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Sin darme cuenta, Noah se había adherido firmemente a mi vida.

Teníamos solo algunas clases en común, como inglés y artes, donde nos sentábamos juntos. También lo veía durante el almuerzo y el descanso al mediodía. Si llegaba temprano, lo normal era encontrarlo sentado en mi escritorio; y, por último, a la salida me esperaba para acompañarme a la parada de autobús.

No solo se volvió parte de mi rutina; todos a nuestro alrededor bromeaban diciendo que había encontrado una linda sombra. Había veces en las que deseaba que el día fuera nublado. Mi linda sombra sería capaz de seguirme hasta el baño si no fuera porque estábamos en clases distintas.

—Te van a inscribir a la preparatoria de al lado, ¿verdad? —me preguntó un día durante el almuerzo, todavía con medio bocado en la boca.

Lo miré de reojo antes de volver mi atención a mi cuaderno, donde estaba adelantando la tarea de la clase anterior. Siempre que podía, la terminaba antes de llegar a casa.

—Es lo más probable —contesté.

—Yo igual —dijo con su sonrisa de bobo—. ¿Crees que esta vez nos pongan en el mismo salón?

Sus palabras me causaron escalofríos.

—Espero que no.

No quería ni imaginar cómo sería si las clases no le impidieran pegarse a mí todo el día.

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Si no puedes con el enemigo, únete a él.

En poco tiempo dejé de resistirme a los acercamientos de Noah; era más fácil dejarme llevar. No fue ninguna sorpresa que nuestra relación siguiera avanzando hasta que él se sintió lo suficientemente cómodo y me invitó a su casa.

¿Así se siente tener un amigo? No es que nunca hubiera ido a la casa de mis compañeros, pero por lo general era para hacer tareas en equipo o para asistir a fiestas de cumpleaños. Recuerdo que solía jugar con mis vecinos, pero nada como esto. Solo él y yo. Era muy extraño.

—Quiero esta puerta abierta —dijo su hermano mayor apenas entramos a su cuarto.

—Ethan, no va a pasar nada —Noah intentó razonar con él—. Te lo dije ayer, ¿recuerdas? Él también es omega.

Ignoré la discusión de los hermanos, dejé mi mochila en el piso y me senté en la cama. Pronto cambié de parecer y me senté en la silla, ante la atenta mirada de Ethan. ¿Acaso piensa que estoy probando la cama porque voy a asaltar a su hermano?

Suspiré y saqué mi celular para ignorar la escena.

Antes de venir, Noah me había confesado que había tenido que contarle. No me agradaba que hubiera abierto la boca cuando me aseguró que no diría nada, pero, según él, no había otra manera de que su sobreprotector hermano mayor me dejara entrar. Considerando que estaba dispuesto a mandarme a prisión solo con verme, supuse que podría tener razón.

—Noah, ¡basta! ¿De verdad esperabas que creyera algo tan absurdo? —preguntó por tercera vez—. Si vas a decir mentiras, al menos inventa algo que sea convincente —dijo mientras traía una silla para detener la puerta—. Los estaré vigilando.

Me miró una última vez, a modo de amenaza, antes de irse. Por su parte, mi amigo suspiró y se lanzó sobre la cama.

—Al menos no nos dijo que nos quedáramos en la sala.

—Te lo dije, debiste decirle que soy beta.

Ahora sabía que la actitud fastidiosa de Noah venía de familia. Ethan realmente llegaba a ser una verdadera molestia. Bueno, no lo puedo culpar. Es así porque ama demasiado a su hermano.

Mi alfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora