JULIO.

Casablanca.

          Esta noche no hay tiempo de revoluciones,

la luna de Julio no sabe mentir;

no hay tiempo de copas en Rick's  o en Blue Parrot,

ni de Marsellesas, ni de "avec plaisir".

     Si Sam nos regala una vieja canción

aunque al escucharla se enfadara Rick...

cómo pasa el tiempo, un beso es un beso,

lo más esencial del amor es morir.

     El héroe esta vez no se lleva a la chica,

ella pertenece a un pobre infeliz

que lleva en el alma dos alas mojadas

y un sueño que acaso se pueda cumplir.

     Y cientos de ojos contemplan el ángel

que de Casablanca ha podido partir,

y un foco curioso ilumina las calles,

y hay toque de queda. La vida es así.

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     Ayer ví por primera vez la película "Casablanca". Había oído hablar de ella, y sabía que mis padres la tenían entre los dvd's de su colección. Pero nunca había tenido oportunidad de verla. La escogí porque me encanta el cine en blanco y negro, igual que me encanta la fotografía en blanco y negro. Es como si me comunicara más. Como si a veces los colores estorbaran para mostrarnos la realidad de las cosas.

      Y tengo que decir que, en cuanto terminó la peli, comencé a verla otra vez, como si no hubiera tenido suficiente, como si me hubiera sabido a poco. Como si estuviera en mi mano cambiar el final y hacer que Rick e Ilsa puedan tener una historia que funcione. 

     Nuestra vida se trata un poco de eso. A veces nos da la oportunidad de volver a empezar. Otras veces no. Al contemplar a Rick por segunda vez en el aeropuerto, viendo como se marcha el avión donde la persona a la que ama viaja a un destino incierto, he pensado que podría ser yo, que una y otra vez veo aviones partir con personas a las que amo, mientras que yo me quedo siempre, sola, en Casablanca.