Athanasia está muy confundida. Demasiado confundida.
Durante toda su infancia creyó que su madre era Diana, la bailarina de Siodonna, aquella mujer que fue en enviada cómo regalo para su padre, el emperador Claude de Alger Obelia.
Entonces ¿Por qué...
Por favor, crece feliz y con bien. No te preocupes por mamá.
Su voz suena profunda pero el suave tono logra confundir. ¿Es un hombre acaso?
Ya no puedo más. Mi tiempo se acaba. Mama te ama demasiado, eres mi única luz en esta profunda oscuridad.
¡¿Quién eres?!
No me olvides, tu no mi pequeña Athanasia... ¡Athanasia!
— ¡Princesa Athanasia!
La rubia abrió sus ojos bruscamente por el grito de su dama. Inspecciono la habitación notando que eran los aposentos de su padre.
— ¡Mi querida princesa! ¡A despertado por fin! — la hermosa nana abrazo con fuerza a la pequeña de niña, aliviada de su despertar.
— ¿Qué paso, Lili? Solo recuerdo estar tomando el té con papá y —
El veneno, había tomado té envenenado.
— Tuviste suerte. — un niño de cabellos negro y ojos carmín se acercó a su lado, sonriendo con fingido alivio.
Athanasia lo fulminó con la mirada a lo cual el niño solo se burló con una sonrisa. Negando y tratando de tranquilizar su mente, cerro los ojos, dejando que los recuerdos la invadieran.
El sueño que tuvo anteriormente llegó de repente.
¿Quién era?
Quién era aquella persona de hermosos ojos rosados.
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