Era tarde para mí

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Sin poder evitarlo, dejo escapar una risa nerviosa producto de la voz imaginaria de Tommy dando vueltas en mi cabeza.

-Joder, Newt. Concéntrate –me digo a mí mismo e intento no seguir pensando en ello si es que no quiero echarme a llorar como un nene pequeño.

Bajo la mirada casi por inercia y observo cómo una sombra se acerca hasta quedar justo en frente de mí. No. Esto no es real.

-Sí es real, Newt. Soy yo... Thomas.

Su voz suena tan rota, vulnerable, como si le costara respirar. Levanto la cabeza y me quedó mirando al muchacho de pelo desordenado y ojos verdosos que no deja de escudriñarme. Por un momento pienso que voy a desvanecerme allí mismo, mis piernas aflojan y mi corazón amenaza con salírseme del pecho.

-Tú, ¿qué haces aquí? –es lo único que puedo decirle. Mi respiración se entrecorta y los dedos me tiemblan descontroladamente debido a su presencia. Thomas se mete las manos a los bolsillos de su chaqueta y da un paso hacia adelante para abrazarme, pero yo retrocedo instintivamente. ¿Qué se sentirá volver a abrazarlo? ¿Habré cambiado durante estos dos meses? ¿Habrá cambiado él? ¿Y si...?

-Vine a buscarte –interrumpe mis pensamientos para responder a la pregunta que acababa de hacerle.

¡Qué sarta de barbaridades! ¡Él mismo me ha dejado ir! ¡Ni siquiera se ha dignado a llamarme! ¿Quién diablos se cree que es?

Pateé escandalosamente una de las cajas que estaba colocada en el piso, haciendo tambalear el gran estante que tenía delante. Tommy levantó el brazo rápidamente y lo estabilizó en pocos segundos.

-Mierda, Newt. Ten un jodido más cuidado –se exaltó de pronto. Yo fui el causante de su reacción, y él de la mía.

-Mira, Tommy... -me maldigo apenas dejo salir aquel apodo, pero entonces retomo la palabra de inmediato para que pase inadvertido mi descuido–, no sé específicamente a qué has venido, pero han pasado dos meses. No actúes como si nada, como si sólo hubiese ido a comprar el pan a la vuelta de la esquina.

-Sé lo que estás pensando –hace una pequeña pausa, como esperando a que yo le diga algo, pero no lo hago–, pero no es como piensas. En serio. Todo tiene una maldita explicación.

-Entiendo que no pudieras hacer nada para impedir que me trajeran hasta aquí a la fuerza, pero ¿te costaba mucho mensajearme? ¿Llamarme? ¡¿Algo?!

Sus mejillas se enrojecieron y supe que había dado en el bloody blanco. El muy shank ni siquiera repasó en aquella posibilidad. Como dicen por ahí: la estupidez humana no tiene límites, en especial la de Thomas. Bueno, hay algo de mi cosecha, ¡pero no pierde el significado!

Un gruñido se escapa de mi boca y me muerdo el labio inferior para no decir nada de lo que después pudiera arrepentirme.

-Hay algo que no te he dicho –habla pausadamente, haciendo énfasis en la palabra algo.

-Mucho, diría yo. Pero no es momento para hablar de nuestros errores. He tenido un día horrible y sólo quiero marcharme cuanto antes a casa. ¿Lo dejamos para mañana?

Me encamino hasta la gran puerta de metal y giro la manilla para abrirla, pero esta no sede ni siquiera un centímetro. Claro, qué idiota. He olvidado la llave. Me meto la mano en el bolsillo de los vaqueros hasta llegar al fondo...

Mierda.

Jodida y tremenda mierda.

-Tommy... -vuelvo a decir su apodo, provocándole un intenso brillo en sus hermosos ojos cafés verdosos, y me pego mentalmente una bofetada por ser doblemente un idiota–, Thomas, necesito la garlopa llave. ¿Me la das?

Examen de Recuperación (2da Temporada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora