Sí es real, Newt

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Llegué a la ciudad a eso de las siete de la tarde, recién estaba comenzando a atardecer y estaba decidido a no perder ni un segundo más. Me encaminé hasta el paradero de taxis y tomé uno hasta la casa de Newt. Mientras miraba el paisaje, me pregunté en qué momento todo se me había vuelto tan indiferente... Ahora que volvía a la realidad, pensaba en mi hogar y en las noches que pasé con Newt allí. Miré mi teléfono celular y pensé cómo hacer para informarle que iba para allá, digo, a él no le gustan las cosas sorpresa.

-Aquí es -le informé al taxista, que se había detenido en frente de un gran portón. Pagué el viaje y me bajé del auto, cerrando la puerta suavemente. Las piernas comenzaron a temblarme y estaba comenzando a dudar de lo que hacía.

¿Qué dices, Thomas? Deja de ser un maldito cobarde y toca el timbre.

Levanté lentamente la mano y toqué el pequeño botoncito colocado en uno de los pilares. La cámara me enfocó y entrecerré los ojos, con miedo. ¿Y si veían que era yo y no me dejaban entrar?

-O'Brien -dijo una ronca voz por el intercomunicador.

-Sí, y-yo... Jorge, necesito hablar con Newt.

-¿Después de dos meses? ¿No te parece que es un poco tarde para eso?

Sus palabras fueron cuchillos en mi corazón y tornados en mi mente. Claro, cómo pude creer que encontrarlo me saldría tan sencillo; pero no iba a rendirme. Ya estaba aquí.

-Sí, después de dos meses -repetí-. Las cosas no salieron como lo planeamos. ¿Puedes abrirme la puerta y decirle que estoy aquí?

Hizo una eterna pausa, como dudando si debiera decirme lo siguiente:

-Thomas, él no está en casa. Está trabajando y no llegará hasta las once de la noche.

-¿Trabajando? -pegunté sorprendido. Yo me esperaba que él estuviese en la universidad o alguna garlopa parecida-. Bueno, de todas formas necesito entrar, por favor.

-No. No tengo permitido dejarle entrar -me respondió él. Miré atentamente la cámara y esperé con toda mi alma a que él pudiese ver lo mal que me encontraba.

-Jorge, por favor...

-Discúlpeme, señor.

La pantallita se fundió a negro y la llamada finalizó. Me tomó un par de segundos darme cuenta de todo lo que estaba pasando; aferré mis dedos a las rejas y comencé a sacudirlas con toda la fuerza posible.

-¡Ábranmeee! -grité con desesperación, agitándolas aún más. Miré hacia arriba y calculé la altura de ellas: no más de tres metros y medio. Genial, pensé con sarcasmo, iba a tener que saltarlas. Enrollé los dedos alrededor de los fierros y levanté un pie para apoyarla sobre una base que había allí. La reja tenía pequeños fierritos colocados horizontalmente, que me servían para tener dónde pisar. Fue subiendo poco a poco hasta llegar arriba. Pasé una pierna sobre el portón y me quedé sentado unos segundos para pensar cómo iba a bajarme cuando, de improviso, la puerta comenzó a moverse hacia dentro. El portón estaba abriéndose, me afirmé de la reja y esperé a que alguien me explicara qué garlopa estaba pasando.

Jorge se acercó lentamente, caminando con pesadez. Se detuvo delante de mí y puso una expresión de decepción y diversión al mismo tiempo.

-Baja de allí de una buena vez -me dijo, dándose la vuelta.

-¿Eso quiere decir que puedo entrar? -pregunté con emoción mientras bajaba a toda prisa hasta llegar al suelo.

-Sí, pero quiero que te apresures ya que a las nueve de la noche llega el señor Sangster. Sea lo que sea que quieres hacer... voy a ayudarte.

Examen de Recuperación (2da Temporada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora