuando tenía diez años, solo le traía malos recuerdos... tal vez era hora de dejar eso en el pasado, y hacer lo que realmente amaba.

Súper fuerte | Bruno CarrelliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora