Vacío.

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     Puedes tener tus libros ordenados,

toda tu ropa colgada en el armario,

las faldas con las faldas, las camisas

planchadas como te enseñó tu madre.

     Puedes limpiar tu cuarto hasta que el polvo

se bata en retirada para siempre

tocando la corneta, y exhibiendo

una bandera blanca en su derrota.

     Puedes tener brillante tu cocina,

y llena tu despensa a rebosar,

cazuelas impolutas, y sartenes

dispuestas para hacer todo el trabajo.

     Puedes oír la música que quieres,

comprarte discos, ir a los conciertos,

hartarte a leer libros sin talento,

e historias que no creen ni sus autores.

     Formarte, y estudiar, y examinarte,

ser la top one, la más inteligente,

la mas virtuosa de la clase

para luego saber qué suelo pisas,

quemarte las pestañas por las noches

para no equivocarte ni con fiebre.

     Puedes pasar el día cocinando,

elaborando platos deliciosos,

hartarte de sabores y de aromas,

embriagarte con cócteles variados.

     Puedes rezar, plantearte así tu vida

entera sirviendo a Dios, o sus diez leyes,

morir y no matar, ser siempre buena

dispuesta a poner la otra mejilla.

     Pero si hay un vacío en tus entrañas

muy silencioso, negro, tan profundo

que no hallas su final por más que te hundes

en su viscosa y pegajosa masa,

 los días son eternos, como el cáncer,

las noches nunca acaban ni su insomnio,

y el cotidiano vómito nocturno

parece que nunca es suficiente. 

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     Este comentario sería vacío.

     Luego está vacío.

JULIO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora