Capitulo 3

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Arropada y cómoda en su cama, la princesa trataba de dormir o al menos lo intentaba al cerrar los ojos, pero no podía. Le era imposible hacerlo.

Cerro con fuerzas los párpados esperando que el sueño llegue.

1, 5, 10 minutos y no parecía hacer efecto.

— ¡Ya basta! — exclamó despacio para después levantarse y tirar aun lado las sábanas. — Tengo que ordenar mi mente o no podré dormir.

Y no era para menos pues lo antes vivido con su padre la estaba atormentando con fuerza. Jamás había visto tal mirada en su cara, ni por un segundo dudo que el podría matarla en ese momento.

Suspiro agobiada. Se levantó y camino al balcón de su habitación en silencio, más que nada por Félix que vigilaba la entrada  de su habitación.

—  ¿Que hago? — Murmuró al cielo, apreciando las estrellas — Si tan solo no hubiera preguntado.

Recargo su cuerpo en el barandal del balcón, apreciando la brisa fría pero fresca de la noche que soplaba en su rostro. Cerro sus ojos para sentir el delicioso olor natural.

— Delicioso — Murmuró con la suave brisa, relajando su cuerpo y su mente. Dejando que todo fluyera cómo se debe.

Lo es... Muy refrescante...

Sus ojos se abrieron del susto. Giro su cabeza por todos lados pero no encontró nada. No había nadie en el balcón, ni en el jardín o su habitación.

— ¡Lucas esto no es gracioso! — exclamó enojada, pensando que su amigo era el responsable de aquella broma de mal gusto. — ¡Hablo en cerio, sal ahora mismo o te estrangulare!

Espero pacientemente a que el mago apareciera con sus típicas sonrisas y comentarios burlistas o hirientes hacia ella pero no fue así, solo los grillos le respondieron y el aire frío le recordó las altas horas de la noche. Seguramente, el pelinegro estaría más presente en su estudio que en molestarla.

De tan solo pensarlo la princesa tembló con terror, preguntándose si era o no un fantasma, no le gustaba para nada esas cosas. Es decir, era prácticamente una adulta pero los fantasmas si daban miedo sobretodo aquellos que se arrastraban y tomaban sus pies...

— Mejor me voy. — dió media vuelta y camino hacia la puerta.

Las estrellas brillan mucho hoy.

— ¿Eh? — regreso su atención al balcón ahora sí bastante aterrada. Pero lo que encontró no fue lo que esperaba — Oh...

Los largos cabellos azules y los ojos rosados la saludaron, brindando calidez en su alma. Aquel hombre hacia palidecer al hermoso cielo nocturno con su radiante presencia. Parecía brillar más que cualquier estrella.

— Princesa Athanasia, nos volvemos a encontrar

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Princesa Athanasia, nos volvemos a encontrar. — la suave voz era tan irreal para la rubia. — Cada día se vuelve más grande y hermosa.

La princesa se sonrojo por el halago y con un poco más calmada regreso la sonrisa, tratando de ser lo más amable posible.

— Gracias, señor...

Que descortesía, lo lamento Princesa . — la risa de aquel hombre era contagiosa. — Mi nombre es Celes...

El suave toque de la puerta interrumpió al hermoso hombre. Athanasia giro su vista a la puerta, el sonido venía de la puerta principal de su habitación. Seguramente era Félix.

Pero no quería separarse del misterioso hombre, no ahora. Apretó su bata y regreso su atención al barandal, encontrándolo vacío. El único rastro que encontró fue una pequeña nota.

Celestino... El celestial que cayó en este infierno que llaman hogar.

 El celestial que cayó en este infierno que llaman hogar

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Celestino.

Oh Celestino. Un nombre acordé a tu presencia.

Tu, que caíste de los cielos por envidia de tus hermanos.

Tu, que enfrentaste la maldad y la hipocresía de la humanidad.

Tu, que terminaste amando sin ser amado.

Tu... tu sufriste un final injustificado.

Oh, Celestino.

Brindame tu bendición.

Brindame prosperidad.

Brindame un futuro lleno de amor.

¿Quién es mi mamá? / PEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora