Capitulo 6

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Habían pasado muchas cosas en un solo día.

¿Tenía que empeorar tanto otra vez?

— Recuerda. No te despegues de mi y no sé te ocurra intervenir en nada de lo que pase ¿Entendido?

Con la afirmación de la princesa, el pelinegro murmuro en voz baja sosteniendo las manos de la contraria con fuerza, bajo la cabeza y recito palabras en un idioma incomprensible para la rubia.

El viento soplo, el aire se torno frío y una luz los envolvió asustando a su nana y al escolta. Lili apretó las manos de Félix y este las acaricio para calmarla.

Al desaparecer la luz, los cuerpos del mago y la princesa también lo hicieron.

Para Athanasia, lo que estaba presenciando era abrumador, todo era negrura, nada más que luces pasaban frente a sus ojos a gran velocidad causando un terror en ella.

— Cierra los ojos. Pueden derretirse si vez tanto. — el pelinegro apretó con fuerza las manos de su amiga para que obedeciera.

Cerrando sus ojos al instante, el viaje continuo. Por minutos, horas o tal vez días pero para la rubia fue tan solo unos instantes.

— Llegamos. — el pelinegro mantuvo su agarre para estabilizarla. — Necesito que escuches, Athanasia. Es peligroso que te vean, no puedo utilizar magia aquí si te descubren. Debemos ser precavidos.

— Está bien Lucas, no me apartaré de ti.

O al menos lo intento.

— ¿Lucas, dónde éstas?

La princesa se encontraba sola en el amplio jardín que no era del todo un jardín pero a futuro lo sería por Diana.

Camino perdida, cuidando de la capa que Lucas le coloco antes de perderse. Era bastante sospechoso dejar vagar a alguien con capa en el palacio pero para su buena suerte no se había encontrado con nadie importante o algún sirviente así que estaba bien.

Al doblar una esquina chocó con alguien haciendo que cayera al suelo con un quejido. Subo su cadera y trasero adolorido y levanto su vista para reclamar. No esperaba encontrarse con su madre.

— Oh, lo lamente muchísimo, perdóname linda. — el peli azul extendió su mano y Athanasia embelesada la tomo. Se preguntaba constantemente por qué su madre era tan atractivo. — ¿Te encuentras bien?

Los ojos rosados brillaron en preocupación, su corazón latió con fuerza y trata de calmar las lágrimas. Tan hermoso era su madre, se vía más joven pero su belleza no menguaba.

Con el pelo corto hasta los hombros, una sonrisa brillante y unos ojos llenos de felicidad, si, esos esos brillaban con una pureza que contrataba con su yo visto anteriormente.

— ¿Pequeña? — Celestino se altero al no tener una respuesta de la pequeña pelirrojo. Bajo hasta su altura y tomo entre sus manos la delicada cara — ¡¿Te lastime?!

Athanasia reaccionó ante el toque y rápidamente nego sonrojada. Las palabras no salían de su boca por la impresión de tenerlo en frente.

Celestino sonrió apenado por su desliz y saco de entre sus ropas un caramelo. Extendió la mano de la pequeña y colocó el caramelo en su palma.

— Espero puedas disculparme, pequeña pelirroja — Celestino se levantó y Athanasia quedó en silencio, observando el caramelo con duda.— Tranquila no pasa nada, no tiene nada ni una gota de veneno. — acaricio su cabello con cariño.

— ¡N-no es eso, gracias por su preocupación señor! — reverencio rápidamente y de una manera tan adorable que Celestino no pudo evitar reír levemente.

— ¿Dónde están tus —

— Sir. Celestino, su alteza lo espera en el jardín.

Un inconfundible pelirrojo hablo a espaldas de Athanasia exaltando a la princesa. Al parecer se estaba mareando con toda la situación. Celestino lo noto y sonrió a Félix ocultando a la niña tras de el.

— Gracias, Felix. En un momento voy. — el escolta asíntio sin ser conciente de la niña a sus espaldas. Tal vez la ignoro o tal vez simplemente era despistado.

Al tener al joven amigo de Claude un poco lejos, regreso su mirada a la niña. La tomo en brazos para sorpresa de Athanasia.

¿Cómo...? ¿Era una niña pelirroja?

¡¿ Que había hecho Lucas ahora?!

— G-gracias señor. — la adorable sonrisa de la niña hizo que Celestino también sonriera más. Nunca quitaba esa cálida sonrisa de su rostro pero por alguna razón, estar al lado de aquella niña era muy agradable.

— Mi nombre es Celestino, ¿Cuál es el tuyo cariño?

— Ath-Artemisa — corrijo rápidamente, no podía decir ese nombre, era prohibido para los nobles y plebeyos. — Y-yo

— Está bien Artemisa, no es necesario que digas más, te llevaré con tus padres. — Athanasia sudo frío sin saber que hacer. — ¿Cómo son tus padres cariño?

— N-No...— murmuro nerviosa, ocultando su rostro en el cuello del hermoso hombre. — No tengo padres...

Una pequeña mentira blanca que definitivamente le ayudaría a salvarse de esto.

— Cuánto lo siento pequeña. — las caritas en su espalda lograron tranquilizar su cuerpo tenso. — Entonces ¿Que te parece si me acompañas?

Ahora sí estaba en problemas..

Yo y mi bocota.

— No es necesario, yo solo me perdí de camino a...de camino a la casa hogar... Puedo salir de aquí sola...— apretó el agarre en el cuello del peli azul logrando que este se comenzará a preocupar de nueva cuenta.

— Vamos, estarás conmigo, no dejare que nadie te diga o haga algo malo. — abrazo el cuerpo de la pequeña para darle seguridad. — Yo mismo te llevaré de vuelta para no meterte en problemas.

Athanasia aflojó el agarre y separó su cuerpo del contrario para verlo a la cara.  Asíntio con una leve sonrisa esperando a que el hombre la bajara pero eso no sucedido, celestino no dudo en avanzar con ella en brazos a su destino.

Las manos de la rubia-pelirroja sudaron de nervios al pasar frente al escolta que la mirada atónito, más no dijo nada y los siguió de cerca.

Llegaron a una pequeña área desconocida del jardín. Bajo un hermoso árbol que daba mucha sombra y la brisa corría de manera deliciosa se encontraba una mesa con dos sillas. Una de ellas ya ocupada por un rubio desconocido.

El rubio al escuchar los pasos acercarse giro su mirada esperando toparse con los hermosos cuarzos rosados de su ángel pero solo distinguió unos aburridos ojos grisáceos. Frunció el ceño enojado y Athanasia no se quedó atrás.

— ¿Y esa mocosa?

El segundo príncipe del imperio, Claude de Alger Obelia, cuestionó a su bello ángel.

¿Tan joven y tan amargado ya?

La melodiosa risa de su madre hizo suavizar la mirada del futuro emperador y, por primera vez, lo vió sonreír.

¡El cruel y frío emperador sin corazón estaba sonriendo!

— No deberías ser tan grosero amor mío. — camino hacia el con un Félix pegado como garrapata, a lo cual Claude lo detuvo con una mirada fulminante.

— Félix, retrocede 10 pasos. — ordenó con frialdad. El pelirrojo se retiró lo ordenado con una carita de perrito regañado.

Celestino sonrió con alegría al estar frente a su amado. Dejo a la pequeña en su silla y se acerco al príncipe que lo vía expectante.

— Claude— Murmuró al bajar su rostro y tocar la mejilla del rubio para juntar sus labios en un beso rápido pero lleno de amor.

Al separarse celestino le sonrió, demostrando lo feliz que estaba de poder estar a su lado. Aquella sonrisa aturdió a Claude y Athanasia por diferentes cuestiones.

La pobre princesa ni siquiera alcanzó a cubrir sus ojos pero de todas formas fue algo bastante tierno de presenciar. Con gusto volvería a verlos...solo una vez y ya.

¿Quién es mi mamá? / PEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora