Capítulo dieciocho - Guardar el secreto

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Lunes... eso sólo significaba una cosa: levantarse temprano para ir al Instituto. Alexandra se estiró en su cama. Odiaba tener que volver a clases luego del fin de semana tan alocado que había tenido. A pesar de no haber dormido del todo bien, debía seguir el plan, y el plan era actuar con total normalidad... al menos por unos días. Eso implicaba, tener que ir a estudiar.

A pesar de esto, estaba feliz. Y dicha felicidad tenía nombre y apellido: Bruno Carrelli. Mientras se arreglaba, pensaba en el castaño. Era increíble como con solo verla, él sabía exactamente qué le ocurría y cómo tranquilizarla. El adolescente le brindaba lo que nadie en los últimos años: paz, tranquilidad y amor. Sonreía involuntariamente mientras se colocaba unas botas de cuero.

–¿Ocurrió algo? Te vez muy... alegre –comentó Alison con una sonrisa cómplice al ver a la castaña bajar a la cocina.

–Nada en particular –respondió ella sin darle importancia manteniendo la sonrisa.

La rubia observaba cómo su amiga se preparaba unas tostadas con mermelada. Luego batió durante cinco minutos sin detenerse el azúcar y café instantáneo, mientras soltaba pequeños suspiros y sonreía para sí misma. Se sirvió todo en una bandeja, dispuesta a comer. Sentía su cuerpo más liviano que de costumbre, y su mente se encontraba en las nubes. Alison pestañeó varias veces, sin comprender del todo que le ocurría a Alexandra.

–Oye, ¿segura que estás bien? –cuestionó preocupada–. Tal vez estás con fiebre o algo así...

–No seas ridícula, Alison –Verónica llegó a la cocina interrumpiendo a la rubia. Se apoyó en el marco del umbral y dijo: –Está enamorada... ¿qué no es obvio?

La castaña ni siquiera las estaba escuchando. Solo comía con la mirada perdida en su taza con café. Se sobresaltó cuando la pelirroja golpeó la mesa, con el objetivo de sacarla de aquel trace.

–¿Qu-qué? –preguntó regresando a la realidad. Sus amigas se miraron cómplices.

Dije, que te apures si no quieres llegar tarde... otra vez –habló Verónica–. Y deja de pensar tanto en Bruno –comentó con burla, mientras se alejaba de la cocina.

La castaña dejó de masticar. Pestañeó pausadamente varias veces, siguiendo a Verónica con la mirada hasta que se fue. Luego, sus ojos se dirigieron a Alison sin cambiar su expresión de confusión.

–Creo que... eres demasiado obvia –susurró su amiga, levantándose de la silla–. Pero no te preocupes, es normal. A todos les pasa –le dedicó una media sonrisa antes de dirigirse a la sala.

La castaña sacudió la cabeza. Regresó a masticar lo que tenía en la boca, intentando mantener su mente en el presente, cosa que nunca antes le había costado tanto.

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Caminó hasta el Instituto. Pero antes de entrar, se erizó por completo. Los nervios se apoderaron por completo de ella. Al estar allí parada, recordó algo en lo que no había pensado desde el beso con Bruno. Aidan... probablemente se encontraría con el adolescente, y la idea de que le dijera a todo el mundo la verdad la estaba atormentado.

Sin embargo, eso no era lo único que la ponía nerviosa. También se encontraría con el castaño. Temía que al verlo, su corazón latiera tan rápido que terminara expulsado de su pecho.

Sacudió la cabeza, frotó sus manos sudadas en su pantalón y cruzó la puerta con la frente en alto. Saludó a algunos de sus compañeros con la mano, dirigiéndose a su casillero. Al ver a Bruno, una ola de calor la invadió por completo. Era una mezcla de nervios, alegría y... excitación. Estaba segura que su corazón explotaría en cualquier momento, y le sorprendía que nadie más lo estuviera escuchando.

Al acercarse lo suficiente, carraspeó con el objetivo de llamar la atención del castaño que estaba muy concentrado guardando sus libros de álgebra y anatomía.

–Hey, ¿cómo estás? –le preguntó la castaña intentando actuar con normalidad.

–Bien... estoy bien –respondió él con la voz apagada, cerrando el casillero de un golpe evitando mirar a la chica a los ojos.

Se colocó la mochila al hombro, y comenzó a caminar en dirección contraria a donde estaba ella. Alexandra frunció el ceño, desconcertada totalmente. Alcanzó al chico rápidamente.

–¡Si, genial! Me alegro muchísimo de que así sea –fingió que no le había dolido el hecho de que él ni siquiera la hubiera mirado–. Yo de hecho, no pude dormir muy bien... ya sabes por lo de...

–Lo siento pero de-debo ir a clase ahora –la interrumpió Bruno, alejándose a paso veloz de ella.

–¡Si, no te preocupes! Yo ahora voy –susurró lo último desanimada, confundida y...un poco decepcionada.

Al girarse, quedó cara a cara con Aidan. Soltó un corto gritó. No se esperaba encontrarse con él de aquella manera.

–Casi me matas –dijo ella con una mano en el pecho. El chico sonrió inocentemente–. Aidan, me alegra tanto que estés bien –informó sincera, dándole un abrazo rápido. Él mantenía una media sonrisa–. Oye, sobre la otra noche, yo...

–No diré nada –la interrumpió. Alexandra lo miró con confusión–. Me salvaste la vida... a mi y a todos. Supongo que, lo menos que puedo hacer es guardar el secreto –informó acercándose un poco más a ella con una sonrisa completa.

–Gracias... muchos creen que soy un peligro –sonrió con algo de tristeza.

–Tu tranquila –colocó una mano en el hombro de la chica–, estás a salvo conmigo –sentenció justo antes de que el timbre sonara. La castaña sonrió con alivio–. Bueno, nos vemos después.

–Si... nos vemos.

Lo siguió con la mirada hasta que entró a su salón. Alexandra suspiró con alivio, pero a la vez sentía que algo no tenía sentido, o mejor dicho, varias cosas.

Aunque debía estar feliz porqué Aidan guardaría su secreto, la forma en la que Bruno había actuado le había roto un poquito el corazón... tal vez ella no era lo que el castaño esperaba. Negó intentando quitar aquellos absurdos pensamientos de su cabeza. Cuando regresó a la realidad, se encontró a sí misma parada frente a su casillero completamente sola. Todos ya habían entrado a sus respectivas clases.

Súper fuerte | Bruno CarrelliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora