Capítulo veintinueve - Hermanos reunidos

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Alexandra abrió los ojos con dificultad. Sentía su cuerpo pesado y un dolor punzante en la cabeza. Al moverse, sintió sus manos y piernas amarradas a una silla. Levantó la vista intentado acostumbrarse a la luz que apuntaba directamente a su rostro. Localizó a Bruno a unos tres metros de ella que seguía atado. Parecía estar aliviado de que ella hubiera despertado. La joven intentó liberarse, utilizando toda la fuerza que pudo, sin conseguir resultado alguno. Se preguntó por qué no lograba romper aquellas estúpidas cadenas que la mantenían presa. Sintió como un poco de sangre bajaba por su nariz, en consecuencia al sobre esfuerzo que acababa de hacer. A pesar de eso, nuevamente intentó romper las cadenas que la mantenían atrapada. El cansancio se apoderó de ella enseguida y un fuerte pitido se instaló en sus oídos.

–Ni siquiera lo intentes –la vos de Aidan se hizo presente. El chico de cabello azul quitó la luz de la cara de Alexandra. Se acercó a ella y levantó su mentón obligándola a mirarlo–. No podrás romper estas cadenas... –sonrió victorioso y quitó su mano.

La chica mantuvo su cabeza en alto con algo de dificultad, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. Por primera vez en su vida, estaba asustada. Nunca se había sentido tan indefensa y a la vez impotente. Quería gritar y romper todo a su paso. Escuchaba sus propios dientes rechinar. No había nada que pudiera hacer, se sentía extremadamente cansada. Tenía la mirada de Bruno sobre ella, pero la chica solo le prestaba atención a los movimientos de Aidan. Él acomodaba algunos objetos sobre la mesa de metal.

–Lucas las diseñó –expresó el chico de espaldas a Alexandra, refiriéndose a las cadenas.

Entonces ella recordó al joven que había aparecido segundos antes de quedar inconsciente. Un nudo en su garganta se formó. No podía ser él, tenía que ser una broma... una que solo un demente como Aidan era capaz de hacer.

–¡Mi hermano está muerto! –sentenció la peli verde, con odio en su voz.

El joven de pelo azul rió sin gracia. Nuevamente la adolescente escuchó unos pasos marcados acercarse. Se estremeció por completo al ver a su hermano pararse frente a ella.

–¿Lu-Lucas? –titubeó ella apenas, sintiendo cómo el aire parecía no querer entrar en sus pulmones.

La mirada del rubio estaba apagada y perdida en un punto fijo, sin brillo ni vida. Parecía ser un robot, que esperaba a que una orden se le fuera dada. Aidan se giró sobre si mismo y dió un paso hacia el hombre, apoyando su codo en el hombro de Lucas.

–Pues, yo lo veo bastante vivo, la verdad –comentó un poco burlón–. Esto es genial, ¿no? Los tres hermanos reunidos... ¡por primera vez! –exclamó fingiendo felicidad. Aquello le cayó como un balde de agua helada a la chica de pelo verde–. Oh si, lo olvidé... tú no lo sabías –le sonrió hipócrita a la joven que lo miraba totalmente confundida. Aidan se alejó de Lucas y se apoyó en la mesa cruzándose de brazos con una gran sonrisa arrogante, de esas que te dan ganas de romperle la cara de un golpe, mientras miraba a la peli verde antes de comenzar un largo discurso: –. Verás... al igual que tú, también tengo ciertas habilidades. –comentó con tranquilidad y rascó su barbilla–. Alicia, nuestra madre, me abandonó cuando tenía cinco años por su "nueva y mejor familia" –dijo con desagrado y rencor–. Es gracioso porque luego también los abandonó a ustedes... –rió–. Con el tiempo descubrí que tenía esta habilidad de controlar a las personas... podía hacer que hicieran lo que quisiera cuando quisiera –agregó con orgullo mientras colocaba sus brazos a los costados. La chica mantenía su mirada en Lucas, quien no demostraba emoción alguna–. Sin embargo –levantó un dedo–, mi poder se debilita a medida que lo uso.

Alexandra miró a Bruno, quien estaba igual de aterrado que ella. Su terquedad la obligó a intentar liberarse de nuevo, sintiendo cómo las cadenas lastimaban sus muñecas. El castaño miraba la escena, impotente sin ni siquiera poder hablar.

–Descubrí entonces –prosiguió Aidan ignorando por completo lo que la joven había hecho, comenzando a caminar hacia ella–, que no podía tener todo lo que quería... –se detuvo en seco y acarició la mejilla de Alexandra, quien rápidamente quitó su cara–. Hasta que supe de tu existencia... y la de Lucas, claro está –comentó mientras comenzaba a caminar al rededor de la chica, como si quisiera enojarla aún más–. Una extensa investigación de años, me llevó a la teoría de que, puedo "tomar" los poderes de otros como yo.

–¿Qué? –murmuró Alexandra.

–Lo que escuchaste... puedo quitarte tus poderes para potenciar los míos –comentó con su sonrisa sobrante.

–Estás demente.

–¿Recuerdas lo que ocurrió en el restaurante? –habló el joven ignorando lo dicho por Alexandra.

–Tu lo planeaste –afirmó ella segundos después en voz baja, cómo si se lo dijera a ella misma sin poder creérselo mientras recordaba lo ocurrido aquella noche, mirándolo completamente asustada.

Aidan palmeó suavemente el hombro de ella y dijo sarcásticamente: –Excepto la parte donde tú golpeabas a todos y salvabas el día... eso no era parte del plan. Necesitaba los maletines. Tenían toda la información necesaria para la transferencia de poderes... lamentablemente se quemaron por culpa, así que me vi en la obligación de pasar al plan B –enunció antes de acercarse nuevamente a Lucas–. Lucas escribió todo sobre nuestra especie. Su investigación de años fue confiscada por S.H.I.E.L.D y él se dió a la fuga, así que utilicé mis "últimas fuerzas" para encontrarlo y controlar su mente –caminó al rededor del rubio–. Nuestro querido hermano descifró cómo hacer todo esto de forma segura... para mi, claro está –se acercó a la peli verde y se inclinó colocando sus manos en las rodillas, mirándola con soberbia–...tu morirás al final, pero eso no es importante –agregó provocando que el corazón de la joven se acelerara–. Todo lo que necesito está en su mente... solo lo necesito a él –explicó parándose correctamente.

Bruno intentó hablar, pero la venda en su boca se lo impedía. Se movió en la silla, provocando que esta cayera al suelo. Aidan se quejó antes de acercarse y levantar al castaño, que lo miraba con odio y temor. El chico de cabello azul negó con resignación. Bruno no quería nada más que romperle la cara de un golpe.

–No todo fue una mentira, ¿saben? –Aidan habló mientras acariciaba el rostro de Bruno–. No te preocupes cariño, pronto me amarás y ni siquiera recordarás que todo esto ocurrió –comentó con total convicción, palmeando suavemente su mejilla.

–¿Entonces ese es el motivo por el cual haces todo esto? –cuestionó la peli verde con voz intensa mientras lo miraba con cólera.

–¡Claro que no! –respondió con obviedad Aidan acercándose a ella–. El amor de Bruno no es lo único que quiero con todo esto. Podré controlar a todo el mundo... erradicaría por completo la violencia... las guerras, los conflictos, la pobreza... Evitaría todo el sufrimiento del ser humano antes de que fuera provocando –expuso como si fuera el héroe que el mundo necesitaba, y luego rió con ironía–. ¿No harías lo mismo si pudieras? –cuestionó con molestia, seguro de que la chica compartiría su pensamiento.

–No –escupió Alexandra con firmeza–. No si eso implica quitarle el derecho de elegir a las personas... y menos si es para beneficio propio. La gente puede cambiar si le das la oportunidad, pero si la controlas... solo serán tus títeres sin chances de poder elegir ni aprender de sus errores –un par de lágrimas rodaron por sus mejillas, mientras tenía la mirada de Aidan clavada sobre ella–. Jamás obligaría a alguien a amarme... no puedes obligarlo –murmuró lo último mirando a Bruno.

El chico de cabello azul dió una risilla y dijo: –Veremos si eso que dices es cierto –sonrió y se acercó a Lucas–. Creo que es un buen momento para comenzar.

Súper fuerte | Bruno CarrelliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora